6 ABRIL 2014
5º DOM-CUARESMA
JUAN
11,1-45. Yo soy la resurrección y la vida.
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
Copyright © 2010 Escucha de la Palabra Design by Dzignine
Released by New Designer Finder
2 comentarios:
DE LA MUERTE A LA VIDA (Jn 11,1-45)
En el Evangelio de san Juan, la resurrección de Lázaro es el preludio de la historia de la pasión, porque fue ese hecho el que -según este evangelista- motivó su condena a muerte. Se trata, sin lugar a dudas, del más importante de los signos mostrados por Jesús. No es ya de la curación de un enfermo, sino una victoria sobre la muerte. Así lo interpreta cuando se presenta a sí mismo como la resurrección y la vida. Esto significa que el de Jesús no es un camino de muerte, sino un camino que, a través de la muerte, conduce a la resurrección, a la vida, a la glorificación. La luz de la Pascua brilla desde el principio sobre el camino de Jesús que pasa inevitablemente por la oscuridad incomprensible del sufrimiento humano.
Estamos ante una de las claves de la mística cristiana. Ante el sufrimiento, caben diversas posturas: rebeldía contra Dios porque no lo evita, fatalismo frente a un destino inevitable, huida hacia paraísos artificiales... El cristianismo trata de encontrarle sentido para poderlo soportar sin que ese mal sea causa de un mal mayor: la pérdida total del sentido de la existencia. No se trata de aguantar estoicamente los golpes de la vida y esperar que pase la tormenta, sino de comprender que es el único camino hacia la dicha. Si el grano de trigo no muere, no puede convertirse en espiga. La renuncia no es fin en sí mismo, sino condición necesaria del crecimiento. Cuando las cosas se ven de esta manera, la vida y sus golpes se afronta con un nuevo espíritu: el de los hombres cargados de esperanza.
Tal vez uno de los males de nuestro tiempo -y una de las causas de la pérdida de los valores y del retroceso del orden ético y moral- sea el apego a la dicha barata e inmediata que nos priva de la dicha definitiva. Nos hemos creído que vale más lo imperfecto conocido que lo perfecto por conocer y no es verdad. Un pequeño placer de hoy no vale más que la felicidad completa de mañana, aunque el pensamiento de muchos sea conformarse con ello.
Estamos en tiempo de crisis de valores y de ocultamiento del sentido de la vida que eso conlleva. Vivimos en una sociedad espiritualmente enferma. Pero quiero pensar que, como la de Lázaro, la nuestra no es una enfermedad de muerte. Aún es posible encontrar el sendero de la vida. Basta que aceptemos el cambio de las cosas y renunciemos a aquello que nos impide avanzar: soberbia, avaricia, violencia, hedonismo, envidia, dejadez, superficialidad... Estas son las losas que nos cubren y nos impiden salir de nuestros sepulcros. Jesús de Nazaret sigue gritando: “Salid fuera! ¡Asomaros a la vida!”.
Este domingo, último de Cuaresma, nos trae a nuestra consideración varias cuestiones fundamentales para nuestra vida de cristiano como son la muerte, la resurrección, la fe y la compasión, y ésta dentro de la amistad fiel y la ternura en su manifestación.
La muerte de Lázaro, pero también la de Jesús, pues no en vano se dice en el texto evangélico que Tomás dice a sus compañeros, “vayamos también nosotros a morir con él”, reacción lógica ante el peligro que todos sabían que se cernía sobre Jesús.
Podríamos repetir con el prólogo de la hojilla, que la resurrección de Lázaro es un anticipo de lo que luego sucedería con Jesús y éste quiere manifestar la gloria de Dios ante sus discípulos “para que lleguéis a creer”; confirmándolos en la fe, pasara lo que pasara, parece decirles, creed cuanto os he dicho.
Muerte y fe, dos cuestiones que siempre han interpelado al hombre y es que los hombres somos muy dados a buscar la explicación de los misterios y los misterios ante nuestros ojos, no tiene más explicación que Cristo y éste crucificado, en el que creemos, al que nos hemos confiado y al que hemos aceptado como Dios y Salvador, pues es el único que puede dar respuesta a nuestros interrogantes, a las grandes preguntas de nuestra vida, aquí y más allá, porque es el único que puede llenar nuestras ansias de trascendencia, tanto si creemos como si no, todos actuamos en nuestro día a día pensando en algo más de lo que palpamos y vemos, porque la inquietud, los interrogantes, están latentes en nuestras vidas.
La fe de Marta y María es fuerte, pero entra la duda, entra la lógica, “ya huele”, y en ese dialogo de Jesús con las hermanas, llega la entrega total, el abandonarse en Jesús, el confiar plenamente y tras el dolor y el llanto, la compasión y la ternura de Jesús, se produce el milagro, Jesús Señor de la vida, vencedor de la muerte.
De ahí que sea la fe en Dios, Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo la que llene nuestros interrogantes en la gozosa esperanza de la vida plena que Dios nos infundirá desde ya y para siempre.
Yo soy la Resurrección y la Vida, tú crees esto?
Cual será nuestra respuesta desde una vida llena de dudas que no superamos por nuestra poca fe, por nuestra desconfianza, porque estamos llenos de muchas cosas que impiden ese abandono en Dios?
Si tuvierais fe como un grano de mostaza……
¡Mira que Dios nos pide poco, pero aún le damos menos!
Mi alma espera en el Señor, mi alma aguarda al Señor, nos dice el salmo y desde la humildad más sincera, puede ser nuestra plegaria en esta última semana de preparación a la celebración del Gran Amor de Jesús, el Señor.
Publicar un comentario