8 NOVIEMBRE 2015
DOMINGO
32-B
Mc 12,38-44. Esa pobre viuda ha echado más que nadie.
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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3 comentarios:
Si la viuda de Sarepta y la del evangelio fueran viudas Disney sus vidas serían muy distintas después de sus gestos de generosidad con Elías y el óbolo del templo. Se habrían convertido en mujeres ricas, con vidas prósperas y felices, y serían famosas y aclamadas por todos. Es verdad que Elías acabaría resucitando al hijo de la viuda de Sarepta, pero después de hacer un panecillo para él, ni la orza de harina ni la alcuza de aceite se desbordaron, simplemente no se vaciaron, y así la viuda tenía lo justo para el pan de cada día.
Tampoco cambiaría mucho la vida de la viuda del evangelio. Seguramente jamás supo cuánto conmovió a Jesús con sus dos reales y pasó el resto de sus días depositando en el cepillo del templo esa cantidad cuando podía.
Santa Teresa de Jesús decía que no se da Dios a sí del todo hasta que uno no se da del todo, y Santa Teresita experimentó, a lo largo de su corta vida, que el Señor no le daba provisiones -gracias- para todo el camino, sino para el día a día.
Nos encanta la mirada de Jesús que penetra el corazón de las personas y da a los gestos más pequeños el valor que tienen, pero muchas veces, en lo más profundo de nuestro interior, estamos convencidos de que lo mejor es tener mucho para dar mucho y quedarnos con mucho; y que las reverencias en las plazas, los asientos de honor y los primeros puestos en los banquetes no son tan malos.
A Dios no le importa que uno tenga mucho o poco, pero quiere que demos todo lo que tenemos y que comprendamos que los bienes que poseemos, todos, son para compartir.
En un corazón pobre, como el del salmista, brota la alabanza al Señor, porque sólo desde la pobreza solidaria se tienen los ojos y el corazón abiertos para ver sus obras con los oprimidos, los hambrientos, los cautivos, los ciegos, los que se doblan, los peregrinos, los huérfanos y las viudas.
Santa Teresa decía también que la pobreza trae una honraza consigo que no hay quien la sufra, o que es una monstrua que no se puede aguantar, al decir de Rosario Flores, por la libertad que da. Pero hablamos de la buena, la que no sabe de apegos a lo que se tiene ni de poner ahí la propia seguridad y confianza.
Si la viuda de Sarepta y la del evangelio hubieran sido viudas Disney no hubieran llegado hasta nosotros. Gracias a eso sabemos por qué las ama el Señor.
El culto y la vida.
Las dos viudas van a dar a Dios lo que es de Dios en forma de un panecillo y dos cuartos: toda su vida.
El evangelio critica un culto viciado: "Las largas oraciones" y el abuso de las clases indefensas: "devoran las haciendas de las viudas".
La de Sarepta acepta la muerte: "nos lo comeremos y luego moriremos". La del evangelio da "cuanto tenía para vivir". Este es el culto limpio que se vive como sacrificio de la propia persona.
Ambas viudas nos introducen de lleno en el valor de la limosna. No solo es una generosa ayuda al necesitado, un acto de misericordia: también es purificadora de los propios pecados; pero puede ser más que todo eso: si supone un sacrificio se convierte en el auténtico culto.
Nuestras limosnas: ¿tienen este valor de culto auténtico?
total, el hecho de la confianza plena en Dios cuando nos ponemos a su entera disposición, cuando no nos reservamos nada para nosotros, cuando lo damos todo,
Los dos ejemplos de entrega que nos propone es determinante de la radicalidad amorosa que Dios quiere en nuestras vidas, no medias tintas, no sí pero, es el abandono en Dios lo que nos hace felices, como decíamos la semana pasada respecto de las Bienaventuranzas, era esa unión con Él lo que nos hacía felices en las circunstancias adversas y en la lucha por la dignidad de la persona en la compasión y la justicia.
Estas personas que nada tenían, que todo ello era para vivir hoy, luego estaba la confianza en Dios, mañana Dios nos proveerá de lo necesario.
Hoy estamos en asegurar, tener nuestro poco o mucho que es mejor, por si acaso, por si surgen adversidades o por tener la situación asegurada, en una palabra tenemos puesto nuestro corazón en lo material, desconfiamos de Dios, lo dejamos a un lado y siempre el maldito dinero, siempre el acaparar, siempre el tener, siempre y siempre.
Y todo esto en todos los ámbitos, incluso en los eclesiales, ¿cuantas y cuantas cosas sobran en nuestros templos?, ¿qué ajuar, cuantos enseres puede tener una cofradía, una hermandad, mucho0s repetidos?
No me he podido resistir a estos últimos párrafos, porque mucho hablamos de la Iglesia pobre para los pobres, pero no veo que nadie se desprenda de algo para paliar la multitud de necesidades que los tiempos están creando, nadie mueve un tiesto.
En el salmo rezamos .... “que hace justicia a los oprimidos, que da pan a los hambrientos, pues pidamos con Santa María nuestra Madre, que nuestras oraciones vayan acompañadas de gestos que la llenen de corazón.
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