3ºADV-C

viernes, 7 de diciembre de 2018

16 DICIEMBRE 2018
3ºADV-C

3 comentarios:

juan antonio at: 10 diciembre, 2018 09:27 dijo...

ESTAD SIEMPRE ALEGRES EN EL SEÑOR
Esta semana las lecturas nos invita a la alegría y por ello, se ha llamado Domingo de Gaudete, fue y es una suavización de nuestra actuación en la preparación de la Venida del Señor, se cambia el morado por el rosa y las lecturas previas al Evangelio nos llena de alegría y gozo, porque ese gozo y esa alegría no viene más que de que, haciendo caso a la llamada del Bautista, estamos disponiendo nuestro corazón en abierta conversión.
Choca esta alegría con la sociedad en que vivimos, en la que ha desaparecido la que los profetas y Pablo nos predica y nos lleva a preguntarnos qué tenemos que hacer, cuando la vida que nos rodea nos habla de que nos miremos a nosotros, que nos demos esas comilonas que organizamos por un motivo que está lejos de lo que es, por lo que tenemos una ignorancia supina de su celebración y una indiferencia detestable con tanto faralaes que no llevan a lo que dice.
Estamos como en la enseñanza de Jesús respecto de los sacerdotes y maestros de la Ley, “haced lo que os digan, pero no hagáis lo que hacen”.
Pero en este caso no nos dicen nada, porque, desgraciadamente, esta sociedad está vacía de todo valor humano y no digamos de los valores religiosos que parece ser la causa de las celebraciones.
Pero no perdamos nuestro norte, no dejemos de ver la estrella que nos guía, no dejemos de escuchar al Bautista que nos dice que abramos nuestros armarios, nuestras despensas, nuestras carteras, nuestros corazones a la honestidad y profesionalidad de nuestras vidas, en resumen que compartamos y que seamos moralmente correcto en nuestro actuar y ello dándonos que es la esencia del amor, Amor con mayúscula que es a quien esperamos.
Santa María, Madre del Amor Hermoso y Madre nuestra, enséñanos tu alegría en el silencio de tu amor, AMEN

Paco Echevarría at: 11 diciembre, 2018 10:54 dijo...

¿QUÉ HACER? (Lc 3,10-18)

El pueblo que siguió a Juan Bautista no se limitó a escuchar, sino que se dejó impactar por sus palabras. De ahí que le pregunten: "¿Qué tenemos que hacer?". Hoy padecemos de "incontinencia verbal" -como alguien ha dicho-. No hay más que asomarse a los medios para ver a indocumentados opinar y discutir, sin rubor, de todo lo divino y humano con el único propósito que aumentar la audiencia. Y no es que neguemos a nadie el derecho de opinar; sólo reclamamos el deber de reflexionar antes de hacerlo porque, no se trata de decir lo que uno piensa sino de pensar lo que uno dice. Todo esto viene a propósito de la pregunta que la gente le hizo a Juan: no le pidieron ideas sino líneas de acción. Buena lección para un mundo como el nuestro donde sobran opiniones sobre los problemas -palabras- y faltan manos que remedien esos problemas -hechos-.

Pero, del mismo modo que no vale cualquier palabra, tampoco vale cualquier obra. Juan Bautista apunta por dónde tienen que ir las cosas. Tres son las preguntas que formulan otros tantos colectivos: al pueblo le dice que sean solidarios, es decir, que cada uno ame al prójimo como a sí mismo; a los publicanos -a los funcionarios encargados de la hacienda pública- les dice que sean justos y no se aprovechen del cargo para enriquecerse a costa de los demás; y a los soldados -a los militares-, que no abusen del poder y de la fuerza para satisfacer su avaricia. Como puede verse, a ninguno le dice que cambie de profesión o de vida. Cada uno ha de responder desde la situación y profesión en que está. No se trata, por tanto, de hacer grandes actos de heroísmo, ni de llevar una vida ascética. Se trata simplemente de vivir el "ama a tu prójimo como a ti mismo".

Al oír su mensaje, la gente empezó a preguntarse si no sería Juan el mesías esperado. Con una gran humildad el Bautista aclara las cosas: él no era más que un heraldo. Su misión era preparar el terreno al que venía detrás. El suyo era un bautismo de agua -un cambio exterior, de costumbres-; el Mesías, por el contrario, bautizará con Espíritu Santo y fuego, es decir, purificará el corazón y transformará interiormente al hombre. Juan se conforma con que los hombres cambien sus costumbres; Jesús exigirá que cambien los hombres. Es porque las cosas bien hechas se hacen con las manos pero se cuecen en el corazón, pues, la bondad de las obras depende de la bondad de los sentimientos. En otras palabras: es bueno hacer grandes obras, pero es mejor hacer grandes hombres y mujeres. Lo cual sólo es posible trabajando el corazón porque las personas, como los árboles, crecen desde dentro. Esto es lo único que divide a los hombres. Lo que los hace diferentes no es el color de la piel, la cultura, la lengua..., sino el corazón. Sólo hay dos formas de vivir: una humana y otra inhumana. La primera es la de aquellos que tienen un corazón de carne; cuando aparece la segunda es que los hombres tienen un corazón de piedra.

Maite at: 11 diciembre, 2018 16:09 dijo...

¿Quieres anunciar la Buena Noticia de Jesús a los demás? ¿Preparar su venida, allanar sus caminos? Juan te enseña la mejor manera de hacerlo: con tu vida. Eso sí, una vida en solidaridad con los demás, allí donde se desarrolla tu actividad. Una vida hecha de compartir lo que tienes. Una vida entregada a quienes consideras hermanos, que son todos. Y una vida humilde, porque el que ha de venir es otro, y no tú.

Juan esperaba y anunciaba un Mesías justiciero, alguien muy distinto de Jesús. Tú ya conoces quién es. Escuchas asiduamente su Palabra, has experimentado su misericordia, su perdón, su Espíritu. Tienes mucho de qué dar testimonio, mucho amor que irradiar, mucho consuelo que compartir.

Tienes, sobre todo, mucha alegría. No una alegría superficial, de colorines, de que todo me va güay porque yo lo valgo. Tienes la alegría de los discípulos que saben que el Señor está cerca, aunque todo diga lo contrario. Por eso la paz que experimentas no tiene que ver con que las cosas te vayan bien. Nace de tu confianza en el Señor, que es tu fuerza y salvación; porque él es grande en medio de ti.

Serás pobre y pequeño, limitado y pecador, frágil y vulnerable, lleno de defectos, y aún así todo un Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva, que se goza y se complace en ti, te ama y se alegra contigo. Porque él lo vale.