DOM-31A

domingo, 29 de octubre de 2017
5 NOVIEMBRE 2017

DOM-31A

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 29 octubre, 2017 14:23 dijo...

TÍTULOS Y DIGNIDADES

Moisés fue el primer legislador de Israel. Después de él, vino la tradición. En tiempos de Jesús era incumbencia de los escribas y fariseos conservar, defender e interpretar tanto la una como la otra. Ocupaban la cátedra de Moisés o, lo que es igual, eran los encargados de explicar al pueblo la voluntad de Dios. El problema era que no siempre respaldaban con su vida lo que predicaban con su palabra y es que entonces como ahora, una cosa es predicar y otra dar trigo. Jesús denuncia la incoherencia entre la doctrina y las obras y la tacha de hipocresía. Y aduce como razón de este modo de actuar que quienes así obran lo hacen porque quieren ganar fama y honor entre los hombres, sin que les importe el honor de Dios. Por eso les gusta ofrecer signos externos de su importancia, ocupar puestos de relieve y ser reconocidos públicamente.

Jesús está en completo desacuerdo con este modo de ser y de actuar y advierte a sus discípulos que ellos han de ser de otra manera. Para explicar su pensamiento pone tres casos relativos al tratamiento que solía darse a los rabinos: maestro, padre y consejero. A nadie hay que llamar maestro porque el único maestro es Jesús; ni padre, puesto que el único padre es el del cielo; ni consejero ya que el único consejero es el mesías. Todo esto está en consonancia con la letra y el espíritu del evangelio donde queda claro que entre los cristianos el mayor, el más importante, es el más pequeño y es a él a quien todos -de modo especial los grandes- deben servir.

Pero hay otra razón detrás de esta doctrina: el único maestro y consejero, es decir, el único que tiene autoridad en sí y por sí es el Mesías. En la comunidad cristiana nadie tiene autoridad para exponer doctrinas propias de modo que pueda reunir en torno a sí discípulos como solían hacer los rabinos. La función de enseñar no es autoridad propia sino misión recibida de aquel que tiene esa autoridad. Por eso puede decir en otro lugar: “Quien a vosotros escucha a mí me escucha”,expresión que es más un aviso a los maestros que una advertencia a los discípulos.

El espíritu y la letra a veces se nos olvida a quienes decimos seguir a Jesús y, de la mano de la historia, vamos dejando que las cosas sean de otra manera con pretextos y justificaciones que no siempre convencen. Nos encariñamos con títulos y dignidades y dejamos que la gloria de Dios ceda ante la gloria de un hombre -aunque éste sea su representante-. La verdad es que las palabras de Jesús nos deben inquietar. Es verdad que no se trata de suprimir títulos, sino de erradicar del corazón la ambición de poseerlos. Pero reconocer que lo importante es el fondo no significa desmerecer el valor de la forma. Al fin y al cabo la única dignidad que cuenta es la que confiere a un hombre su espíritu de servicio y la humildad que muestra cuando se pone a los pies de los pequeños

juan antonio at: 31 octubre, 2017 21:15 dijo...

CARRERISMO, TERNURA, COHERENCIA
Hoy como en todos los tiempos, hay quienes acuden al sacerdocio, al ministerio del servicio, como en el que en el plano civil, dentro de una organización mercantil, aspira a subir en el escalafón y llegar desde meritorio a jefe de algo, como hemos visto en la vida de muchas personas que se han hecho así mismo.
Pues este carrerismo se da en la Iglesia, pero no escalando en el servicio sino mirando el propio interés que es el que denuncia Malaquías y de él se ha hecho eco nuestro Papa Francisco cuando ha denunciado esos defectos de la curia.
Jesús, en el pasaje de los hermanos que pide la derecha y la izquierda en el Reino de Dios, les dice “entre vosotros no será así, sino que el que quiera ser el primero, sea el último y servidor de todo””, cosa que después de más de dos mil años aún no hemos entendido, ni los curas ni los laicos, pues en éstos también se da, pues hay mucho laico de sacristía, más que de misión en el puesto al que hemos sido llamados, queriendo lucir una religión de pandereta, por llamarle algo suave.
Todo lo contrario de lo que S. Pablo nos relata en el pasaje de la carta a los Tesalonicenses, donde hace de la ternura y el cariño el denominador común en el trato a los fieles de aquella comunidad y del trabajo manual, la ligereza de la carga que pueda resultar para aquellos su propio sustento.
En sintonía con la primera lectura, nos dice el Evangelio que seamos coherentes en nuestras vidas, que digamos aquello que hacemos y hagamos aquello que decimos, como el Beato Pablo Sexto, nos decía, dicen más lo que hacen y dicen que los solamente dicen.
Esta falta de coherencia es manifiesta en nuestra Iglesia, muchas veces de pandereta como he dicho antes, donde lo que cuenta es la farándula, las grandes solemnidades, las manifestaciones multitudinarias y olvidamos, lo esencial, como recriminaba Jesús a los de su tiempo
“” Mas ¡ay de vosotros, fariseos!, porque pagáis el diezmo de la menta y la ruda y toda clase de hortaliza, y sin embargo pasáis por alto la justicia y el amor de Dios; pero esto es lo que debíais haber practicado sin descuidar lo otro.””
Nos vamos por las rama, la ostentación, el que me vean, el que digan, el que ….., pero como decía Jesús, “vuestro corazón está muy lejos de mi”.
Hoy, bueno mañana, día de esos santos innominados, se proclaman las Bienaventuranzas del Evangelio de S. Mateo, ese programa de vida con Dios y con los hermanos, que leemos, decimos que meditamos, rezamos, pero……¿de verdad lo hacemos vida de nuestro ordinario caminar?

Recemos con el salmo, guarda mi alma junto a Ti, Señor y pidámos que nuestro corazón no sea ambicioso, ni nuestros ojos altaneros, que no pretenda grandezas, que acalle y modere nuestros deseos como un niño en brazos de su madre y espere en el Señor ahora y por siempre.
Santa María, Madre de Dios y, Madre de todos los que seguimos a tu Hijo que sintamos la necesidad de ser coherentes en hacer lo que decimos y decir lo que hacemos, AMEN

Maite at: 01 noviembre, 2017 17:59 dijo...

Es verdad: ante estas palabras de Jesús una tiene la impresión de que hay algo que hemos entendido mal entre sus seguidores. Algo falla, o falta, en la Iglesia, entre nosotros, para que el poder, con toda su corte de gestos, títulos y privilegios, siga siendo tan importante, decisivo, determinante y, sobre todo, deseado y buscado. Aún no hemos asimilado lo suficiente que el primero entre nosotros ha de ser servidor de todos, que quien se enaltece será humillado y el que se humilla, enaltecido.

Aún importa demasiado proyectar una buena imagen, gozar de autoridad sobre los demás, cuando lo que cuenta es lo que se hace por ellos y con ellos. No hay peor autoridad que la que lía fardos pesados e insoportables y los carga sobre los hombros de los otros. Jesús pasó haciendo el bien y liberando de todos ellos a los más pobres, frágiles y vulnerables.

No hay peor carga que la que abruma la conciencia de las personas, en forma de norma o ley, e impide una vida plena y feliz. La que hace esclavos y no hijos, la que veja, oprime y condena en vez de ayudar a crecer y ejercer la propia libertad.

Pablo, en cambio, a pesar de su autoridad sobre las nuevas comunidades cristianas, o precisamente por ella, se compara con una madre que vela por sus hijos con cariño y delicadeza, con esfuerzos y fatigas buscando su bien. Es consciente, además, de que es la Palabra de Dios la que permanece operante en los creyentes: es decir, la que transforma los corazones, las conductas y prioridades, las vidas, en fin, de los cristianos.

Malaquías nos recuerda las duras palabras que el Señor dirige a los malos pastores de su pueblo. El que ejerce la autoridad en nombre de Dios tiene mayor responsabilidad, y por tanto mayor exigencia de usar de ella como lo hace Dios con sus hijos.