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Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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LA LÍNEA DEL HORIZONTE (Lc 24,13-35)
Uno de los encuentros más sugerentes de Jesús resucitado es el que tuvo lugar con los que caminaban a Emaús. Fue, para san Lucas, el más importante. Como a muchos cristianos de nuestro tiempo, a estos dos, Jesús les había decepcionado. Esperaban que fuera el libertador de Israel -por eso lo habían seguido-, pero su muerte -humillante- les había abierto los ojos. Cuando oyeron hablar de la resurrección -de lo sobrenatural y maravilloso- pusieron tierra por medio. No estaban los ánimos para esas fantasías. Su problema era que habían seguido a Jesús, no para conocer su mensaje y acoger su propuesta, sino porque servía a sus intereses. Como ellos, hoy muchos cristianos, metidos de lleno en el mundo -lo cual no está mal-, han perdido de vista la meta -lo cual no está bien-. Quisieran que las cosas -las del mundo y las de la Iglesia, las sociales, las políticas y las económicas- fueran según ellos creen y, dado que no es así, prefieren abandonarse a la decepción porque el mundo no es perfecto.
En estos casos falla el realismo y la esperanza. Falla el realismo porque necesariamente cada ser humano vive en un tiempo y en un lugar determinado. Sería maravilloso que todo funcionara a la perfección, pero no es así. Replegarse en sí mismo es vivir en el tiempo o en el lugar equivocado y nada remedia el huir. Y falla la esperanza porque, además de no gustar las cosas, se piensa que no tienen remedio. Sin sentido de la realidad y sin esperanza ¿para qué luchar? ¿para qué esforzarse en cambiar el mundo? En el fondo el desánimo no es sino la justificación de la falta de compromiso, lo cual -por otra parte- resulta bastante cómodo. Los cristianos del desaliento no han perdido la fe, pero la han desactivado, la han dejado en el desván, donde se guardan las cosas que ya no hacen falta, pero que da pena tirarlas porque están llenas de recuerdos agradables.
La solución es dejar que el resucitado nos abra los ojos. Y para ello sólo hay un camino: profundizar en las Escrituras y leer los signos de los tiempos. Fue así como Jesús curó de la ceguera a sus discípulos. Leer y ahondar en las Escrituras es conocer el pensamiento de Dios; leer los signos de los tiempos es conocer la realidad de los hombres. El secreto -la habilidad- es unir ambos extremos. En ello está la salvación. Cuando desaparece uno de ellos, termina cayendo también el otro. Para el pensamiento cristiano no es posible conocer el misterio de Dios sin profundizar en el misterio del hombre, ni es posible descifrar el misterio del hombre sin contemplarlo a la luz del misterio de Dios. Pero no todo el mundo entiende esto: unos porque sólo miran al cielo y otros porque sólo miran a la tierra. Faltan quienes miren a la línea del horizonte donde se tocan el cielo y la tierra.
Paco Echevarría
3ºDm Pascua 23.4.23
Esta semana se nos pone a nuestra consideración, en la primera lectura el primer mensaje de Pedro en Pentecostés, la carta de Pedro en que se nos advierte de que si creemos en Dios Padre, debemos tomar en serio nuestro proceder en la vida, ¡qué menos! y el evangelio, el pasaje de los llamados discípulos, no apóstoles, de Emaus.
La decepción era grande en el grupo de seguidores y ello porque no entendieron nada de lo que se les había advertido por tres veces.
La catequesis que nos trae este pasaje, casi único de Lucas, aunque hay una referencia en Marcos, entiendo, es la del acompañamiento,tema que reflexioné en varias ocasiones, en el año 2014, el año 2017 y de pasada en 2020 (1) y ahora lo traigo de nuevo, textos distintos pero igual tema en unión de otros mensajes de la Palabra de Dios.
Acompañamiento del que todos estamos necesitados y que todos podemos prestar: necesitados porque tenemos problemas que solo no podemos resolver y podemos prestar porque tenemos que dar de los que se nos ha dado por otros, “dad gratis lo que gratis habéis recibido”
Porque digo esto, pues porque entiendo que esa fue la acción de Jesús con estos dos hombres, justos, pero con la mirada puesta en un Mesías revolucionario, como todos ellos, podíamos decir, libertador de los opresores y nada más.
Y no fue, ni es así, pues parece que no nos hemos enterado aún, pues de un libertador, pasamos a un tranquilizador de conciencia y esto no es, no es una vida piadosa lo que vino a traernos Jesús, sino al Padre y una Vida que no se acaba nunca, estar con Dios y con los hermanos, sobre todo con los más necesitados, siempre implicado en hacer posible el Reino de Dios,
¡Que clarito es el Evangelio y cuántas cosas le hemos echado encima!
Veamos los pasos que sigue:
Jesús se hace el encontradizo con aquellos hombres, SE LES ACERCA, primer paso de un acompañamiento, estar cerca de quienes nos necesiten.
SE INTERESA por sus preocupaciones, “qué es lo que vais conversando…”, no se queda indiferente, se hace prójimo de ellos.
LOS ESCUCHA, “qué pasó?, no pasa de largo, ni se hace el sordo, se hace uno con ellos, quiere saber el problema para prestar su ayuda.
Y les explican todo lo referente a Él, “”Entonces Jesús les dijo: Que poco entendéis y cuanto os cuesta creer...” , es decir pasa a la ACCIÓN, esto es, no nos podemos quedar quieto, tenemos que dar lo que hemos recibido y prestar la ayuda necesaria, o como dice S. Pedro, “tenemos que dar razón de nuestra esperanza…”
Continuará
Continuación
El acompañamiento, entiendo, no es cuestión de persona ordenada o consagrada ( y que me corrijan los entendidos), sino de persona de confianza, sea su estado el que sea, de quien lo interese y aquí estamos todos implicados y podemos prestarlo de forma natural, sin formalismo, en el día a día, en los momentos difíciles o normales, “”HAGÁMONOS EL ENCONTRADIZO”” y sin reparo, pregunta, escucha, intenta una solución, una salida al problema, hazte prójimo de quien te busca, comunicale tu vivencia, tu encuentro, tu vida, tu experiencia cristiana, tu forma de vivir el seguimiento de Jesús, su evangelio…... ¡hay tantas cosas que dar!
“Quedate con nosotros…..”, cuando hayan visto la vida que vives, la que testimonia con tu actuar, te pedirán que te quedes y que repitas y que con ellos, con él, con ella participes del Pan de Vida.
Lo reconocieron por los gestos que hizo Jesús y….. tus gestos, cuales son? Conocerán que eres cristiano por lo que haces, cómo vives, como actúa ante los problemas, cuáles son tus criterios ante los grandes temas de la sociedad, de las personas, de la política, de la economía……. Ahí lo dejo.
Hay una última enseñanza, desandaron el camino para anunciar al Resucitado… y yo que anuncio? Soy consciente de que debo anunciar a Jesús Resucitado o esto es para otros? Y si es cuestión de otros, me sigo llamando cristiano? Veamos qué hacemos.
Vivamos la Resurrección con el Resucitado, no busquemos ……… sucedáneos
“”Señor me enseñarás el sendero de la vida, me saciaras de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha””, nos dice el salmista.
Gracias,Señor, por todo
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, enséñanos a darnos, a estar dispuesto para los demás, para anunciar a tu Hijo Resucitado ¡AMEN! !ALELUYA!
(1) Quien coleccione los textos y los comentarios, que los repase.
Andamos en plenas celebraciones pascuales que nos recuerdan que la alegría, protagonista de estos días, sigue siendo una asignatura pendiente para muchos de nosotros, cristianos comprometidos. La alegría es, precisamente, la que da fe y testimonia que creemos en la Vida; que no ya no vamos en peregrinación a sepulcros vacíos en busca de uno que yace muerto para siempre.
Pero, demasiadas veces, se nos puede confundir, todavía, con los dos de Emaús que siguen caminando, hablando entre sí, desanimados y tristes, sobre lo mal que va todo y lo lejos que anda Dios de nuestras vidas. Y, a estas alturas, aún no se han dado cuenta de que Jesús camina a su lado, intenta hacerse el encontradizo y entablar un diálogo con ellos. Pareciera que nuestros ojos siguen cerrados para reconocerle, y que nuestros corazones arden ya difícilmente. Se han quedado entumecidos y tiesos, insensibles y fríos, y nada parece capaz de calentarlos de nuevo, de hacerlos revivir. Aún parecemos discípulos de un ajusticiado que no puede levantarse de entre los muertos.
En la Palabra y en la comunidad de fe, asiduamente frecuentadas, encontraremos siempre el camino de vuelta a la Pascua de Jesús, a la Vida nueva, pero nunca fuera de ellas. Y, desde ellas, la salida hacia afuera es inevitable: el empuje a la misión. Compartir la vida nueva recibida, el don del Espíritu, se hace tarea ineludible, urgente; con la premura que hizo a los dos de Emaús volver sobre sus pasos y emprender el camino de vuelta a Jerusalén.
El salmo de este domingo es una bellísima oración que expresa maravillosamente cómo se experimenta, en el día a día, la presencia viva de Dios a nuestro lado. Y qué alegría, auténtica y duradera, brota de ahí, pase lo que pase.
JESÚS RESUCITÓ. VIAJE AL COMPROMISO CRISTIANO
Las personas viajan por trabajo, descanso o para huir de algo y antes repasan los detalles para evitar los problemas. Jesús fue un viajero incansable, empezó en Belén y después, acompañado de los apóstoles y discípulos, evangelizó y acabó en Jerusalén crucificado.
Viajaba porque evangelizaba para ayudar a caminar por el Reino de Dios practicando la voluntad del Padre. Era pacífico, no huía de los riesgos y, por ser así, viajó a Jerusalén sabiendo que moriría.
Los apóstoles y discípulos no siguieron su patrón cuando murió pues se escondieron o huyeron asustados y desilusionados. Los dos discípulos que viajaban andando a Emaús para refugiarse son un ejemplo. Hablaban y se mostraban hundidos pues no comprendían lo ocurrido con Jesús en Jerusalén. Se les acercó, no lo conocieron, le comentaron los hechos y Él les recordó que estaban recogidos en las Escrituras y anunciados antes. A pesar de que vivieron esos hechos juntos tampoco lo conocieron. Al despedirse le propusieron alojarse en su casa y aceptó. En la mesa tomó el pan, lo partió, lo bendijo y por las palabras que pronunció supieron quién era y desapareció. Los dos regresaron inmediatamente a Jerusalén, comunicaron la vivencia que habían tenido con Jesús resucitado y entonces supieron que también se había aparecido a Pedro.
Saber que Jesús había resucitado les hizo sentirse unidos, recuperaron la fe, se les abrieron las entendederas, cambiaron el comportamiento, evangelizaban sin miedo, el cristianismo avanzó y se fundaron las comunidades.
Si nuestra vida es un viaje que comienza cuando nacemos y acaba cuando morimos pues el cristianismo también lo es, con la particularidad de que se inició con Jesús y acabará al final de los tiempos.
Jesús les habló del Reino de Dios… ¿Hacemos los cristianos, en 2023, lo que nos pidió?
Opino que, casi dos mil años después, nos hemos desviado de su propuesta, aquella que los primeros cristianos sí practicaban: Vivir unidos, amarse, compartirlo todo, ayudarse… Hoy, ese modelo casi no existe ya porque preferimos el individualismo, éste nos aparta del camino verdadero y acabamos abrazados a los dioses de nuestros días: El dinero, lo placentero, las redes sociales…
Jesús, como hombre, viajó durante treinta años en familia y en sociedad. En los tres últimos evangelizó y, antes de comenzar, se bautizó y enseñó con su ejemplo qué debíamos hacer los cristianos: Viajó al Jordán, se marchó al desierto y, durante cuarenta días, ayunó y sufrió las tentaciones de Satanás.
¿Encontramos alguna similitud entre su práctica bautismal y la nuestra?
Yo no. Él tenía treinta años y lo pidió libremente pero ahora se bautiza siendo bebés, unos padrinos lo piden en su nombre y después se olvidan del compromiso adquirido.
Después, la familia y los invitados, se marchan a un restaurante.
Hemos sido educados en esta tradición y esa es nuestra creencia, la enseñamos a los que vienen detrás y, como recibirlo no nos hace sentirnos comprometidos pues los frutos que cosechamos son escasos.
Mi reflexión nace de las vivencias que tengo en mi convivencia parroquial en este tema y con ello deseo apoyar el relato que Juan expone en su “Hojilla”.
Te lo tomo prestado: [Aquellas tareas y aquellas ilusiones del primer amor, cuando comenzamos la parroquia, aquellos compromisos comunitarios tan frescos y sentidos, aquel proyecto de vida compartida que me ensanchaba el alma y daba sentido a mis días... Ahora vuelvo a mi aldea, a mis asuntos, a lo que creo es mi realidad.].
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