DOM-34B

jueves, 15 de noviembre de 2018

25 NOVIEMBRE 2018          
DOM-34B

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 15 noviembre, 2018 21:51 dijo...

UN REY CRUCIFICADO (Jn 18,33-37)

El Reino de Dios proclamado por Jesús ni es cosa de este mundo, ni se rige por sus leyes. Cuando Pilatos le pregunta si él es rey, no duda en contestar que sí, pero que no debe inquietarse porque no piensa disputarle el trono a ninguno de los reyes que él conoce. Y es que las cosas del mundo se ven distintas con los pies en el suelo o desde una cruz.

En el mundo, los pequeños sirven a los grandes y los grandes se sirven de los pequeños, los débiles se someten a los fuertes y los fuertes dominan a los débiles, el hombre de la calle acata la voluntad de los poderosos y los poderosos, con el voto que le da el ciudadano de a pié, impone a éste su voluntad. Este modo de hacer las cosas, con el tiempo, crea diferencias y éstas, también con el tiempo, se acrecientan de tal modo que terminan siendo muros de separación entre los hombres.

Así surgen las clases sociales y las marginaciones. En el reino de Dios predicado por Jesús las cosas son de otro modo: los grandes sirven a los pequeños, los fuertes protegen a los débiles y los poderosos se ponen a disposición de pueblo. De esa manera se eliminan las vallas y se construye la unidad, la fraternidad, la comunión, la solidaridad...

El símbolo de esta contradicción es el trono desde el que gobierna el Rey de este reino: la cruz. Cuando el procurador romano puso sobre la cabeza del crucificado "Este es el Rey de los judíos" no sabía que estaba diciendo una gran verdad, porque el Rey de los Reyes gobierna no con poder sino con amor y la cruz es el momento de la plena manifestación del amor. Ya lo había dicho él: "Nadie tiene amor más grande que el que da su vida por quienes ama".

La figura de Cristo como rey crucificado debe hacer pensar a quienes gobiernan, tanto en la Iglesia como en la sociedad civil. Es una tradición antigua en la Biblia que el rey no es mas que un hombre puesto al frente del pueblo para -en el nombre de Dios- administrar justicia y defender a los débiles -que los fuertes ya se defienden solos-. Este es fundamento de la autoridad y, por ello -en un sano sentido de la misma- no debería haber prepotencia, sino humildad; no debería haber sumisión, sino libertad; no debería haber fuerza, sino suavidad.

Cristo es el Rey y rey es cada ser humano ya que Dios todo lo ha sometido bajo sus pies. Cuando esto se olvida, quien detenta la autoridad llega a creerse dueño de la misma y pasa a convertirse en un dios, pero no en un dios de amor, sino en el dios de la guerra. Por eso los endiosados terminan sacrificando a sus pueblos en el altar de su propia ambición. Su error está en no ver que tienen los pies de barro y un día, por fortuna, un piedra insignificante los golpea y de derrumban. Así ha sido en el pasado, así es en el presente y -¡qué duda cabe!- así seguirá siendo en el futuro. En la pirámide del poder llegar arriba no es una suerte, sino una responsabilidad.

juan antonio at: 18 noviembre, 2018 18:59 dijo...

JESUCRISTO, SIEMPRE, SIEMPRE…..
En el pasaje del Evangelio nos dice Jesús que ””su Reino no es de este mundo”” y aquí podíamos traer lo que nos decía el Evangelio de hace unos días (15.11) “”El Reino de Dios no viene aparatosamente………porque mirad, el Reino de Dios está en medio de vosotros””(Lc 17,20).
Qué es el Reino de Dios, o mejor el Reinado de Dios, pues esta es la clave de todo el mensaje de esta fiesta y de toda la actividad de Jesús en este mundo, la proclamación de la Buena Noticia, la proclamación del Reinado de Dios, que para mí no es más que la proclamación del Amor de Dios a la humanidad, Dios nos quiere y ese Amor nos fue revelado por Jesús Encarnado, dándonos a través de las innumerables enseñanzas las pautas de ese Reinado, el banquete, la perla, el tesoro, la luz, la levadura, la………, repasemos, reflexionemos y encarnemos en nuestras vidas ese Evangelio del Amor de Dios, Amor que no reparó en nada para con el hombre, ni en su Hijo ni éste con su vida, pues por denunciar la falsedad y la hipocresía en que vivían los responsables del pueblo y haciendo la voluntad del Padre, plantó su trono en un madero infame, en redención salvadora.
Y este es el anuncio del Reino de Dios que Jesús nos hacía al decirnos que “está en medio de vosotros” y por supuesto no es de este mundo, es para este mundo pero no con las cosas del mundo, sino con la manera y estilo de Dios, Amor hasta el final.
Jesús nos lo dice, “soy rey, para eso nací y para eso vine al mundo”.
Él cumplió, nosotros, yo, tendríamos que preguntarnos qué implicación tengo, tenemos, qué hago porque ese Reino sea verdaderamente implantado desde ya en nuestra tierra, Reino de amor, de paz, de justicia y de verdad……hasta la plenitud de los tiempos y de la vida, en que Dios recapitule todo en Cristo como nos dice Pablo en la carta a los Efesios 1,10.
Mi Reino de no es de este mundo, pero Él vino al mundo y nosotros estamos en el mundo, busquemos nuestra tarea, la voluntad del Padre sobre nosotros y hagámosla realidad en lo poco o mucho que nuestras circunstancias nos deje.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a decir AMEN

{ Maite } at: 20 noviembre, 2018 18:06 dijo...

Santa Teresa dice de Jesús que es "amigo verdadero" y que la oración es "adonde él da luz para conocer verdades". Lo primero quiere expresar que Jesús es amigo que nunca falla, pase lo que pase, que no abandona ni traiciona " como hacen los del mundo", al decir de la Santa. Lo segundo expresa que la oración bien hecha, el trato de amistad frecuente con Jesús, necesariamente ilumina al que la practica y hace conocer la verdad sobre Dios, el orante, la vida y su acontecer y discurrir, los demás...

Para Teresa quien ora es de los amigos fuertes de Dios, es de la verdad, y escucha, por tanto, la voz del Señor y guarda su palabra.

Como los amigos de Dios Teresa esperaba la venida de su Reino y sentía particular regocijo en las palabras del Credo que afirman que tal reino no tendrá fin.

Como amiga de Jesús Teresa sabía muy bien que su reino no es de este mundo, que está estrechamente vinculado al sufrimiento de la cruz, a la entrega de la propia vida, al servicio, al olvido total de sí.

Teresa conocía bien los reinos y reyes de este mundo y lo que se puede esperar de ellos. Cuando ella considera a Jesús como su rey y se dirige al él como Su Majestad quiere decir que no quiere otro reino ni otro rey.