DOM-32A

domingo, 5 de noviembre de 2017
12 NOVIEMBRE 2017          

DOM-32A

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 05 noviembre, 2017 18:26 dijo...

NECEDAD Y SENSATEZ

La parábola de las diez doncellas pertenece al discurso sobre el fin de los tiempos, todo él centrado en la necesidad de vigilar para estar a punto cuando llegue el momento de rendir cuentas. Entonces -como hoy- las ideas apocalípticas y la convicción de estar ante un final cercano inquietaba a muchos. Incluso entre los cristianos había quienes pensaban que el fin estaba tan cerca que no merecía la pena ni trabajar. En este discurso, Jesús no trata de satisfacer la curiosidad malsana de los que gustan barajar fechas y vaticinar eventos. Se limita a decir que no es importante saber cuándo terminará todo, sino estar preparado cuando llegue el momento.

En la palestina del siglo I las familias practicaban el matrimonio patrilocal, consistente en que la novia era trasladada a la casa que el novio le había preparado. El momento más importante era cuando éste, acompañado de sus parientes, iba al domicilio de su prometida para trasladarla. Mientras tanto los invitados esperaban el regreso de la comitiva. Luego era consumado el matrimonio y se enseñaba la sábana manchada de sangre, para demostrar la integridad física de la esposa; tras lo cual empezaba la fiesta. La parábola habla de diez doncellas que se quedan dormidas mientras el novio está fuera. Cuando éste vuelve, la mitad de ellas encuentra que sus lámparas se han apagado; mientras van por aceite, llega la comitiva y se cierran las puertas. Su desidia les priva de participar en las fiestas.

El sentido del texto es evidente: el aceite, lo que mantiene encendida la lámpara, es el Evangelio, que unas lo gastan inútilmente pues se quedan dormidas durante la espera -cuando llega el momento de la verdad, no tienen nada que ilumine sus vidas-, mientras que otras, más precavidas, han guardado lo necesario y pueden entrar en la fiesta. Todas han recibido lo mismo, pero mientras unas, entregadas a sus sueños y fantasías, dejan que se pierda, otras, más realistas, saber hacer de él el uso adecuado.

Estamos -como en la parábola de los talentos- ante una oportunidad que unos aprecian y otros ignoran. Para Jesús sólo los primeros son sensatos; los otros son unos necios porque es necedad grande dejar que la mente se nuble y los sentidos se emboten cuando se tiene un tesoro que guardar. El Evangelio es ese tesoro. Pero no hay que engañarse: no es el poseerlo lo que garantiza la salvación, sino el vivirlo, es decir: dejar que ilumine la propia existencia y le dé sentido.
La parábola se completa con el pasaje que cierra el discurso -el que narra el juicio final-. El juez sólo reconoce en ese momento a aquellos que antes le han reconocido a él tras los harapos, la enfermedad y la marginación. El evangelio ilumina cuando los hombres son capaces de ver a Dios en el hermano pobre, sufriente o humillado. Eso es ser sabio. Lo otro es necedad. El problema es que esa lección se aprende cuando es demasiado tarde.

Maite at: 06 noviembre, 2017 19:22 dijo...

Las parábolas de Jesús sobre el Reino son una llamada apremiante a nuestra responsabilidad a la hora de acogerlo y colaborar para que venga a nosotros. Es gracia y don, y como todo regalo exige unas actitudes en quien lo recibe.

Por eso en la parábola sobre las diez vírgenes lo de menos son los detalles, lo importante es la actitud, las disposiciones de las que esperan al esposo. Las sensatas están preparadas para su llegada imprevista, las necias no. Y estar preparadas es una buena muestra de amor, de interés por lo que se espera.

Algo de esto se describe en el libro de la Sabiduría. Según el texto la sabiduría, con ser radiante e inmarcesible, no resulta difícil de hallar y poseer, pero es necesario amarla y buscarla, desearla y pensar en ella, velar por ella.

Más o menos como el salmista, cuya alma tiene sed de Dios, lo ansía y madruga por él. Y en el lecho apenas descansa con su recuerdo y vela meditando en él. Como las vírgenes sensatas que tenían el aceite preparado porque no sabían cuando llegaría el esposo.

juan antonio at: 07 noviembre, 2017 20:15 dijo...

EL SABIO ESPERA, TIENE ESPERANZA
Esta semana las lecturas nos hablan de la esperanza y de saber esperar y así la primera lectura nos habla de la sabiduría, difícil de definir pero de la que podemos dar algunos rasgos esenciales
“”Es equilibrio y armonía
Conjunción entre conocimiento y amor
Experiencia y asombro
Conciencia de las posibilidades y de los límites
Quietud insatisfecha
Pasión por la verdad y la tolerancia
Interés por los otros y discreción
Apertura y pudor
Realismos y utopía
Humildad audaz
Paciencia impaciente
Orar y vivir
Amor en el riesgo
Soledad y trato cordial con los demás””

Son rasgos que un autor pone de lo que podemos entender por la sabiduría de la que nos habla el libro del mismo nombre, pero que nos lleva a una espera impaciente, a un vivir orando, a una contemplación activa, a un estado de vela, de constante espera del Señor que se nos da en los aconteceres de la vida, la espera y la esperanza, un estar siempre mirando a nuestro Señor, porque sabemos que vendrá, que estará, que está con nosotros, lo que tenemos que saber es verlo, conocerlo, “”mira que estoy a tu puerta y llamo”” y no nos pase como a las doncellas de la parábola, seamos precavido, que el diccionario define como “”sagaz, cauto, que sabe precaver los riesgos””, en la espera y nos no durmamos sin tomar la debida precaución para que nuestro amor no decaiga, para que nuestra vida sea audaz en su empeño de seguir los pasos del Maestro y así entrar a la celebración y no encontrarnos con las palabras, duras, desconcertante, de que a pesar de la invitación al Reino, no nos conoce porque nos olvidamos de lo necesario, del aceite de la gracia que nos mantendría en la espera.

“Por tanto velad, porque no sabéis el día ni la hora” y esta esperanza de la que hoy hablamos sea ansia de Dios que llena nuestra vida reseca y agostada de gracia y amor.

Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, enséñanos a decir AMEN