21 JUNIO 2015
DOMINGO 12- B
MARCOS 4,35-40.
¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
Copyright © 2010 Escucha de la Palabra Design by Dzignine
Released by New Designer Finder
2 comentarios:
Tengo un buen amigo que ha pasado tres días en Ávila, Segovia y Salamanca con motivo del Centenario de Santa Teresa de Jesús. Ha visitado lugares significativos en la vida de la Santa y de San Juan de la Cruz, y ha contemplado abundante iconografía sobre Santa Teresa: gracias místicas, su matrimonio espiritual con Cristo... Y mi amigo ha vuelto un tanto apabullado por la calidad de la relación entre Jesús y los dos santos, sintiéndose algo así como un minúsculo y oscuro grano de arena comparado con un águila real.
La experiencia de los discípulos en la barca con Jesús nos resulta más cercana y conocida. Cuántas veces sufre nuestra barca la sacudida de las olas y huracanes que la azotan y amenazan con hundirla. Nos envuelve la oscuridad, y el viento y el agua nos empujan y apenas podemos mantener el rumbo y ver el horizonte.
Ateridos y muertos de miedo recordamos que Jesús está en la barca pero, cuando acudimos a Él como a nuestra única tabla de salvación, lo encontramos profundamente dormido, a popa, sobre un almohadón. Sabemos que solo Él puede increpar al viento y al lago embravecido, y hacer que vuelvan la calma y la paz. Solo a Él obedecen el viento y las aguas que amenazan con hundir nuestra barca.
También el salmista ha gritado al Señor en su angustia y se ha visto arrancado de la tribulación. Da gracias al Señor por su misericordia y sus maravillas, porque apacigua la tormenta en suave brisa y enmudece las olas del mar cuando amenazan con ahogarnos.
Elías encontró a Dios al sentir en su rostro una brisa ligera, pero Job necesitó escuchar su voz desde la tormenta. Esperaba razonar con Él y encontrar respuesta a todas sus preguntas, resolver todos los misterios, pero Dios desplegó ante sus ojos la obra inmensa de la creación, y Job acabó reconociendo que por fin le había visto, y que mientras observaba fielmente la Ley y creía entender todo de Dios, solo le conocía de oídas.
Yo le digo a mi amigo que Dios le quiere tanto como a Santa Teresa y San Juan de la Cruz. Las gracias místicas tienen siempre un fin, y en el caso de estos dos santos, son concedidas al servicio de la misión de ser cabezas de una familia religiosa. Los santos las han necesitado, además, para superar tormentas que nosotros no acertamos ni a imaginar, y sus barcas han hecho aguas por todas partes más veces de las que hubieran querido.
Dejemos que Jesús sea el capitán de nuestra barca y rememos hasta la otra orilla, o mar adentro. Las tempestades y tormentas pondrán a prueba nuestra fe haciéndola más fuerte; y la calma y la paz que sobrevendrán después serán aún más hermosas que antes. Veremos entonces cómo pasa lo viejo y llega lo nuevo.
El pasaje evangélico de esta semana, está situado, para lo escueto o corto que es el Evangelio de Marcos, bien entrada la convivencia de Jesús con los discípulos, había escogido a los doce, había realizado signos y milagros, habían escuchado sus enseñanzas, es decir Jesús no era un desconocido, pero aun así pasada la tormenta, se preguntan ¿quién es este.....?
Nuestra vida de cristiano, llena de años, llena de escuchas de la Palabra, llena de celebraciones eucarísticas, de retiros, meditaciones, en fin, llena de una vida de piedad, que es buena, naturalmente, pero si nos lleva a un conocimiento de Jesús, si nos lleva a una intimidad con Jesús, con el amor del Padre y la vida del Espíritu, pero si ante un revuelo de increencia, de anticlericalismo, de laicismo, nos sentimos turbados, miedosos, acobardados, es que todo aquello no ha sido lo profundo que debió ser, no ha tenido consistencia, no hemos hecho vida de la Palabra de Dios, pues han venido las tormentas, los vientos....... y parece ser que nuestra casa está construida sobre arena, no ha tenido cimientos fuertes, de fe, esperanza y amor, y Dios sigue siendo un desconocido ¿Quién es este....?
Y éste es quien nos puede calmar los temores que las tempestades originan, pero no interpelándolo, no quejándonos, sino, como nos dice el Evangelio de hoy (día18.6) llamándole Padre, Padre nuestro, de todos, de los que provocan y de los que sufren las provocaciones, poniéndonos en sus manos, porque Él sabe qué necesitamos pero quiere nuestra relación de hijo, quiere que le digamos qué queremos, necesitamos, necesitan, quiere esa comunicación de amor y presencia: Dios no estaba ni está dormido, está y estará a nuestro lado hasta el fin de los días.
Pidamos al señor que nos aumente la fe, que haga posible nuestra confianza ciega en Él, a pesar de los tiempos que corren y de los vientos que pasan por nuestras vidas, “creed en Dios y creed en mí....” es lo único que nos pide.
María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a decir AMEN, desde los más hondo de nuestro corazón.
Publicar un comentario