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Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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A TODOS LOS HOMBRES (Mc 16,15-20)
En el último domingo de la Pascua -el que precede a Pentecostés- se nos presenta el envío misionero de Jesús. Antes de desaparecer, encarga a los suyos recorrer el mundo y hacer discípulos de todos los pueblos. No dice Jesús que formen un solo pueblo, bajo un solo poder, con una sola cultura y regido por las mismas leyes, sino que hagan discípulos sin que importe el pueblo al que pertenezcan. El evangelio encierra dentro de sí una dimensión de universalidad más allá de razas, culturas, lenguas, filosofías... más allá de todo lo que los hombres utilizamos para establecer diferencias entre nosotros.
En estos tiempos en que soplan fuerte los vientos nacionalistas y en que las minorías reclaman -no digo que sin derecho- el respeto a sus características propias, el Evangelio aparece como una propuesta de unidad desde la diversidad. Los hombres de mente y corazón estrecho temen todo lo que es diferente y entienden la unidad como uniformidad, por eso excluyen todo lo que no es conforme a sus criterios y luchan contra todo lo que no encaja en su visión de la realidad. Cuando logran seducir a los pueblos, los conducen hacia un abismo de soledad, aislamiento y empobrecimiento.
El pensamiento cristiano -aunque haya cristianos que no tengan este pensamiento- construye la unidad de los hombres sobre la diversidad de los mismos y, por ello, valora, potencia y asume los elementos que caracterizan a un individuo, a pueblo o a una cultura. Aparece en la Biblia un pasaje que puede ser considerado -al menos a mí así me lo parece- como una de las más antiguas y duras críticas del totalitarismo subyacente en el discurso de aquellos que, so pretexto de defender lo propio, no dudan en excluir lo diferente. Me refiero al relato de la construcción de la torre de Babel que está recogido en el libro del Génesis. El autor sagrado se refiere a Babilonia -el ideal de cuyo rey era un sólo pueblo, una sola lengua-cultura, un solo poder para gloria de sus dirigentes, autoerigidos en dioses-. Frente a este modo de entender el mundo, el Evangelio de Jesucristo predica la igualdad de todos los seres humanos en su esencia -imágenes de Dios por nacimiento e hijos suyos por adopción-, la diversidad en su existencia concreta y su universal vocación a la unidad. Por ser iguales y diferentes estamos llamados a vivir unidos. La unidad no implica la anulación de lo específico ni la defensa de la propio conlleva la ruptura y el enfrentamiento porque la unidad consiste en la integración de lo diferente no en la anulación de las diferencias.
Jesús, antes de subir al cielo, encargó a los suyos ir por el mundo a anunciar a todos los pueblos la buena noticia. En escucharla está la salvación y los signos de la misma serán la erradicación del origen del mal, el entendimiento entre los hombres y la liberación del sufrimiento. No es voluntad del cielo que todos los hombres formen un solo pueblo bajo un único poder, sino que todos los corazones sean uno.
FRANCISCO ECHEVARRÍA
FESTIVIDAD DE LA ASCENSIÓN * B *12.05.2024
Las lecturas de hoy nos trae a nuestra consideración el misterio de la Ascensión a los cielos de Nuestro Señor Jesucristo.
Esta fiesta debía llamarse Día de la Iglesia, debía celebrase la Fiesta de la Iglesia, esa Iglesia que echó sus raíces en Belén, oyó, vio y gustó el plan de la salvación a lo largo de unos años de la vida de Jesús y empezó a nacer cuando Jesús alcanzó la plenitud de la Vida en la Cruz a la que le llevó la misión del Padre
La primera lectura no comprende los versículos siguientes al último de hoy, (siempre lo repito) cuando los apóstoles vuelven al lugar donde estaban en unión de unas mujeres, entre ellas María, la Madre de Jesús… y oraban constantemente.
Ahí nace la Iglesia, ….. un grupo en constante oración, cosa que olvidamos a veces, orar en comunidad, comunidad que nace en esperanza, en la espera y en la certeza de la promesa de recibir el Espíritu.
Nos encontramos ante uno de los muchos misterios que los creyentes tenemos la grandeza de tener y aceptar y vivr, Jesús ha cumplido, Jesús tiene que volver y vuelve, como nos dice Pablo, porque ha bajado sube, nos ha empapado y ahora nos toca a nosotros continuar, la vida de Jesús, las obras de Jesús, la misión de Jesús, somo su Iglesia, su Comunidad, no vivimos aislados, ni solos, ni desamparados, somos un todo aunque con varios ministerios en los que cada uno trabajar podemos.
La vida del cristiano es completa en la contemplación de la que nace la acción y en este nacimiento de la nueva Comunidad lo vemos, empieza orando y llegado el Espíritu, sigue actuando.
Aquellos hombres vestido de blanco increparon a los apóstoles sobre su pasividad contemplando el cielo, y no es crítica, es reflexión, para ir al mundo tenemos que mirar al cielo, es decir a Dios, es decir a Jesús que nos ha revelado al Padre en la fuerza del Espíritu para poder seguir su tarea, no podemos desprendernos de las cosas de arriba para luchar por las cosas de abajo, la dignidad de todos los hijos de Dios.
Nace una Comunidad, desde la oración, desde la unión con Dios, entre los hermanos, hombres y mujeres, y necesitamos unas pautas de comportamientos para ser “”mis testigos””, pautas que nos da el apóstol Pablo con una introducción maravillosa:
“os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido llamados”
Y empieza a desgranarnos las actitudes a tener en nuestra vida de seguidor de Jesús:
*sed humildes y amables
*sobrellevaos mutuamente con amor
*esforzaos en la unidad del Espíritu con el vinculo de la paz
*un solo Espíritu y una sola esperanza
*un Señor, una fe, un bautismo
*un Dios Padre que los transciende todo, lo penetra y lo invade todo
Programa, personal pero sin olvidar la misión, pues el cristiano tiende hacia sí y a los demás, así ha constituido apóstoles, profetas, evangelizadores, pastores, maestros...para el perfeccionamiento de los santos...hasta que lleguemos a la unidad de la fe (de la que estamos lejos) en el conocimiento del Hijo de Dios.
Esta es nuestra fe, este es nuestro camino, esta es nuestra tarea, seguir la misma tarea de Jesús y como él, tendremos y las hemos tenido a lo largo de la vida de esta nueva Comunidad, muchas persecuciones que hacen de crisol de nuestra identidad.
Subió al Cielo, nuestro Cielo tan cercano y entró en la plenitud de la Vida, en la identidad del Padre y fuerza del Espíritu, ese es el misterio de Jesús ascendido al Cielo
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos de decir AMEN ¡ALELUYA!
LA ASCENSIÓN. EL ESPÍRITU SANTO NOS AYUDA
Jesús pidió a los once que evangelizaran para que las personas conocieran la PALABRA, creyeran en ella y se bautizaran, que ese era el camino de la salvación y, quienes no creyeran, se condenarían.
Esta propuesta fue clara y precisa pero… ¿Hacemos lo que nos pidió o practicamos una religión cargada de acciones que no cumplen esos requisitos?
Él, con su ejemplo, enseñaba que el judaísmo tenía esclavizadas a las personas con tantos preceptos… ¿Qué método empleó?
Hacer lo contrario cuando era necesario: Si le presentaban un enfermo en sábado lo curaba, aunque estuviera prohibido, pues Él ponía ayudar en primer lugar y el precepto después. A los fariseos les encantaba el postureo pero Él sólo se preocupaba de servir. Por estas formas de pensamiento tan contrarias chocaron, lo consideraron un peligro y lo mataron.
Hoy, se nos recuerda lo importante que es la fe y los poderes que tendrán quienes la tengan. Jesús la tenía y por eso daba de comer a muchas personas, expulsaba demonios, curaba enfermos… ¿Tenemos esa fe que hace cosas extraordinarias o vivimos abrazados a la fe materialista de lo tangible?
Quienes sí tienen fe exponen al Padre su problema, o el de otros, y después le piden su ayuda pero quienes no tienen claro qué es la fe, buscan la solución de sus problemas pidiendo ayuda a las imágenes.
Jesús, después de resucitar, convivió con los apóstoles durante cuarenta días y eso hizo que la verdadera fe arraigara en ellos, ya no tuvieron miedo, dieron testimonio, evangelizaron y entregaron su vida por el Reino.
Con la Ascensión concluyó Jesús su etapa terrenal y después las personas debemos trabajar, con la ayuda del Espíritu Santo, para que en el Reino de Dios resplandezca la verdad, la justicia, la ayuda mutua, la comprensión y todo aquello que cause felicidad pero, lamentablemente, hacemos lo contrario.
Pablo insistió en la evangelización, mantenernos unidos por la misma fe en el amor a Dios y al prójimo y en comportarnos con humildad, generosidad, amabilidad y paciencia. También les dijo que estar unidos no significa que todos hagamos lo mismo sino que cada uno trabaje en la misión para la que está capacitado y después responda de ella, así la comunidad funcionará bien.
MIRAR AL CIELO SIN QUEDARSE PLANTADO
Somos enviados por Jesús, misioneros; con la encomienda de recorrer el mundo entero anunciando su Buena Noticia, porque los destinatarios son todos: hombres y mujeres de buena voluntad que acepten el evangelio y la creación entera, la casa común.
Los que aceptan el evangelio y lo difunden, lo anuncian y proclaman, se distinguen por su modo de vida alternativo. Con sus obras y palabras, con su sola presencia, irradian vida, fuerza, luz y salud. Y llevando la alegría en torno suyo, disipan las tinieblas del miedo y la angustia. Son portadores de paz; una paz que se encarna incluso en las circunstancias más difíciles, de persecución e injusticias, testimoniando así que el mal nunca tendrá la última palabra. Alientan, consuelan, ensanchan corazones; conscientes de que la fuerza y la luz no nacen de ellos mismos, sino de la fuente que mana de su interior.
Para eso, hay que mantener la mirada fija en el cielo, en Jesús; no en el de la escena de la Ascensión, que se eleva y nos deja, sino en el que permanece con nosotros hasta el fin del mundo. Hace falta situar el cielo donde lo hicieron los místicos, no en el espacio exterior, que no es su lugar, sino en el más profundo centro de cada uno, como gustaba llamarlo San Juan de la Cruz.
Al decir de Santa Teresita, es necesario imitar el movimiento insistente de la Magdalena en el amanecer de la resurrección y agacharse, una y otra vez, en busca de Jesús. Hay que emprender una búsqueda perseverante y paciente que atraviese las Moradas interiores que describe Santa Teresa. Recorreremos un itinerario orante que nos llevará de la superficie de nosotros mismos hasta la comunión más profunda con el Amado, presente en el núcleo más escondido de nuestro ser. Ahí se encuentra el cielo en el que fijar la mirada. Acaba atrayendo como un imán, pero esa misma atracción empuja hacia afuera, al encuentro de cada hermano, para compartir con él el tesoro encontrado: la buena noticia de Jesús. Así, nadie puede permanecer plantado y echar raíces. Quien fija la mirada en el verdadero cielo, donde se halla Jesús, asume el riesgo y se lanza mar adentro para ser pescador de hombres y mujeres.
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