6 OCTUBRE 2013
DOM 27-C
DOM 27-C
LUCAS 17, 5-10: Si
tuvierais fe como un granito de mostaza
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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EL PODER DE LA FE (Lc 17,5-10)
Hay respuestas de Jesús que sorprenden porque no parecen guardar relación con la pregunta que le hacen. La que da en este pasaje evangélico es una de ellas. Le piden sus discípulos que les aumente la fe y él responde diciendo que la fe es muy poderosa y que es más cuestión de hacer que de decir. En realidad está respondiendo a la mentalidad desde la que ellos hablan: la fe -viene a decirles- no es asunto de cantidad, sino de calidad y compromiso.
Es innegable que el tema de la fe está de plena actualidad: en unos casos por el rechazo abierto y hasta militante de quienes niegan el orden sobrenatural y la existencia de Dios; en otros por todo lo contrario, pues, en muchos ambientes se detecta un despertar del interés por lo religioso, lo sobrenatural, el misterio... El mundo, una vez más, es un reino de contrastes. Y esto tiene grandes ventajas porque ya la fe no es una postura existencial heredada o vivida desde el ambiente, sino una opción personal. Decir -como algunos siguen diciendo- que la gente va a la misa para que la vean no deja de ser un tópico y una simpleza propia de quienes viven todavía anclados en el pasado. Suelen ser los mismos que se ponen de uñas y hablan de intromisión en la vida pública, cuando alguien perteneciente al mundo religioso dice algo que va contra sus intereses, opciones políticas o posiciones existenciales. Argumentan que eso no es admisible en un estado aconfesional, confundiendo así el estado aconfesional con la aconfesionalidad de los ciudadanos. Quisieran éstos que la religión fuera algo íntimo y privado sin ninguna presencia o relevancia en la vida social. Se reconoce el derecho, pero se niega la posibilidad de ejercerlo.
La fe es una opción existencial que compromete a la persona en todas las dimensiones del ser, incluida la social. El derecho a creer implica, por tanto, también el derecho a expresar públicamente la fe y las opciones que se derivan de la misma. El respeto al otro implica que no puedo imponer a nadie mis creencias y el respeto a mí mismo, que nadie puede impedirme que exprese públicamente mi fe. Lo contrario nos lleva al totalitarismo.
A los creyentes, las palabras de Jesús nos advierten de la necesidad de cuidar la intensidad o calidad de nuestra fe. No es cuestión de tener mucha -como si todo se resolviera creyendo una gran cantidad de verdades y dogmas-, sino de que sea viva y comprometida, porque la fuerza le viene de lo viva que esté, no de lo amplia que sea. La eficacia del grano de mostaza lo demuestra. Por eso debemos incluso moderar nuestro lenguaje y no hablar tanto de tener fe cuanto de ser creyentes. El actuar brota desde el ser, que esa es otra de las modas actuales: decir que soy creyente, pero no practicante. ¿Cómo se puede creer sin vivir de acuerdo con la fe que se profesa?
No hay fe grande o pequeña; hay fe o no la hay. Fe entendida y vivida como confianza plena y total en el Otro, sabiendo que todo está en sus manos, que para Dios no hay nada imposible; que puede hacer mucho más de lo que nosotros pedimos, pensamos o podemos imaginar o desear. Confianza en que Él sabe lo que nos conviene y que todo es para bien de los que le aman. Esa es la fe que mueve montañas, porque es la roca firme en que se afianzan nuestros pies, la luz que, en medio de la oscuridad, guía al corazón.
Hace años oí decir a un obispo cuánto le costaba, en sus años de seminarista, considerar las palabras del Señor en el evangelio:
"Lo mismo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo mandado decid "somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer"
Cuando lo contaba había descubierto la grandeza de ser un siervo de la viña del Señor y la satisfacción y el orgullo de poder decir al final del día, o a la tarde de la vida: hemos hecho lo que teníamos que hacer.
He tenido la suerte de estar presente en los últimos momentos de religiosas que han convivido conmigo, de quienes se puede decir que eran unas siervas fieles que habían hecho lo que tenían que hacer. Y desde entonces he deseado llegar a esa hora como ellas.
Qué bueno es para nosotros y para todos los que nos rodean saber estar en el lugar que nos corresponde, que es el del servicio a los demás; y encontrar en ello, en hacer bien la tarea que tenemos encomendada, nuestra recompensa y satisfacción. Eso nos coloca en el centro de nuestra humildad, que diría San Juan de la Cruz, donde nada aprieta ni oprime ni por delante ni por detrás, ni por arriba ni por abajo. Y así nos podemos mover con libertad y en verdad en alas del amor que se da sin calcular, hasta el final de cada día.
La Palabra de este Domingo, nos trae el tema de la fe, cuyo año, proclamado por Benedicto XVI termina en este mes y sobre la fe los Papas dieron la Carta Apostólica Porta Fidei , la Encíclica Lumem Fidei y Benedicto XVI inició unas catequesis los miércoles sobre la fe que continuó el Papa Francisco y después de todo estos documentos y más los libros y artículos y trabajos que se han escrito, hacer una reflexión sobre la fe, por pequeña que sea, es algo temerario, pero quien no se lanza, no corre riesgo alguno y el cristiano, llamado al compromiso, si no corre riesgo, pues…..
En la catequesis del día 24 de Obre de 2012, el Papa Benedicto XVI se preguntaba si en el siglo que vivimos tenía sentido hablar, tener fe y el Papa llegaba a la conclusión que sí, pues el hombre, hoy como ayer y como mañana, se sigue haciendo las mismas preguntas sobre su vida, su presente, su futuro y qué hay más allá de nuestra partida, pues sigue estando necesitado de además de pan, de amor, de significado, de esperanza y fundamento, satisfacción que encuentra en Dios nuestro Padre, verdad, camino y vida.
La fe se nos regala, como la semilla de mostaza, pequeña en nuestro bautismo, con el paso de los años se nos fue dando razones de nuestra fe conforme a nuestra edad, pero llegada la edad adulta hicimos la opción de aceptar a Dios y tenemos que cultivar esa opción, nuestra fe, hacerla fuerte, hacerla madura mediante nuestra formación, conociendo a Dios en el rosto que Cristo nos mostró con su vida y Palabra, haciéndola nuestra, mediante el estudio en los grupos de lectura creyente de la Palabra, mediante la oración y hacerla vida con nuestro testimonio.
En lo interior debemos ser como los niños, confiado, entregado, seguro con su Padre y en lo exterior testimonio fuerte de fe, evangelio hecho vida para que los demás digan que somos cristianos.
En la Eucaristía de ayer, de apertura de curso, el Sr. Obispo, que había escogido como primera lectura el capítulo 1 de la carta de los filipenses, nos dijo que nos quedáramos, como frase clave, la del versículo 25, “”para que avancéis alegres en la fe””, por ello en este Domingo y en nuestra oración cotidiana debemos pedir que avancemos alegre en nuestra fe, que nuestra fe aumente, pero que aumente nuestra alegría, nuestra entrega, nuestra disposición, nuestra vida puesta al servicio de todos, “”hemos hecho lo que teníamos que hacer” .
Pidamos para nuestros pastores lo que S. Pablo le pide a su amigo Timoteo
“”Reaviva el don de Dios, que recibiste cuando te impuse las manos; porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y juicio””.
Yo lo traduzco al roman paladino, pidamos para que nuestros obispos, sacerdotes y diáconos, así como l@s personas de vida consagrada, SE ILUSIONEN Y RENUEVEN LA ILUSIÓN DE LA VOCACIÓN RECIBIDA, pues de ellos dependemos en nuestro caminar.
¡Ojala escuchemos siempre la voz del Señor!
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