DOM-20-A

domingo, 10 de agosto de 2014
17 AGOSTO 2014
DOMINGO 20-A

Mt 15,21-28. Mujer, qué grande es tu fe.

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 10 agosto, 2014 08:48 dijo...

LOS OTROS FIELES (Mt 15,21-28)

El encuentro de Jesús con la cananea rompe con lo establecido y desconcierta sobre todo por sus repercusiones futuras. Jesús salió poco de los límites geográficos de Israel y la razón era que su ministerio tenía como destinatarios a los miembros del pueblo elegido, sobre todo a los pecadores. No había venido a predicar a los paganos porque el designio de Dios era que todos los pueblos de la tierra entraran a formar parte del Reino a través de los descendientes de Abrahán. Primero había que atender a los propios y luego a los extraños. Esa era la lógica de su tiempo y la mentalidad de muchos miembros de la comunidad cristiana de Mateo integrada mayoritariamente por judíos convertidos al cristianismo. Jesús se sitúa en ella para actuar contra la misma.

El dinamismo interno del relato es clarificador: una mujer pagana -cananea- pide ayuda para su hija. Jesús, siguiendo la lógica teológica de los discípulos y de los escribas, pasa sin echarle cuenta, pero la mujer insiste. Su insistencia es tan molesta que los discípulos, para quitársela de encima, ruegan a Jesús que la atienda -no que haga lo que desea, sino que la escuche-. Entonces Jesús los enfrenta con su mentalidad y, en su respuesta, viene a decir: “¿No pensáis vosotros que la salvación sólo es para los judíos? ¿No negáis a los paganos el derecho a disfrutar de los dones mesiánicos? ¿A qué viene esto?”. Entretanto la mujer lo alcanza y le cierra el paso poniéndose de rodillas ante él. Lo interpela con el título de Señor, que en Israel sólo se aplica a Dios, después de haberlo invocado con un título mesiánico -Hijo de David-. Jesús justifica su negativa con un refrán popular: “No está bien echar a los perros el pan de los hijos”. No es una expresión despectiva, sino una manifestación de lo que supone hacer partícipes de los dones mesiánicos a los que no creen. La respuesta de la mujer -la respuesta de los paganos que querían abrazar la fe a los cristianos que se resistían a aceptarlos- es ingeniosa: “No pretendo quitar a nadie su derecho: me conformo con las sobras, con un pequeño resto, porque sé que eso será más que suficiente”. En su insistencia y en su respuesta Jesús ve una gran fe y, en base a esa fe, le concede lo que pide.


La entrada de los paganos en la Iglesia primitiva encontró no pocas resistencias por parte de aquellos cristianos que, anclados en el pasado, pretendían configurar el nuevo pueblo dentro del marco del antiguo. El evangelista san Mateo, a partir del relato de la cananea, critica la actitud segregacionista de estos y muestra que la única condición necesaria para beneficiarse de la salvación alcanzada por Cristo es la fe. La Iglesia es universal -católica- porque a ella pertenecen hombres de todo pueblo, raza y cultura.; la única ley que la rige es el mandato de Jesús: el amor mutuo; y sus únicos límites están marcados por la fe. En medio del mundo, está llamada a ser un factor de integración y de unidad entre los hombres.

Maite at: 12 agosto, 2014 21:05 dijo...

Isaías, el salmista y Pablo nos hablan de los extranjeros, de todos los pueblos y los gentiles, todos objeto de la salvación de Dios, su justicia y misericordia. Pero parece que en la comunidad cristiana de Mateo aún no se tenía tan claro.

Todavía hoy los prejuicios y diferencias nos empujan a levantar muros y fronteras entre nosotros, que nos impiden ver en los demás hermanos nuestros, y que dejan nuestras entrañas secas de compasión, marchitas de ternura.

Si algo sabe la mujer cananea es orar, y sobre todo interceder. Es madre, y ante la necesidad extrema de una hija, una mujer pasa por todo. Grita a Jesús, corre tras él y expresa su angustia de rodillas. Es clara, directa y va a por todas, con una extraña mezcla de impotencia, entereza y determinada determinación, que diría Santa Teresa, de alcanzar lo que ha venido a buscar. No tiene méritos, razones ni derechos para pedir lo que pide, pero tiene fe, una confianza inquebrantable e indestructible en que Jesús puede y quiere liberar a su hija. Y escucha de sus labios algunas de las palabras más hermosas que recogen los evangelios:

Mujer, ¡qué grande es tu fe! que se cumpla lo que deseas.

En aquel momento quedó curada su hija.

Juan Antonio at: 14 agosto, 2014 19:25 dijo...

La Palabra de Dios de esta semana tienen un denominador común en las tres lecturas y es que ninguna persona está excluida del Reino de Dios, sea extranjero o judío, pagano o gentil, todos estamos llamados a gozar de la justicia, de la paz y del amor de Dios, todos somos llamados a ser hijos de Dios y gozar de su amor.
Isaías y Pablo tratan de la acogida de los gentiles y Jesús atiende la llamada, la súplica de una fenicia, obrando la curación de su hija.
Igualmente hay otro aspecto común y es la oración, la invocación de Dios por parte de todos los personajes de los distintos pasajes, Isaías nos muestra esa actitud en cuanto los paganos se afanan en la entrega al Señor, a su servicio, en amar su nombre, Pablo quiere emular a los suyos con la misericordia obtenida por los gentiles y Jesús en ese dialogo con la mujer extranjera, se aviene a obrar el milagro: tendríamos que envidiar a esta cananea en nuestra oración, no pide por pedir, no pide privilegio, no pide grandezas ni riquezas, solo la curación de la persona amada, su hija y llega en su humildad a pedir las migajas que Jesús les quiera dar y Jesús alaba su fe ¡Qué Grande es tu fe!.
El resultado de ello es la fe, la aceptación de Jesús como Mesías, como Salvador de la humanidad, “Hijo de David”; ya no hay griegos ni judíos, Jesús vino y viene cada día a nosotros, a encontrarse con nosotros y ya el salmista lo tiene ante sí, “Oh Dios que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben”, pues como dice el libro de Los Proverbios, mi delicia es estar con los hijos de los hombres.
La Madre Teresa de Calcuta encadenaba el silencio, la oración, la fe, el amor, el servicio y la paz, uno producto del anterior: si no tengo silencio como voy a tener oración, si no oro como voy a tener fe, la fe me da el amor, éste el servicio y el servicio la paz.
En esta semana, mi reflexión quizás resulte distraída, desacertada, un poco deshilachada, pero quiera poner mi acento en la oración, esa que hacemos todos los días, unas veces solamente oral, otras de acción de gracia y de alabanza, ¡qué pocas veces! y de petición casi siempre, porque hacemos más caso de aquellas palabras de Jesús “todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre.....”, que de aquellas actitudes de Jesús que siempre estaba dando gracias al Padre.
Fuere como fuere mi oración, no falta, y pido a Dios y a la Virgen Santa que desde ella mi lleve a aumentar mi fe, el amor a Dios en los demás con mi servicio y que me conceda la paz.
Hoy víspera de la festividad de la Asunción de la Virgen, Santa Madre Bendita, ayúdanos a decir AMEN