16 MARZO 2014
2º
DOM-CUARESMA
MATEO
17,1-9. Su rostro resplandecía como el
sol.
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
Copyright © 2010 Escucha de la Palabra Design by Dzignine
Released by New Designer Finder
3 comentarios:
EL ROSTRO COMO EL SOL (Mt 17,1-9)
De camino a Jerusalén, donde iba a tener lugar la pasión y la muerte en la cruz, Jesús muestra a los tres discípulos más cualificados -Pedro, Santiago y Juan- su verdadero rostro. Lo hace a modo de aviso para cuando llegue el fracaso, de manera que su fidelidad no se resienta. Dicen las Escrituras que la figura de Jesús -rostro y vestidos- se transformó y que la luz -oro y blanco- irradiaba de él como de su fuente. Jesús no es, por tanto, un iluminado, sino el iluminador. En otro lugar y en otro evangelio lo dice claramente: “Yo soy la luz del mundo”. Se refería él, ciertamente, a su doctrina y a su vida, si bien, en este monte, entendemos que se refiere también a su persona.
Y es que a Jesús se le puede mirar de muy diversas formas: centrando la atención en sus palabras -como un maestro-, en sus milagros -como un sanador-, en el modo de entender a Dios -como un líder espiritual- o en su persona -como Hijo de Dios-. La mirada de un creyente es la última y, desde ella, considera todas las demás. No está mal valorar sus enseñanzas -pero Jesús no es un filósofo- o admirar sus milagros -aunque no ha sido el único que ha hecho prodigios- o verlo como un maestro del espíritu -ha habido muchos-. Pero lo que define a un cristiano es creer en su persona: no se cree a Jesús más que en la medida en que se cree en Jesús. Eso fue lo que trató de explicarles a los tres discípulos en el monte. Todo lo que habían visto y oído tenía que ser interpretado desde lo que estaban viendo y oyendo: un ser transformado y una voz del cielo que dice “éste es mi Hijo: ¡escuchadlo!”:
Aquí radica la fuerza de la fe cristiana. No es adhesión a un mensaje, a un sistema de pensamiento, a unas enseñanzas. Es adhesión a una persona. No es -como ocurre entre los humanos- la enseñanza la que legitima al maestro, sino el maestro el que legitima la enseñanza, por eso es más importante creer en su identidad que en sus palabras. Ese es el sentido de la voz que suena desde la nube: “Éste es mi Hijo, el amado, el predilecto: escuchadle”. Primero se dice quién es -identidad-, luego se manda escuchar -mensaje-. Creo que es esto lo que identifica y, a la vez, dificulta la fe cristiana porque, para muchos, es difícil aceptar la idea de un Dios que se hace hombre. Es más fácil creer que un hombre habla en nombre de Dios. Por eso -en medios no creyentes- se valora cada día más la figura de Jesús y se le considera un ser excepcional por sus enseñanzas y sus prodigios; pero se le reduce a la categoría de un ser humano en el que Dios se ha manifestado de un modo especial. Avatar llaman a esto en el argot de la Nueva Era. Para nosotros no es suficiente. Pensamos que sólo se puede creer a Jesucristo si antes se cree en Jesucristo. De no ser así ¿cómo se pueden entender algunas de sus enseñanzas como el amor a los enemigos o las bienaventuranzas?
Me ha gustado mucho cómo trata Juan, en las preguntas de la hojilla, el tema de la oración.
Para mí, la oración es el tiempo y lugar privilegiados, al alcance de todos, donde brota, desde lo más hondo del corazón, ¡qué hermoso es estar aquí! En el silencio y la soledad de la oración se contempla el rostro de Dios, se permanece cara a cara con Él y se aprende a encontrarle en su Palabra, en la propia vida y el acontecer de cada día, en el hermano y sus circunstancias, hasta en el extraño tendido al borde del camino que recorremos.
En la oración se palpa la predilección de Jesús que nos lleva de la mano aparte, a lo alto de la montaña, y se escucha la voz del Padre, que le llama y nos llama, Amado y amados, y nos invita a escuchar al Señor.
En la intimidad y el gozo del encuentro se pierden a veces un poco los papeles, y se grita, sin palabras, que queremos quedarnos ahí, sin movernos, empapados de la paz y la luz que nos envuelven en lo alto de la montaña.
En la oración el amor de Jesús nos toca y nos apremia a descender, sin miedo, con Él, para emprender, de nuevo, el camino de la cruz. Para pasar haciendo el bien y entregando la vida gota a gota, jirón a jirón, cada día.
Y cuando pesa el camino y se hace cuesta arriba viene bien bucear al fondo del corazón y encontrar ahí dibujada la imagen del rostro amado, otras veces sin velos contemplado, que nos llena de nuevo de luz y de paz.
El salmista nos recuerda que cuando no percibimos a Dios y nos parece que está lejos, sus ojos siguen fijos en nosotros, para saciar nuestra hambre y llenarnos de vida otra vez. Y pide con insistencia la misericordia del Señor, esa forma del amor, tan propia de Él, que acoge y perdona, comprende y disculpa, sana y limpia, regenera y fortalece, tanto como esperamos, necesitamos y confiamos recibir.
Seis días después, parece que estamos en el Evangelio de S. Juan que tanto nos muestra el tiempo como la hora, ""serían……""
Pero sí, el pasaje evangélico de hoy, nos lo sitúa S. Mateo seis días después del anuncio de la pasión, muerte y resurrección, de la triple gloria que nos llevaría a la vida por entrega de su vida, y nunca nos daremos cuentas de cuanto valemos, de cuanto ha sido nuestro precio, meditación que será más propia del Viernes santo.
Pues seis días después de que los discípulos encontrase raro esas palabras de Jesús, de que Pedro le increpara y se enfrentara a Él, al igual que hoy nosotros con nuestro egoísmo y cuando seguimos pensando que esto nuestro es rentable, provechoso, interesante, porque de verdad creo, que somos muchos los que en algún momento hemos pensado que esto de seguir a Cristo puede rentarnos algo ¡qué desgraciados somos!
Pues después viene la transfiguración – fiesta que volveremos a celebrar el seis de Agosto – transfiguración en la que Jesús se muestra como es, Hijo del Padre, Dios con el Padre y Dios con Espíritu y escuchan las palabras del Padre, “ESTE ES MI HIJO, EL AMADO, MI PREDILECTO, ESCUCHADLO” y alienta a las discípulos que querían estar sentados en la gloria sin pagar billete, podríamos decir hoy, ¡qué bien se está aquí!
Y les dice no tengáis miedo, y añado yo, vosotros escuchadme, vosotros haced vida, mi vida, vosotros haced vida mis Palabras, vosotros haceros un corazón nuevo y no olvidéis lo que os he dicho y lo que os diré, no olvidéis, en una palabra, la recomendación del Padre, escuchadme, escuchadme y no escuchar lo que queréis escuchar y hacer lo que no queréis hacer: Jesús se muestra como es para que luego crean, y a pesar del fracaso vean más allá la Resurrección a la que estamos llamados todos desde ya y para que nosotros, en la lejanía de la nada, pues todos estanos presentes en Dios desde el principio de los tiempos –Ef.1- nos sintamos unidos en la oración con Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, para que con su ayuda discernamos los signos de los tiempos y nos preguntemos ¿Y Jesús qué haría?, pues él nos mostró el rostro de Dios y nos dejó el aliento del Espíritu para que caminemos juntos en la justicia y el amor.
Que tu misericordia ,Señor,
venga sobre nosotros,
como lo esperamos de Tí
Publicar un comentario