MARCOS 1,40-45: La lepra se le quitó y quedó limpio.
Descargar 6º Domingo Ordinario - B.Juan García Muñoz.
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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Un hombre leproso se acerca a Jesús incumpliendo las prescripciones de la Ley. Es audaz, o mejor, está desesperado. Por eso suplica de rodillas y la suya es una de las oraciones más bellas que encontramos en los evangelios: si quieres, puedes limpiarme. También Jesús incumple la Ley al tocarlo. No hacía ninguna falta, podía curarle con la palabra, pero Él no se deja ganar en audacia y conoce la importancia de los gestos, y sabe, tal vez lo aprendió de niño, cuanta cercanía, seguridad y confianza, cuanto cariño se puede transmitir tocando a alguien.
Jesús siente lástima y compasión ante el dolor. Conoce todas sus manifestaciones e implicaciones, por eso cura por dentro y por fuera. Sabe que el leproso necesita ser rehabilitado en la sociedad para dejar de ser un marginado y le pide que acuda al sacerdote con una ofrenda por su purificación. También le exige silencio sobre su curación, pero eso es pedir demasiado. El leproso ha recuperado la salud, se ve limpio y ha sido liberado del confinamiento a que le sometía su mal. Ha vuelto a nacer. Y eso no se puede callar por mucho que se lo exijan a uno. No se puede poner puertas a la alegría desbordante de la curación, al agradecimiento de un hombre nuevo al que han devuelto su dignidad.
Todo empezó porque desafiando el orden establecido se acercó a Jesús y suplicó: si quieres, puedes limpiarme.
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