CUARESMA 5º-C

domingo, 10 de marzo de 2013

17 MARZO 2013
5º DOM. CUARESMA-C
JUAN 8,1-11: El que esté sin pecado que tire la primera piedra.

4 comentarios:

Paco Echevarría at: 10 marzo, 2013 09:11 dijo...

LA CEGUERA DEL JUSTO (Jn 8,1-11)

El adulterio era castigado por la ley israelita con la pena de muerte, pero las autoridades romanas habían retirado al Sanedrín el derecho a ejecutar a nadie. La pregunta que le hacen a Jesús es capciosa: si aprueba la ejecución, desautoriza la ley romana; si la rechaza, se opone a la ley judía. Los escribas y fariseos están haciendo del asunto un problema legal y quieren que Jesús se defina con los que defendían la aceptación de la legislación romana en contra de los intereses judíos o con los nacionalistas que rechazaban todo sometimiento a Roma.

Jesús tiene otro punto de vista: para él no está en juego la ley, sino la vida de una mujer. Su respuesta va en esa línea y viene a decir: "Si se trata de un problema legal ¿qué más da la legislación judía o la legislación romana? Una cosa sí es importante: que apliquen la ley hombres justos. Si de justicia se trata, seamos justos con todas las consecuencias". El resultado ya lo conocemos. Todos sintieron vergüenza de lo que estaban dispuestos a hacer.

Al final sólo quedan frente a frente la pecadora y Jesús, el pecado y el perdón. El único justo tampoco juzga ni condena. Frente al pecado de los hombres sólo caben dos posturas: la compasión o el castigo. El hombre verdaderamente justo conoce la debilidad del corazón humano y por eso es compasivo; el falso justo está cegado por su soberbia y por eso se erige en juez de los demás. El fariseo está internamente ciego y por eso no ve su culpa; sólo tiene los ojos abiertos para ver la culpa de los demás.
Como en la parábola del hijo pródigo, se enfrentan dos mentalidades o formas de entender la vida religiosa: una tiene como eje la misericordia que se manifiesta en el perdón del pecador; otra hace de la justicia la clave y sólo entiende de premio o castigo. Jesús opta por lo primero; sus enemigos, por lo segundo. En el corazón de cada uno, en la Iglesia y en la misma sociedad, hay muchas heridas abiertas. Si hacemos de todo un problema de justicia, nos metemos en un callejón sin salida porque es imposible ser rectamente justo. La aplicación de la justicia -debido a la limitación humana- se convierte en punto de partida de nuevas injusticias.

Si queremos hacer un mundo nuevo, hay que proclamar un año jubilar: un año en el que la justicia ceda el sitio a la misericordia, al perdón y a la reconciliación. El año dos mil fue una buena oportunidad para que los hombres empezáramos el milenio bajo el signo de la paz, no la que procede de la justicia -porque es tarde para ello-, sino la que brota del perdón. Ciertamente, no resulta fácil en el mundo porque hay demasiados resentimientos, enfrentamientos y odios, pero, al menos, debería ir sonando esta canción. Clasificar -los míos y los otros, derechas e izquierdas, orientales y occidentales, etc- conduce, tarde o temprano a la exclusión y, finalmente, al enfrentamiento. ¿Tan difícil es ser uno mismo sin necesitar, para ello, acabar con el que es diferente? ¿Tan difícil es vivir sin mordernos unos a otros?


Francisco Echevarría

Manolo Martín at: 10 marzo, 2013 09:14 dijo...

JUZGAR

DOMINGO 5º CUARESMA-C

Cuando nos encontramos alguna vez con una persona inflexible, partidaria de la mano dura o reclamando castigos divinos, no da miedo. Y es que el evangelio me dice que no podemos ser así.

Nuestra vida está cargada de caídas y errores. Y el Señor, muchas veces, con su perdón nos ha devuelto la paz. Su perdón nos dice que muchas veces nosotros mismos nos hemos castigado con nuestros propios caprichos.

Ante el pecado de esta mujer tenemos la misma sensación de los viejos que no se atrevieron a lanzarle la piedra: "pusiste nuestros secretos a la luz de tu mirada" (Salmo 90,8). Y hemos confesado, también en secreto, la suplica de perdón y hemos encontrado la Palabra: "Tampoco te condeno. Vete en paz".

Tanta misericordia recibida no puede volverse tacaña con el hermano. Aquel a quien podríamos juzgar es una persona a la que Jesús espera pacientemente para otorgarle el perdón. No se puede acusar a los que nos hacen daño mientras Jesús se dirige a ellos ofreciéndoles el perdón desde la cruz.

Juzgar nos vuelve ciegos, hace sentirnos "impecables".

Juzgar para un cristiano implica el que se considere al otro que esta separado de Jesús por su pecado y al juzgarle así somos nosotros los que realmente nos separamos de Jesús. El nos dice: "No juzguéis y no seréis juzgados".


Manolo Martín de Vargas

Maite at: 11 marzo, 2013 21:39 dijo...

Los acusadores de todos los tiempos seguimos siempre el mismo patrón: pescamos in fraganti al pecador y lo llevamos al juez, intentando pillar a este también desprevenido poniéndolo ante una situación que solo admite una condena radical. Y es que sabemos aplicar muy bien la ley.

En este evangelio Jesús encuentra frente a sí a otra oveja descarriada, y los que tienen el deber de pastorear son quienes hacen de lobos y se lanzan sobre ella como las bestias que son. La Ley de Moisés es clara, y la ocasión de aplicarla también.

Ante una situación tan violenta y comprometida, tan delicada y crucial, Jesús se toma su tiempo, que de pronto se ralentiza, y no se deja atrapar por la espiral de tensión que invade el aire. Ante la insistencia de quienes preguntan y buscan una condena formal responde con pocas palabras. Pide a los acusadores que miren dentro de sí y que ejecuten la sentencia según las propias culpas y transgresiones de la ley.

No habla más y parece desentenderse, pero no se va. Una mujer, acusada y sola, permanece ahí esperando sentencia.

Ninguno se atreve a lanzar la primera piedra y se van escabullendo. Fueros todos en grupo, envalentonados con la fuerza de la ley, e interpelados personalmente, en su conciencia, no encuentran asidero para desmarcarse y apedrear.

Si estoy entre los acusadores esta es la palabra que Jesús me dirige: si estás sin pecado lanza la primera piedra. Si soy la acusada acabaré quedando sola ante Él y su palabra será: tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.

Porque solo así recuperaré mi dignidad de hija y emprenderé el camino de la vida, y nunca estaré entre quienes acusan, sino entre los que acogen al pecador y lo perdonan, condenando solo el pecado.

Juan Antonio at: 17 marzo, 2013 20:58 dijo...

Hoy quiero dejar una reflexión que no es mia y que tomo del sacerdote al que le he escuchado la homilia de este Domingo.
Este sacerdote al explicarnos el Evangelio de hoy nos decía que el Señor lo que nos quiere decir en este pasaje es que el pecado está en nosotros, que estamos, que estoy lleno de pecado y por ello con aquella simple expresión "quien esté libre de pecado, tire la primera piedra" nos está diciendo que miremos nuestro interior, que miremos nuestra conducta, que no juzguemos y no seremos juzgado, que no condenemos y no seremos condenado y que con la misma medida que usemos para los demas, nos medirán.
Y aquella mujer, pecadora, sin duda, se encontró sola ante Jesús y tuvo ese encuentro maravilloso y en ese dialogo, corto pero lleno de vida, de amor, de ternura, de acogida, terminando con esas palabras de
SI NADIE TE HA CONDENANDO, YO TAMPOCO, Y EN ADELANTE NO PEQUES MAS.
Miremos nuestro pecado y sintamonos acogido por Dios en su infinita misericordia.