DESCARGAR
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
Copyright © 2010 Escucha de la Palabra Design by Dzignine
Released by New Designer Finder
3 comentarios:
TIEMPO Y ETERNIDAD (Lc 12,32-48)
Tras dejar claro que el hombre no conserva la vida gracias a sus bienes, sino con la ayuda de Dios, Jesús pasa a tranquilizar el ánimo de sus discípulos por la preocupación que puede generar la carencia de bienes materiales. Con gran realismo y conocimiento del corazón humano, después de advertir que, para el rico, los bienes son un gran peligro porque pueden inducirle a olvidarse de Dios y vivir sólo para conservar y acrecentar su riqueza, Jesús señala que también el pobre está amenazado ya que su preocupación es el sustento diario. Uno y otro –el rico y el pobre– están expuestos al peligro de dejarse absorber por las cosas de la tierra y dejar a un lado el cuidado más importante: buscar el reino de Dios. A los discípulos que han de compartir su misión les dice que esto es lo único importante y que todo lo demás se les dará por añadidura (12,31). En cuanto a las riquezas, su única utilidad es lograr, gracias al bien que con ellas puede hacerse, una incorruptible herencia en el cielo.
Quien ha comprendido el verdadero valor de las cosas está preparado para recibir la llamada en cualquier momento. El discípulo no puede bajar la guardia. En todo momento debe estar equipado moralmente –ceñida la cintura y encendida la lámpara–– para acudir prontamente a recibir a su Señor cuando éste aparezca. Vienen estas palabras de Jesús a aclarar otro asunto a veces olvidado o mal entendido: el valor del tiempo presente. En el pasado se nos ha acusado a los cristianos de tener el corazón tan centrado en el cielo que nos hemos desentendido de los asuntos de la tierra y se ha tachado a la religión de ser como opio que adormece los sentidos y suprime el dolor, con lo cual se impide al pueblo levantarse contra las situaciones y las estructuras injustas. Puede que la acusación esté justificada atendiendo a ciertos momentos de la historia. Pero no es ésa la enseñanza de Jesús.
El maestro de Nazaret tenía muy claro que el Reino es lo único definitivo y que el tiempo es un lugar de paso. En la lógica de su mensaje es un error pensar que el tiempo y el mundo son la única realidad y el único absoluto. Pero eso no significa que carezcan de valor y de significado.
El futuro de plenitud en el que creen sus discípulos empieza a construirse en el presente porque saben bien que ya disfrutan de los bienes que esperan. No es que el tiempo se meta en la eternidad. Es más bien que la eternidad se ha metido en el tiempo. La fe abre la mente a la verdad completa, la esperanza descubre el sentido y la caridad sumerge en el compromiso. Creer en el mundo futuro no lleva a menospreciar el mundo presente, sino todo lo contrario. A lo que sí lleva es a no apegarse a él de tal manera que se pierda de vista el horizonte. El hombre es un navegante que dirige su barco a buen puerto, bregando cada día en bonanza o en tempestad, de noche o bajo el sol. No es un navegante con el timón roto a merced del viento y de las olas.
Sí, esos somos nosotros: el pequeño rebaño amado del Padre. Y por eso se nos ha dado el reino. No ha hecho falta ganarlo, ni méritos, ni esfuerzo; pero sí actitud de acogida, hacerle hueco en nuestro corazón y prioridades, en nuestro proyecto de vida. Tan grande como espacio destinemos para nuestro tesoro. Son palabras de Jesús.
Para recibir y acoger el reino que se nos da hace falta una actitud de tensa espera, de preparación a una llegada, ardientemente deseada pero de fecha y hora desconocidas. El reino es para los que velan, los que aguardan con paciencia; los que perseveran contra viento y marea. Sin bajar la guardia por mucho que se prolongue la espera o todas las señales indiquen que nadie vendrá.
Es mucho lo que se nos da con el reino, mucho lo confiado a nuestras manos. No nos extrañe, por tanto, que se nos exija en proporción. Cada cual decide qué valor tiene para él su tesoro y qué está dispuesto a dar, a arriesgar o a qué renunciar por él.
El Evangelio de este Domingo nos trae una serie de consejos o enseñanzas de Jesús, y así nos alegra saber que nos trata con ternura, debemos desprendernos de los bienes y dar limosnas y nuestra actitud de vida debe ser siempre estar en vela, estar alerta, estar con Dios Padre Bueno.
“”No temas pequeño rebano porque vuestro Padre ha tenido a bien dejaros el reino””
Nada de tener miedo, nada de temores y llantos, porque nuestro Padre nos hace participe de lo que Jesús nos ha venido a traer: la lucha por un mundo mejor, donde la justicia y la paz se imponga en la vida de los hombres, donde no haya guerras ni invasiones, donde todos gocen de la dignidad de hijos de Dios y hermanos entre sí, donde olvidemos el rencor y el odio y donde el amor sea , como dice S. Pablo, el ceñidor de nuestra vida.
No temas pequeño rebaño, no temas porque cada vez te vea más solo, porque cada vez seamos menos los que damos culto a Dios en espíritu y en verdad, porque veamos los templos vacíos y nos apartemos de Dios y de todo lo que sea trascendente en la vida porque ello nos exige responsabilidad y compromiso, no temas pequeño rebaño, sé el resto del pueblo de Dios que reinicie la construcción de la vida según las enseñanzas de Jesús: siempre hubo en Israel un resto que no entraba en la idolatría y el desenfreno y era la levadura que maduraba toda la masa.
No temas pequeño rebaño, porque te desprenda de los bienes en favor de los desfavorecido, de los que por las circunstancias de la vida lo han perdido todo y necesitan rehacer su dignidad, porque si así obramos, tendremos en ello nuestro corazón, seremos solidarios y misericordioso como nuestro Padre Bueno, ¿Qué más podemos esperar si con Él lo tenemos to?
No temas pequeño rebaño si para todo ello tienes que estar alerta, tienes que estar en constante vela para saber donde está la necesidad, la vida destrozada, la dignidad perdida y así servir a nuestro Señor porque lo estamos viendo en esos”pequeños” que tienen necesidad de nosotros, no solo de nuestros bienes y limosnas, sino de nosotros, es decir de nuestro tiempo, de nuestro estar disponible, de nuestra entrega.
No temas pequeño rebaño porque serás grande ante Dios y ante los hombres cuando vean la luz de tu vida, reflejo de la Vida de Dios, aunque tengamos nuestras sombras por nuestra debilidad y fragilidad, pero siempre ¡arriba!, pues tenemos un defensor, como nos dice S. Juan.
Esto lo celebramos ayer al celebrar la memoria de S. Juan María Vianney, un hombre frágil, débil, tosco, pero lleno de Dios, lleno de la sabiduría de Dios que derramó en cuantos acudían a él, cura del más pequeño pueblo de Francia que convirtió en centro de peregrinación de todos aquellos que ansiaban llenarse de Dios.
Recemos con el salmista “los ojos del Señor están puestos en sus fieles” está puestos en ti y por eso te tratas con ternura: experimentala y gozarás de la alegría de los hijos de Dios.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a decir ¡AMEN!
Publicar un comentario