8 FEBRERO 2015
5º DOMINGO-B
Mc 1,29-39. Curación de la suegra de Pedro.
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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En sus horas más bajas, Job destila amargura, y contempla la vida del hombre en la tierra como un triste servicio, a la manera de un jornalero que aguarda el salario por lo que hace, o un esclavo que suspira por la sombra. Los meses son baldíos, las noches fatigosas y los días sin esperanza.
En cambio el dios del salmista es un gozoso pluriempleado a servicio completo: no solo reconstruye Jerusalén y reúne a los deportados de Israel, sana corazones destrozados y venda heridas, sostiene a los humildes y humilla a los malvados; aún tiene tiempo de contar el número de las estrellas y llamar a cada una por su nombre. Eso es calidad de vida.
En su carta a los Corintios, Pablo explica cómo entiende su servicio al Evangelio. No lo hace por gusto personal ni por la paga. Anuncia el Evangelio de balde y sin usar el derecho que le da la predicación. Lejos de encumbrarle, esta actividad le empuja a hacerse débil con los débiles, todo a todos, con el fin de ganarlos para el Evangelio. Y todo lo hace movido por una fuerza superior, una llamada interior que le arrastra sin remedio, y le lleva a exclamar: ¡ay de mí, si no anuncio el Evangelio!
En uno de sus días, Jesús va a la sinagoga, pasa a casa de Simón y Andrés con Santiago y Juan, cura a la suegra de Pedro que está con fiebre y se levanta, una vez restablecida, a servirles. Al anochecer, la población entera del lugar se agolpa a la puerta de la casa con los enfermos y poseídos y Jesús cura a muchos, expulsa muchos demonios e impide que hablen. Después de semejante trajín, descansa hasta la madrugada, y saca tiempo para ponerse a orar a solas, para parar y procurar un encuentro íntimo con el Padre, un espacio de diálogo y escucha con Él, un momento de discernimiento del camino.
Hasta que Simón y sus compañeros van a su encuentro, pues todo el mundo le busca. Aprecian lo que hace, y le necesitan. Pero Jesús sabe a qué ha venido, y que tiene que seguir recorriendo Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando demonios.
La vida de un cristiano es servicio al Evangelio, a los demás, pues sigue las huellas de Jesús, y en el servicio encuentra su plenitud y recompensa. Sirve a Dios, que tampoco cesa en su actividad de curación y liberación. Y se sabe llamado y conocido por su nombre, más importante para su Padre que todas las estrellas.
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