21 MAYO 2017
6º DOM-PASCUA
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
Copyright © 2010 Escucha de la Palabra Design by Dzignine
Released by New Designer Finder
3 comentarios:
EL ESPÍRITU DE LA VERDAD (Jn 14,15-21)
Hay en el evangelio de Juan una contraposición entre el espíritu de la verdad -del que aquí se habla- y el espíritu de la mentira -del que se habla en su primera carta- y entre el grupo de los discípulos -que lo han recibido- y el mundo -que es incapaz de conocerlo-. Jesús sigue despidiéndose de los suyos y preparándolos para la separación. Si el domingo pasado los animaba a superar el miedo con la fe, en éste los tranquiliza con la promesa de su vuelta: “No os voy a dejar desamparados: volveré a vosotros”. La condición es que demuestren su adhesión a él con el amor. Éste es el ciclo de la verdad: el amor ayuda a superar el miedo; esto produce sosiego y confianza frente al mundo; la confianza se expresa en el cumplimiento del mandato de Jesús y éste es, a su vez, garantía de la presencia del Espíritu. Las palabras de Jesús son un aviso a los discípulos para que no queden atrapados en el círculo de la mentira.
El mundo del que aquí se habla, no es la humanidad ni el entorno de la creación. Se trata, más bien, de esa entidad instalada en la mentira que es, por ello, enemiga de Dios y del hombre. En la simbología del Antiguo Testamento, es representada por la serpiente que, con engaño, hace que el hombre pierda la inmortalidad y atraiga sobre sí todos los males para escurrirse luego ella misma en la miseria y revolcarse en el polvo.
Hay una lucha -una guerra constante- entre el espíritu de Jesús y el espíritu del mundo, entre la verdad y la mentira, entre la luz y las tinieblas. La confrontación tiene lugar en el seno de la comunidad cristiana y en el corazón de cada ser humano. La vida viene a ser, en último termino, una opción por uno u otro bando. Quien opta por la verdad va poco a poco construyendo su vida sobre ella y, con el tiempo, se encontrará inmerso en un estanque de amor, lealtad, confianza, justicia... Quien opta por la mentira va poco a poco destruyendo todo aquello que le rodea, hasta destruirse a sí, porque se instala en la desconfianza, el temor, la ira, el egoísmo, la avaricia...
¿A qué responde esa opción? No es fácil la respuesta. Una vez más nos topamos de lleno con el misterio de la libertad, ese don tan sagrado y querido por Dios que no priva de él a los humanos, a pesar del riesgo que conlleva. Algunos quisieran sacrificarla en aras de la seguridad. Olvidan éstos que la negación de la libertad lleva inevitablemente al sacrificio de la verdad y, por tanto, del amor. Sin libertad nos vemos privados de los mejores dones. Sólo cabe educar para que seamos capaces de soportar la carga de ser libres. Mi pregunta y la de muchos -al ver a los más jóvenes- es si lo estamos haciendo bien o, por el contrario, hemos devaluado -desvirtuado- un don necesario e inevitable. Ser libre más que un derecho es un reto difícil de afrontar.
En las palabras de Jesús siempre encontramos luz, fuerza y consuelo, así como nuestra vocación más alta.
Él nos enseña que guardar sus mandamientos es cuestión de amor. Y amamos a quien nos pide amar a todos, a quien pide para nosotros el don del Espíritu al Padre, para que viva con nosotros y esté con nosotros.
En esta relación de amor nunca nos quedamos solos, desamparados. Y seremos amados por el Padre, que con Jesús y el Espíritu habitará en nosotros. ¿Se puede pedir más?
Pues vivamos conscientes y despiertos en esta clave de amor que nos traspasa y penetra a lo largo de cada jornada; en esta íntima compañía que no se impone y se nos regala.
Conscientes de ella surge espontáneo y natural glorificar en nuestros corazones al Señor y estar siempre prontos para dar razón de nuestra esperanza a todo el que nos la pidiere. No se trata de convencer sino de contagiar la vida que llevamos dentro y que por su propia naturaleza nos desborda.
Se parece a la experiencia del salmista: "Fieles de Dios, venid a escuchar; os contaré lo que ha hecho conmigo" O la de Felipe, que se deja llevar y mover por el Espíritu y predica a Cristo en Samaría, tierra de paganos.
Todos estamos llamados a vivir la presencia de Dios en nosotros en una relación de amor. No depende de nuestras virtudes adquiridas, de nuestras habilidades o cualidades, de la edad o la salud. Afortunadamente es don de Dios.
DIOS CON NOSOTROS Y EN NOSOSTROS, la intimidad
En esta parte del discurso de la última cena, Jesús nos muestra como le amaremos, guardando sus mandamientos, su mandamiento, “amaos unos a otros como Yo os he amado”, no nos dejó más precepto que este.
Nos promete la asistencia del Espíritu, que será nuestro defensor porque siempre estará con nosotros.
Nos dice que le conoceremos porque vive y está con nosotros.
No nos deja huérfano, viviremos por que “yo – Él - sigo viviendo”.
Sabremos la relación de Jesús con el Padre y de Él con nosotros
Vivir todo lo que este pasaje evangélico nos quiere decir, es vivir nuestra vida intima con Dios del único modo que podemos hacerlo, vivir nuestro bautismo, nuestra consagración y en una oración constante, en plena comunicación con Él, modo único de estar y vivir con Dios nuestra vida eterna, pues en la oración es donde conoceremos a Dios, pues esa es la vida eterna “conocerte a ti, único Dios verdadero y al que enviste, Jesús, el Cristo (j 17,3)
Y será en la oración donde nos relacionaremos con Dios, donde abriremos el corazón para que con el Espíritu nos confiemos a Dios, descargando nuestro cansancio y nuestras angustias y viviendo nuestras alegrías y de esa oración saldrá la fuerza de levantarnos cada vez que caigamos por nuestra debilidad y fragilidad.
Jesús está dando los últimos latidos de su corazón y manifestando a los discípulos sus confidencias con el Padre, para que nosotros hagamos lo mismo, como seguidores suyos.
Somos los receptores de la promesa del Espíritu y somos los que por el Espíritu llegaremos a tener esa intimidad con Dios en la oración de cada día, grande o pequeña, vida, dolores y alegrías entregados con plena confianza de hijos de Dios a su Padre en una acción de gracias, de alabanza, de gloria que ha de saltar de nuestro corazón al abrirse el nuevo día.
Virgen Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, Señora de Fátima, cuya advocación hemos celebrado, ayúdanos a ser fieles seguidores de tu Hijo, AMEN, ¡Aleluya!
Publicar un comentario