2ºDOM-PASCUA

domingo, 20 de abril de 2014
27 ABRIL 2014
2º DOM PASCUA-A

Jn 20,19-31. A los ocho días, llegó Jesús.

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 20 abril, 2014 08:50 dijo...

DICHOSOS LOS QUE CREEN (Jn 20,19-31)

Dos son los encuentros que recoge el evangelio del próximo domingo. En el primero está ausente Tomás, el que había dicho a los otros “vayamos a Jerusalén a morir con él”. La aparición de Jesús está descrita con todo detalle, lo que indica que es el relato de un testigo presencial. El resucitado saluda con la paz, una paz que ha conquistado con su muerte -por eso muestra las manos- y que llena de alegría a los que la reciben. Les encomienda una misión -perdonar los pecados- y, para ello, les entrega su Espíritu. La paz, la alegría, una misión que cumplir y el don del Espíritu para llevarla a cabo: estos son los cuatro elementos que dan forma al encuentro.

El segundo encuentro tiene a Tomás como centro. No era creíble el anuncio de la resurrección. El mellizo -que así le llamaban- estaba dispuesto a compartir la muerte, pero no entra en su cabeza compartir la vida. Es el realismo trágico de un hombre convencido al que, de pronto, la realidad le tira sus esquemas y sus expectativas. Tomás, como el hombre de nuestro tiempo, sólo cree en lo que toca y ve. El problema es que la realidad más profunda no puede captarse con los sentidos y quien se limita a un pensamiento o a un saber basado sólo en el imperio de los sentidos elimina muchas posibilidades de conocimiento. Hubo un tiempo en el que se pensaba que el único saber válido era el que se ajustaba a la razón. El tiempo nos ha hecho ver que la tiranía de los sentidos y de la razón puede ser más cruel que la del sentimiento.

La edad moderna ha muerto y su hija -la postmodernidad- está enterrando sus ídolos. Hoy dudamos de todo, no hay certezas; desconfiamos de la razón, criticamos los ideales de la Ilustración, vivimos instalados en el desencanto. Sumidos en la irónica frustración de Sísifo, hemos abandonado el heroico tesón de Prometeo, nos hemos arrojado en los brazos placenteros de Dionisios y nos hemos acicalado con la ilusión seductora de Narciso.


Tomás descubrió que hay una lógica más allá de toda lógica, una lógica de lo divino que permite al hombre adentrarse en un saber diferente pero no menos válido que el saber que llega por los sentidos. Cuando Kant afirmó: “¡Sapere aude! ¡Ten el valor de servirte de tu propia razón!” y añadía que sólo una cosa es necesaria -la libertad de hacer uso público de la razón íntegramente- estaba poniendo las bases de la desconfianza en la misma razón. Hoy -como Pilatos- muchos se preguntan: ¿Qué es la verdad? ¿Quién tiene la verdad? ¿Quién conoce la verdad? ¿Qué verdad? El problema no es valorar la razón como fuente de conocimiento, sino creer que es la única fuente de la sabiduría. Quien cae en ese error termina siendo o un escéptico o un fanático.

Maite at: 22 abril, 2014 16:24 dijo...

En este tiempo pascual, contemplando a Cristo resucitado, resuenan con fuerza las palabras de Pedro:

Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco en pruebas diversas...

Porque, ¿quién no sabe de sufrimientos y amarguras? Y el apóstol orienta la mirada al motivo de nuestra alegría:

No habéis visto a Jesucristo y lo amáis; no lo veis y creéis en Él...

Nosotros pertenecemos a ese número de discípulos y seguidores que amamos a Jesús y creemos sin haber visto. Aunque muchas veces hayamos experimentado las mismas dificultades que Tomás y hayamos escuchado, sin poder creer en ellas, las palabras de hermanos nuestros que nos insistían: hemos visto al Señor. Y como Tomás hemos sentido hambre y sed de palpar, de ver con nuestros propios ojos a Jesús. Hemos necesitado experimentar, en medio de la comunidad de fe y a pesar del miedo, la presencia del Señor y el don de su paz y su Espíritu, su condescendencia y ternura para dejarse tocar por nuestra incredulidad. Y solo entonces hemos podido decir, desde lo hondo: Señor mío y Dios mío.

Ante nuestras puertas cerradas por el miedo y la oscuridad de la muerte, el salmista nos recuerda que el Señor es bueno y misericordioso con nosotros, nuestra fuerza y salvación. Que cada día de nuestra vida es aquel en que actúa el Señor, porque está vivo y nos llena de vida.

Juan Antonio at: 27 abril, 2014 18:42 dijo...


En la primera lectura de este tiempo de Pascua se nos narra cómo nace la Iglesia, como se va configurando la comunidad primitiva de los seguidores de Jesús y los primeros rasgos que vemos, los primeros gestos que se nos van dando es el de la unidad, unidad en la escucha de la Palabra de los Apóstoles, unidad en la vida en común, unidad en la fracción del pan y en la oración.
Llegaron a tanto, que en un momento dado tuvieron necesidad, de ahí las colectas que se hacían fueran de Jerusalén para aquella primera comunidad, me atrevería a decir que nace la primera Cáritas.
Hoy, mirándonos en aquellas comunidades, podríamos llegar, si no al desprendimiento total, si al necesario para que todos sean uno en el compartir y si entonces se admiraban de cómo se amaban, hoy ese amor llevado más allá de la calderilla, más allá de una entrega material, rompería todas las barreras de las ironías, de la intolerancia, de la agresividad y de una lucha abierta contra la Iglesia.
Pero para eso, además, tenemos que tener y llevar esa paz que Cristo Resucitado no da, esa paz que llena nuestros corazones porque nace de un seguimiento fiel, del encuentro con Jesucristo que se vació de su condición de Dios, para que el hombre se llenara de Dios, para que el hombre fuera santo, pues como decía S. Francisco de Asís, esa es la santidad.
¡Señor mío y Dios mío!
Hoy, Señor, no es que pida meter mis dedos y mano en tus dedos y costado, es que me da miedo ver los crucificados que pasan por mi lado a los que, quizás, nuestras sonrisa, nuestra palabra les llenaría su vaciedad de familia, de cariño, de dignidad, de sentir el calor humano de los hermanos en Dios y cuando podamos estemos con ellos a través de esa Iglesia que atiende con sus manos tendidas, pero no olvidemos que la Iglesia tiene lo que le damos, y, que ante todo, somos hijos de un mismo Padre.
¡Dichosos los que crean sin haber visto!
Sintámonos dichosos, alegres por creer en quien creemos, en seguir a quien seguimos, y pidámosle que en el encuentro de cada día nos haga vivir su Vivir, nos haga ver que sigue a nuestro lado y en todo le seamos fiel.
Abramos nuestras puertas y perdamos nuestros miedos y proclamemos que Jesucristo es el Señor y su Resurrección será nuestra Resurrección, ahora y siempre.
“”Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia””