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Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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NO ES DE LOS NUESTROS (Mc 9,38-48)
La psicología de grupos dice que uno de los factores de cohesión interna es marcar diferencias con otros grupos, sobre todo con los afines. La reacción de los discípulos ante alguien que libera a los hombres en nombre de Jesús, sin ser uno de su grupo, es indicativa de este fenómeno. Lo que esta postura esconde es la pretensión de apropiarse de Jesús y hacer de su figura, de su mensaje o de su obra un patrimonio grupal. Él sale al frente y afirma que tiene otros muchos seguidores a los que no se debe entorpecer su tarea en favor de los hombres.
La cosa se complica cuando se trata de la Iglesia o la comunidad cristiana de un lugar. Es cierto que la unidad sólo se puede construir a partir de la diversidad, es decir, que sólo se puede unir lo diferente y que -según las enseñanzas de Pablo- el pluralismo de dones y tareas es una manifestación del Espíritu. El problema surge cuando alguien -sea persona o grupo- absolutiza lo que le es propio y desautoriza todo lo demás. Cuando esto ocurre, se está atacando uno de los rasgos de la Iglesia, aquel que engendra la fe en los extraños: la unidad. Es bueno reconocer lo que nos diferencia, pero no es menos bueno valorar lo que nos iguala y une.
El verdadero enemigo no es el otro o los otros, sino el escándalo -seducir al débil para que se entregue al mal-. Ése es el verdadero enemigo al que hay que temer y contra el que hay que luchar. Si una persona tiene buen corazón y sus obras son buenas -aunque parezcan insignificantes, como dar un vaso de agua-, ¿qué importa lo que piensen los hombres? El cristiano sabe que, cuando llegue la hora de la verdad, muchos se sorprenderán al ser recompensados porque ayudaron al juez del mundo sin saberlo.
Y este enemigo no es ajeno a cada uno. Es tan propio como la mano, el pie o el ojo. La verdadera lucha del creyente -y de cada ser humano- no es contra los demás, sino contra sí mismo. La maldad es una semilla que alguien, en algún momento de la existencia, sembró en nuestro corazón. La mejor tarea es arrancarla para que la semilla de la bondad -que nació con nosotros- brote, se desarrolle y madure. Dios -que es amor- nos ha creado a su imagen, pero la serpiente nos ha mordido y su veneno amenaza con destruirnos. El antídoto es el perdón. Pero éste sólo es posible cuando uno está dispuesto a la renuncia del amor propio y del orgullo. Y eso duele porque está muy dentro de nosotros. Pero así es la cosa. Quien no se adentre por este camino de vida, se sumergirá en el abismo donde la destrucción es completa -el fuego no se apaga- y la putrefacción, total -el gusano no muere-. Se trata por tanto de ser uno mismo, unido a los demás y luchando contra el enemigo interior que pretende convertirnos en apóstoles de nuestra propia maldad.
Francisco Echevarría
EN SU NOMBRE
Es la gran tentación de los cristianos, de quienes nos llamamos, y queremos ser, discípulos de Jesús. Creer que todo lo hacemos por él y en su nombre y hacerlo en el nuestro. Eso, como a los discípulos en aquellos días, nos lleva a la exclusión, a la búsqueda de poder, aplausos y brillo, al crecimiento desmesurado del ego, siempre dispuesto a ello. Y en la Iglesia no hay mayor escándalo, de modo especial para los pequeños. Y mucho peor es, en nuestras comunidades religiosas o parroquiales, o grupos de fe, preferir desparramar antes que renunciar a ser yo quien esté en todas las salsas figurando como protagonista. Es el gran escándalo de nuestras comunidades: afirmar que lo hacemos todo por Jesús y no mirar sino por nosotros mismos y nuestro prestigio. Cuanta mayor es la responsabilidad, mayor es el escándalo; porque se suele exigir mucho a los demás sin caer en la cuenta de nuestra propia y terrible incoherencia.
¿Cómo evitar tomar así el nombre de Dios en vano? Adoptando, de modo especial quienes tienen la misión de liderazgo en la Iglesia y las comunidades, la actitud de despego y altruismo, de responsabilidad madura de Moisés. Aprendiendo a delegar, a compartir responsabilidades, a no ir de Superman o Superwoman, de imprescindible. No olvidar nunca el viejo adagio: “A rey muerto, rey puesto”. Es bueno repetírselo al oído a la manera que se hacía con los generales romanos que volvían victoriosos de las batallas, y les decían, mientras la gente los vitoreaba como a dioses: “Recuerda que eres mortal”.
Es importante, también, tener presente el grito desgarrado de Santiago que clama por la igualdad entre todos. Actuar en nombre de Jesús sitúa a uno en el último lugar. Lo pone como servidor de todos, el que incluye a todos en términos de igualdad. El que no sufre que unos tengan mucho a costa de los que no tienen nada.
El salmo de hoy nos deja una pequeña perla de oración: “Preserva a tu siervo de la arrogancia para que no me domine”. Enséñame a hablar y actuar en tu nombre y líbrame de hacerlo en el mío o el de otros que no buscan el bien de los demás.
DOMINGO 26 T.O.B. 129.24 INCLUSIÓN Y ….
El evangelio de este Domingo nos trae varias enseñanzas, empezando por la inclusión de todos, lo pequeño cuenta tanto en lo que damos como nuestro comportamiento con ellos.
Juan, uno de los hijos del trueno y de buscar las prebendas, quiere excluir a uno que hace lo mismo que ellos en la misión que tuvieron, es decir no es de los “nuestro” y le hemos querido impedir hacer el bien.
Siempre la búsqueda de la seguridad del grupo, la salvaguarda de mi misión, de mi compromiso, solo y excluyente, yo y solo yo puedo…… y Jesús como otras veces, la del domingo pasado, le da la vuelta, y le dice que todos los que actúan en su nombre es bienvenido, todos los que no está contra ellos está a favor, es la apertura de todos, la señal de que el Reino de Dios está calando en el pueblo.
Este espíritu excluyente es muy propio de los creyentes, mi parroquia, mi grupo, mi hermandad, mi Virgen o mi Cristo, sí, se habla en posesivo como si yo fuera el centro de todo y los demás están fuera de esa orbita y nada más lejos de la realidad, si estamos dentro de los evangelios, la comunidad, la Iglesia es de todos y todos cabemos en ella, sin más privilegio que los que todos tenemos, ser hijo de un mismo Padre, el Nuestro y hermanos de todos.
Jesús hace una llamada, al parecer extraña, diciendo ...”y además….”ese vaso que demos, ese gesto que tengamos, ese saludo, esa palabra de aliento, ese desear los buenos días….., tendrá la recompensas de verte lleno porque te has dado, te has entregado a los que nadie ni te han pedido ni te han solicitado nada, es la grandeza de la entrega ...””y amando a los suyos, los amó hasta el extremo”.
La enseñanza sobre el escándalo nos debe hacer pensar en nuestro actuar en la vida, en como nos comportamos, pues ese comportamiento, esa manera de hacer y ver las cuestiones de cada día puede llevar a otros a no comportase como es debido, a llevar el mal a sus vidas, porque nuestras vida tienen podo de evangelio, nos comportamos de forma distinta a lo que decimos creer y ello hace que Jesús nos de esa radicalidad en nuestra manera de ser por lo que debemos ir quitando todo aquello que obstaculice nuestra vida de creyente, en un discernir cada día – al atardecer...- como ha transcurrido mi día, qué hecho mal y qué bien he dejado de hacer, pues puede que el primero sea menos importante que el segundo, bien que olvidamos con frecuencia ya que parece que somos más hijos de la culpa que de la bondad.
Recemos con el salmista, “preserva a tu siervo de la arrogancia, para que no me domine: así quedaré libre e inocente del gran pecad
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, enseñanos a decir ¡AMEN!
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