4 OCTUBRE 2015
DOMINGO 27-B
Mc 10,2-16. Lo que Dios ha
unido, que no lo separe el hombre
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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3 comentarios:
EL MIEDO AL COMPROMISO (Mc 10,2-16)
La pregunta que formulan los fariseos a Jesús es la que muchos católicos se hacen hoy día ante el aumento de divorcios y separaciones matrimonia¬les, si bien en la actualidad el problema se plantea en un contexto social y cultural bien distinto. En la Ley de Moisés estaba previsto y consentido el divorcio (Dt 24,1-4). Pero la situación era injusta porque sólo el esposo tenía la iniciativa y los derechos. La mujer era un sujeto pasivo. Además, algunos interpretaban el texto del Dt en sentido tan amplio que bastaba que se le quemara a la mujer la comida para divorciarse de ella y dejarla en la calle -en la sociedad patriarcal a la mujer sólo se le reconocen tres funciones: satisfacer los deseos del varón, darle hijos y hacerle de criada-. Una mujer abandonada sólo podía sobrevivir si se unía a otro hombre. El divorcio evitaba que fuera acusada de adulterio ya que éste se castigaba con la lapidación.
Cuando aquellos hombres plantean a Jesús el problema, él ve inmediatamente la injusticia de la situación, contraria al designio de Dios que no creó un señor y una criada, sino dos seres humanos llamados a ser uno. En su pensamiento el gran valor de la existencia es la unidad que tiene como fundamento el amor. El matrimonio es la expresión más profunda y comprometida de la unidad entre dos seres humanos. Sólo desde aquí podemos conectar con su pensamiento.
Hoy la situación es bien distinta. La defensa de la ruptura matrimonial tiene como telón de fondo el miedo al compromiso y un concepto del amor en el que prevalece la sensación sobre la emoción. Creo que, en occidente, el problema no es tanto el divorcio cuanto la incapacidad para comprometerse. Muchos prefieren juntarse sin pasar ni por el juzgado ni por la iglesia porque -según dicen- para estar juntos no necesitan bendiciones ni aprobaciones de nadie y, si la cosa no funciona, es más fácil separarse. El problema -la pregunta- es si puede haber felicidad sin amor y amor sin compromiso.
Evitar el compromiso significa aceptar resignadamen¬te que no existe el amor auténtico -ese que encuentra la felicidad en el bien del otro y se manifiesta en la renuncia y la ternura-. Y dar eso por supuesto es claudicar ante la mediocridad y superficialidad de la cultura de la apariencia y de la provisionalidad. Sólo es feliz el que bebe de la fuente que mana en su interior -el agua de los pozos sólo quita la sed un instante-. No es la posesión de lo que está fuera, sino la expresión -la donación- de lo que hay en el interior lo que llena el corazón humano y nos hace felices. Si el matrimonio se entiende como posesión y dominio, no es extraño que tarde o temprano se deshaga -por cansancio-. Pero, si se entiende como encuentro, como plenitud de uno en el otro, la cosa dura para siempre porque perder al otro es perder algo de sí mismo.
Francisco Echevarría
Me han gustado mucho las palabras de Juan en la hojilla, que expresan lo mismo que siento yo:
Somos muchos los
que deseamos defender la visión cristiana del matrimonio,
pero también comprendemos que no podemos, queriendo
vivir desde el evangelio, adoptar una actitud de condena
fácil y de separación de una comunión entre hermanos.
No es fácil para nadie ver el fracaso de su opción de vida y sufrir las heridas, dolorosas y profundas, que conlleva. Y estoy segura de que Dios no quiere un infierno en vida para ninguno de sus hijos e hijas. Hay muchas personas que, en una segunda oportunidad, han encontrado la dignidad perdida en una relación tóxica para sí y sus hijos. Han recuperado las ganas de vivir, la ilusión y la confianza.
Y también me ha gustado mucho el comentario de Paco Echevarría, porque no todos los casos son iguales. Con demasiada frecuencia encontramos en nuestra sociedad relaciones egoístas, sin intención de compromiso serio, inmaduras y sin camino de llegar a serlo. Relaciones que poco o nada tienen que ver con el amor que, si no se entiende como don al otro y entrega por él, no es amor.
Hay demasiadas definiciones del amor que lo manosean de mala manera y lo deforman y desfiguran, y demasiados que reclaman los derechos de ese amor mal entendido y peor defendido. No puede haber amor en una vida que no está dispuesta a morir por él, que no se niega ni renuncia a nada por el amado o la amada.
El proyecto creador de Dios es siempre el mejor para el hombre y la mujer, pues nos ama y sabe lo que nos hace falta. Él conoce cada corazón, cada historia, cada vida y cada muerte de sus hijos, y espera anhelante su regreso cuando se van de casa para independizarse de él, y se equivocan en sus opciones. Él conoce nuestro barro y restaña nuestras heridas.
No nos toca condenar a nadie, sino acoger a nuestros hermanos y hermanas y ofrecerles lo mejor que tenemos: la comunidad cristiana, con los brazos abiertos.
ME PARECE UNOS COMENTARIOS Y EXPLICACIONES DE LO MAS COHERENTE Y COMPROMETIDO CON EL EJEMPLO DE JESUS Y SU ETERNA MISERICORDIA. ¿ QUIENES SOMOS NOSOTROS PARA JUDGAR, CONDENAR, EXCOMULGAR, ETC....? EL QUE ESTE LIBRE DE PECADO QUE TIRE LA PRIMERA PIEDRA.
JESUS YA NOS LO MOSTRO CON LA PROSTITUTA EN SU EVANGELIO. PARECE QUE NOS CUENTA ENTENDERLO.
GRACIAS SEÑOR POR IRNOS ABRIENO LOS OJOS.
ALBERTO ROA
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