DOM-16C

lunes, 15 de julio de 2013
21 JULIO 2013
DOMINGO 16-C


LUCAS 10,38-42: Marta y María

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 15 julio, 2013 08:34 dijo...

SERVIR Y ESCUCHAR (Lc 10,38-42)

La hospitalidad era un deber sagrado en la antigüedad. Así estaba escrito en la Biblia: “Cuando un emigrante se establezca con vosotros en vuestro país, no lo oprimiréis. Lo amarás como a ti mismo porque emigrantes fuisteis en Egipto” (Lv 19,33-34). El texto es antiguo, pero conserva toda su lozanía y es de plena actualidad. Nosotros fuimos en otro tiempo un pueblo de emigrantes. Hoy somos un pueblo que recibe emigrantes. Debido a ello empiezan a aparecer en algunas posturas o ideas que creíamos ajenas a nuestra cultura o pertenecientes a un tiempo ya pasado. Por desgracia, la hospitalidad, como tantos valores, ha caído y quedado reducida a un deber de cortesía que sólo obliga con los familiares más allegados y los amigos.

La estancia de Jesús en casa de Lázaro –al margen del sentido teológico del relato– es una lección de hospitalidad y de buenas maneras. Marta y María representan dos posturas ante el Maestro y dos actitudes ante el huésped –y el extranjero–: la escucha y el servicio.

Escuchar al huésped para conocer su mundo –el mundo del que viene y el mundo que encierra en su interior– es la primera característica de un buen anfitrión. En esa escucha atenta y abierta está el mejor medio para el enriquecimiento mutuo entre los individuos y los pueblos. El miedo, la desconfianza y el menosprecio constituyen su mayor impedimento. El complemento de la escucha es el servicio que no es sino la acogida activa, eficaz, comprometida. Lo contrario de la misma es el rechazo o el desinterés. Jesús defendió y predicó el valor de la hospitalidad y lo consideró un criterio para juzgar la rectitud de corazón humano: “Fuí extranjero y me recogisteis” (Mt 25,36).

Es sorprendente –aunque tiene su lógica– que, en unos aspectos, vayamos hacia la planetización de la vida y a la convergencia de intereses, mientras que, en otros, nos movemos, con paso apresurado, hacia el particularismo. Ahí está –por ejemplo– el proceso de unificación de Europa y el auge de los movimientos nacionalistas. Sociólogos y antropólogos tendrán que explicarnos por qué. El problema –según creo– es ver las cosas como oposición, porque esto lleva a la lucha y al enfrentamiento. La solución está en verlas como polos complementarios: sólo se puede construir la unidad desde la diversidad y el pluralismo. Sólo respetando las diferencias se puede construir un mundo solidario y unido. Lo contrario es totalitarismo.

Ante el fenómeno de la inmigración y el resurgir de los nacionalismos sería bueno aprender la lección que se nos da en casa de Marta y María. Necesitamos escucharnos tanto como ayudarnos. Si cada uno permanece encerrado en su castillo, con los cañones apuntando al castillo vecino, nunca viviremos en paz.

Maite at: 15 julio, 2013 17:24 dijo...

Abrahán hospeda al Señor después de rogar a los tres hombres en pie frente a la entrada de su tienda que no pasen de largo. Les ofrece descanso y comida. Ellos aceptan y Abrahán se multiplica, diligente y eficaz, para atenderlos: encarga a Sara que amase una hogaza de pan, escoge un hermoso ternero y se lo da a un criado para que lo guise y él mismo lo sirve con pan, cuajada y leche. Mientras sus huéspedes comen permanece en pie junto a ellos y al terminar le prometen un hijo de Sara.

También Marta acoge a Jesús en su casa, y se multiplica para dar abasto con el servicio, pero anda inquieta y nerviosa por tantas cosas. Tiene una hermana menor que, sentada a los pies de Jesús, escucha su palabra, embelesada y ajena al agobio de su hermana mayor. Ante la queja de Marta pidiendo ayuda Jesús dice que María ha escogido la parte mejor.

Santa Teresa, recordando esta escena, opina que Marta y María deben andar juntas siempre, y que si todos hicieran como María "no habría quien diera de comer a este divino huésped"

En realidad no debe haber conflicto entre ellas. Cuando decidimos qué hacer nos movemos por prioridades. Para eso hace falta tener siempre en cuenta y muy claro qué cosa es la única necesaria, y también que hay un tiempo y espacio para cada una: hay tiempo de servir y tiempo de sentarse a escuchar y contemplar la Palabra del Señor. Saber conjugar ambos es lo que marca la diferencia entre vivir en el agobio o en las nubes declinando toda responsabilidad.

El salmista va más allá y quiere ser hospedado, él mismo, en la tienda del Señor. Se pregunta quién puede gozar así de su intimidad: el que de pensamiento, palabra y obra hace el bien a su prójimo. El que, como buen samaritano, practica con él la misericordia.

Pablo lo vive sufriendo con alegría por los hermanos, anunciando a Cristo: esperanza de la gloria para todos, amonestando, enseñando con todos los recursos de la sabiduría para que todos lleguen a la madurez en su vida cristiana.

Permanece atento al camino y si el Señor se para a la entrada de tu tienda pídele que no pase de largo y procura servirle con corazón limpio, con generosidad, poniendo a su disposición lo mejor de ti. Pero no te multipliques hasta la extenuación, la inquietud y el nerviosismo, Él aprecia todo lo que hagas pero quiere que sepas qué es lo único necesario. Administra tu tiempo y energía de modo que puedas permanecer a sus pies, tranquilo y sosegado, a la escucha de su Palabra. Dale tiempo para que cale en ti como lluvia fina que empapa la tierra árida y deja que despierte en tu corazón anhelos de hospedarte en la tienda del Señor, a su amparo y bajo sus alas, comiendo de su pan y bebiendo de su vino, su Cuerpo y Sangre entregados por ti.

Juan Antonio at: 21 julio, 2013 19:36 dijo...

Hoy la Palabra de Dios nos trae como tema central la acogida, la de Abrahán, la de Marta y María con su controversia de acción, superada porque nuestra vida entraña, o debe entrañar, ambos aspectos de la vida cristiana, la contemplación que nos lleva a la acción y la acción que nos lleva a contemplar la realidad dura ante nuestro Padre Dios en una oración llena de amor.
Pero el Salmo también nos habla de una acogida, de la acogida deseada por el creyente, por el hombre/mujer fiel y confiado que dirige a Dios esa plegaría ¿Quién puede hospedarse en tu tienda, Señor?
Y el salmista desgrana una serie de normas de conductas que no estaría de más que repasáramos en nuestra reflexión.
Así nos plantea la honradez, la justicia, la rectitud de intención, el dominio de si, el bien al prójimo y el cuidado con la maldad.
La generosidad, la limpieza de nuestras actuaciones públicas y el bien de los más débiles.
Son comportamientos tan necesarios como imprescindibles en nuestra sociedad actual, donde impera toda clase de cosas, menos las que el salmista nos pone en el canto de hoy.
Son actitudes a desarrollar en nuestra vida y se nos da como anticipo de las Bienaventuranzas, de ese proyecto de vida que un día Jesús nos da en el monte o al pie del mismo, pero a cielo abierto, sin oscurantismo y dirigidos a todos aquellos que quieran seguirle, bienaventuranzas si en todo momento estamos unidos a Jesús, si en toda circunstancias contamos con Él, si en todo nuestra confianza está puesta en Él.
Hoy la Palabra de Dios nos da esas pautas, esos comportamientos como ruta a seguir para el bien de todos, porque no excluye a nadie, más que el que se excluye así mismo.
Lancémonos con confianza plena a la acogida en la casa del Señor, que no es otra que el Reinado de Dios desde ya y para siempre.