25 DICIEMBRE 2017
NOCHEBUENA
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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¡FELIZ NAVIDAD!
Son muchos los siglos que lleva Occidente celebrando la Navidad el 25 de Diciembre. El testimonio más antiguo es un calendario del año 336 en el que se recogen las fiestas que celebraban los cristianos en Roma. En cuanto a las razones para celebrarla el 25, hay que decir que no sabemos el motivo que llevó a la Iglesia a hacerlo ese día. Son muchas las hipótesis que se han formulado, pero ninguna ha podido ser confirmada. Entre ellas, se ha señalado la necesidad de oponer el culto a Cristo al culto al sol que, por influencia de Mitra, gozaba de tanta popularidad en el paganismo. Pero esto es una hipótesis no se ha podido demostrar con documentos. El hecho cierto es que la fiesta del nacimiento de Cristo se viene celebrando el 25 de Diciembre desde los primeros siglos.
Pero –¡lo que son las cosas!–, algunos se han propuesto acabar con el contenido de estas fiestas. En el dislate al que estamos asistiendo en cuestión de costumbres y tradiciones, este sería uno más, si no fuera por la maniobra de manipulación lingüística que supone. La estrategia es evidente: si no se puede acabar con la fiesta, se le cambia de nombre o se mantiene el nombre pero se le cambia el contenido o las dos cosas. Como, evidentemente, resulta imposible quitar las fiestas de Navidad –imaginen las consecuencias de una medida así en el campo académico o económico, por ejemplo–, se les llama fiestas de invierno, y a los belenes, paisajes de invierno y se eliminan de la calle todos los símbolos religiosos.
Es evidente que cada uno puede celebrar lo que le dé la gana según sus ideas, opciones o preferencias. Pero no podemos cambiar la naturaleza de las cosas. La Navidad es una fiesta cristiana –como el ramadán es una práctica religiosa islámica y a nadie se le ocurre decir que no es ayuno sino una dieta de adelgazamiento–. Se tenga fe o no se tenga fe, el fundamento y la razón de estas fiestas es el nacimiento de Cristo. Por tanto, se les puede llamar fiestas de invierno, pero son fiestas de invierno para celebrar el nacimiento del iniciador del cristianismo. Podemos hacer regalos y decir que es para celebrar la lluvia, por ejemplo, pero regalar en estas fechas es una evocación de los regalos que los magos hicieron a Jesús. Y así podríamos seguir.
También debemos tener claro que la elección de la fecha viene de los primeros siglos, si bien parece que es algo aleatorio. Esto significa que celebramos el “hecho” del nacimiento de Cristo con el sentido que a ello le damos los cristianos, pero no el “día” en que tuvo lugar porque no tenemos ese dato. Lo cual no quita legitimidad a la celebración. No saber la fecha del nacimiento de una persona no significa que no haya nacido ni que no podamos celebrarlo. Si desconocemos el dato exacto, podemos elegir el día que nos parezca más oportuno. Eso fue lo que hicieron con todo derecho los cristianos desde los primeros siglos. Atacar la Navidad, como algunos han hecho, porque ignoramos el dato concreto del día en que Jesucristo nació, no deja de ser otra burda manipulación.
Finalmente, también tenemos que dejar claro que el respeto mutuo que, en una sociedad democrática, todos merecemos –hombres y mujeres, creyentes y no creyentes, judíos, cristianos y musulmanes, budistas, hinduistas o sintoistas...– implica también el respeto a las creencias religiosas, lo que significa que puedo profesar la religión que quiera o no profesar ninguna. Atacar a las personas, sus manifestaciones y sus símbolos, simplemente porque no los comparto es adentrarse en un sendero peligroso que lleva, a la larga, al totalitarismo, porque, cuando se considera legítimo atacar un derecho, se termina negándolo y, negado un derecho, se pueden negar todos los demás.
JESÚS
La reflexión de la semana pasada empezábamos haciendo un resumen de la preparación al encuentro de Dios con los hombres y terminábamos con MARIA y hoy empezamos con el esperado, el deseado Hijo de María, JESÚS.
Hoy nuestra reflexión no puede ser otra que de agradecimiento, Jesús se ha encontrado con la humanidad, sedienta, agostada y viene como Niño pequeño, a enseñarnos el camino del Padre “ha aparecido la gracia del Padre”, le dice S. Pablo a Tito, ya no hay que esperar más, está como su nombre indica Dios con nosotros, Enmanuel.
No ha venido con grandes sensacionalismos, no ha habido grandes ni nobles para recibirlos, solamente, María, José y los habitantes del establo, el buey y la mula como tradicionalmente se dice.
Viene Niño, para enseñarnos que nunca debemos dejar de ser niños en su trato y en el trato de los demás, que tenemos un Padre, que tenemos un número infinito de personas a los que anunciarles este acontecimiento, que no nos podemos quedar callados, ni tenemos que guardar para nosotros solos, nos espera todos los hombres y mujeres de esta tierra a los que Dios quiere, tenemos que alabarlo, bendecir su nombre y tenerlo como Salvador, pues nos enseñará “a renunciar a la vida sin religión y a los deseos mundanos y a llevar una vida sobria, honrada y religiosa””.
Demos gracias a María, su y nuestra Madre, a la que dedicaremos el día uno próximo, pues como decía la semana pasada, este acontecimiento que asumió con la mayor humildad del mundo, no le sería nada agradable, pero “hágase en mi según tu Palabra”.
Alegrémonos, llenemos nuestro corazón de júbilo, porque Dios ha nacido, se ha hecho hombre, ha tomado nuestra carne para que nosotros, los que lo hemos recibido, seamos hijos de Dios.
María, Madre del Amor Hermoso y Madre nuestra, enséñanos a decir AMEN
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