DOMINGO 5º-A

sábado, 28 de enero de 2023
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4 comentarios:

juan antonio at: 01 febrero, 2023 10:13 dijo...

SAL Y LUZ
Después del programa de las Bienaventuranzas, el evangelista Mateo nos pone en boca de Jesus estos dos dichos tomados de la vida diaria, de la vida común

“”Vosotros sois la sal de la tierra””
“”Vosotros sois la luz del mundo””

El mensaje, entiende el que escribe, que esa sal y esa luz encierra, es que son el fruto de las Bienaventuranzas, de una, de varias, de todas, pero tienen su fuente en ellas y esas Bienaventuranzas las tienen en Dios, por eso las obras que hagamos, darán sabor a la tierra y luz al mundo, darán bienestar, darán felicidad, darán dignidad a la humanidad que sufre y llora y si no lo hacemos, qué Iglesia somos, qué comunidad formamos, pues esa, la que la hoja nos dice en el párrafo tercero de ella tercera pregunta: una Iglesia olvidada, pisoteada.

Y por ello no tenemos porque quejarnos, angustiarnos, lloriquear de que las gentes, los jóvenes, los niños no pisan las parroquias, no quieren nada de sacramentos, no quieren nada con o de la Iglesia, pues ¿Qué Iglesia le damos? ¿Qué Evangelio les enseñamos?¿Qué vida les mostramos?, la nuestra: una vida de cristianos aburridos, de rezos manidos, de excusas personales nuestras y de los que nos tienden la mano “”sabrá Dios para lo que piden?””.

Si no damos en mano, da a los que saben repartir, a los que saben de necesidades, a los que por haberse dado, saben dar, pero llenémosles sus manos y así, como nos dice Isaias, partimos nuestro pan, nuestro techo, nuestras ropas y nos abrimos de corazón, rompiendo nuestra luz entre los hermanos, y todo ello desde la ciencia de Jesucristo y éste crucificado.

Ya sabemos de donde tiene que venir nuestro sabor y nuestra luz, arrimate a la Cruz, temblando irradia tu corazón, date, no te quedes ni quieto ni callado, hazte obras que se vean y den gloria a Dios, porque si no qué cristianos somos, soy, qué Iglesia somos o de que Iglesia formo parte, o como soy y como formo parte?

Si no salimos fuera, si no nos damos, si no hablamos, si no nos ven como seguidor de Jesús porque de Él nada ven en nosotros más que pura apariencia y fachada limpita, no somos nada: llenémonos de Dios, tengamos aceite para nuestras lamparas y sal para nuestras vidas, acercate a la fuente y toma gratis para darlo gratis.

Dejo una letra del grupo Brotes de Olivo, que se formó hace mucho tiempo, tanto que algunos son abuelos, pero que recoge el mensaje del Evangelio

LA SAL Y LA LUZ
1. El que me sigue en la vida,
sal de la tierra será,
mas si la sal se adultera,
los hombres la pisarán.
Que sea mi vida la sal,  
que sea mi vida la luz.
Sal que sala, luz que brilla,
sal y fuego es Jesús.
2. Sois como la luz del mundo
que a la ciudad alumbra,
ésta se pone en la cima
donde el monte se encumbra.
3. Que brille así vuestra luz
ante los hombres del mundo
que palpen las buenas obras
de lo externo a lo profundo.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a decir ¡AMEN!

Paco Pérez at: 03 febrero, 2023 16:09 dijo...

EL TESTIMONIO. SAL Y LUZ PARA EL CRISTIANO
Isaías conocía el mal comportamiento de las personas con los necesitados pues cuando ayunaban le ofrecían el sacrificio a Dios y luego lo acusaban de no ayudarles. Él les reprochó ese comportamiento diciéndoles (Isaías 58, 7): [Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que ves desnudo, y no te cierres a tu propia carne.].
¿Qué podía pensar Dios sobre el ayuno de unos días, ahora en Cuaresma, si el resto del año se ignora las necesidades del prójimo?
Conocemos nuestras obligaciones con él y no las practicamos pero Dios nos permite que sigamos tomando decisiones en libertad, aunque estemos equivocados y creamos que no nos escucha. Si cambiamos y ayudamos a los necesitados es posible que algún día estemos en apuros y entonces, por mediación de alguien, nos ayude Dios.
Él, como buen Padre, siempre ayuda a sus hijos pero los problemas personales empujan a éstos a no percibirlo así, esa realidad hace que las enseñanzas de Jesús aún no sean recibidas de la misma manera por todas las personas y eso me hace preguntarme… ¿Necesitamos conocerlo mejor o preferimos juzgarlo?
Juzgarlo sin conocerlo es un error y lo mejor será comprender cómo actúa porque así cambiaremos nuestras formas equivocadas de pensar y actuaremos con energía empujados por la verdad y la justicia pero no como los fariseos.
Los judíos se enfrentaron a Roma y fueron castigados, el Templo lo destruyeron y acabaron con la clase sacerdotal y el culto. Estos hechos hicieron tambalearse al judaísmo pues surgieron varias tendencias y los dirigentes, para limar las diferencias y fijar unos puntos comunes, se reunieron. Apoyaron los planteamientos judeo-fariseos y los judeo-cristianos de Mateo fueron rechazados.
Después, el judaísmo tradicional cambió la fachada de la creencia pero la esencia no, continuaron sin aceptar a Jesús. El judaísmo-cristiano de Mateo sí cambió y evangelizaba a los gentiles con el modelo que Jesús enseñó. Les recordó sus palabras (Mateo 5, 13-14): [Vosotros sois la sal de la tierra… Vosotros sois la luz del mundo…].
Lo hizo porque las comunidades vivían momentos de incertidumbre y tenía que animarlos a seguir firmes con esas palabras que eran una comparativa con elementos reales, la “sal” y la “luz”. Debían comportarse como la “sal”, dando un mensaje con buen sabor y que actuara como conservante para que, una vez recibido, permaneciera en las personas. Como la “luz”, ayudándoles a ver mejor el camino pues, si Jesús fue “luz” con su ejemplo de vida, ellos también lo serían y harían la Palabra más entendible.
Les aconsejó (Mateo 5, 20): [Porque os digo que, si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de Dios.]. Es decir, si el modelo judío rechazó injustamente a Jesús ellos debían continuar comunicando y practicando las enseñanzas de las “Bienaventuranzas”, conociendo los peligros que acechaban a quienes lo seguían.
Pablo les relató cómo fueron sus comienzos predicando a Jesús, una persona sin preparación que, con la ayuda del Espíritu, intentaba transmitir sus enseñanzas a pesar de ser tímido, tembloroso y poco locuaz pero con fe total en la sabiduría de Dios y nula en la de los hombres; que su fuerza le venía de la enseñanza que recibió de la Cruz, es decir, valorando que la grandeza de Jesús estaba en que aceptó el martirio, nos perdonó y nos salvó.
Se mostró así porque, para él, la grandeza de Dios estaba en que utilizaba la ignorancia y la debilidad del mundo para vencer a la cultura y la fuerza de la injusticia.

Lucía at: 03 febrero, 2023 18:18 dijo...

Y AHORA ME DICES QUE SEA SAL Y LUZ

Crecí pensando que las Bienaventuranzas no tenían que ver conmigo, que Jesús se refería a otros: los que sufrían, lloraban, tenían hambre y sed, eran perseguidos… Y en mi ingenuidad, me decía que ya me ocuparía yo de mi felicidad: de no tener hambre y sed, evitar el dolor, los conflictos… y si podía hacer algo por aquellos a los que se referían las Bienaventuranzas, pues mejor.
Pero con el tiempo, a medida que me he ido acercando más a Jesús, o más bien Él a mí, o las dos cosas… algo en mi interior me decía que la felicidad que yo buscaba era temporal y efímera, y empecé a desear esa felicidad de la que hablaban las Bienaventuranzas y que Jesús me ofrecía a mí también. ¿Y si de lo que se trataba era de que cada acontecimiento de mi vida, por pequeño o insignificante que fuera, de los que me sucedían a lo largo del día, tuvieran su “encaje”, le buscara un sentido, en las Bienaventuranzas? Creo que fue un buen comienzo, apropiarme de ellas, hacerlas mías, saborearlas, disfrutarlas…
Y ahora me dices que sea Sal y Luz. Que entienda que ambas tienen más valor en la medida que se dan a otros elementos, y cumplen su función: dar sabor a algo que no lo tiene, o alumbrar lo que no se ve.
Ahora que siento mías las Bienaventuranzas, creo que de lo que se trata es de ponerlas al servicio de los demás, de ser sal y luz, de darme como ellas. Que no es mi felicidad sino de la de todos, que no es mi reino sino el suyo.

Maite at: 03 febrero, 2023 23:36 dijo...

Ser sal y luz, como nos dice Jesús, forma parte de nuestro yo más profundo, auténtico y verdadero. De ese que, muchas veces muy a pesar nuestro, pugna por salir hacia afuera. El que queda oscurecido, ofuscado y oculto entre muchas capas de maquillaje con que pretendemos aparentar lo que no somos.

Dar cancha a ese pequeño tirano que es el amor propio, el yo egoísta que pretende invadir todo nuestro espacio y el de los demás, solo consigue oscurecer nuestra propia luz y la ajena; hacer insípida la sal y, con ello, inservible. Porque, en su afán desmedido por brillar solo él, y dar sabor a todos los platos solo él, lo único que consigue es apagar el brillo de la luz verdadera y arruinar la sal que solo en su justa medida cumple su función.

Para Isaías y el salmista, para Pablo y Jesús, un ser luminoso es aquel que sale de sí al encuentro del más desvalido o del que necesita escuchar la Buena Noticia. Con sus buenas obras y su auxilio, con su misericordia y compasión, lleva la luz y la sal que atesora en su interior y las irradia allá donde va.