TRINIDAD-B

sábado, 19 de mayo de 2018

27 MAYO 2018      
TRINIDAD-B

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 21 mayo, 2018 19:07 dijo...


LOS TRES ROSTROS DE DIOS (Mt 28,16-20)

¡Dios ha muerto! fue -hace algunas décadas- el grito de quienes pensaban que, al fin, el hombre se había liberado del yugo de lo divino. El mito de la autonomía del hombre frente a Dios ha sido para muchos la expresión de su opción en favor de un hombre plenamente desarrollado. Pero el tiempo ha pasado y las cosas no han resultado como pensaron. La destrucción de la fe en Dios ha sido como romper un espejo: se han multiplicado los ídolos. Y -sinceramente- nunca está más en peligro un pueblo que cuando se alzan sobre él hombres o instituciones que se creen dioses. Frente a esto, la fiesta que hoy celebramos -la Santísima Trinidad- es una invitación a reflexionar sobre el Dios en el que creemos y el Dios que predicamos. Porque es sobrecogedor pensar que la falta de fe de muchos no sea en realidad una negación del Dios vivo y verdadero, sino un rechazo de la imagen que los creyentes les hemos presentado.

Por ello necesitamos saber en qué creemos -es decir: qué decimos cuando decimos Dios- y nada mejor que el final del evangelio de san Mateo en la que se dice que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es Padre porque es fuente de vida, porque es creador y, sobre todo, porque nos ha hecho hijos suyos. Cuando definimos a Dios como padre, en realidad estamos declarando la suprema dignidad del ser humano, algo que nadie le puede arrebatar, algo de lo que nadie puede despojarse ni ser despojado. Es Hijo porque, llegado el tiempo previsto, se hizo uno de nosotros para hacernos ver cuánto amor nos tiene y cuánto amor debemos tenernos unos a otros. Si Dios Padre habla de filiación, Dios Hijo habla de fraternidad. Y es Espíritu Santo, es decir, vida, porque el ser hijo y hermano no es mera doctrina, sino profunda realidad. Como a Adán se dio el aliento, así a nosotros se nos ha dado el Espíritu, como un don absolutamente gratuito, como fuerza que sostiene en la existencia a los que caminan.

Debido al influjo del pensamiento oriental y utilizando la vía de la sanación y las terapias naturales, está muy presente en nuestro mundo algo que ya lo estuvo en los primeros siglos de cristianismo y que fue rechazado por ser ajeno a él. Se trata de las doctrinas gnósticas últimamente resucitadas por los profetas de la Nueva Era. Entienden a Dios no como alguien sino como algo: como la energía divina e increada de la que el mundo no es sino una manifestación, con la que podemos entrar en contacto y a la que podemos poner en activo utilizando determinadas técnicas. No entramos en discusiones sobre la naturaleza de la energía humana o universal. Pero hay algo que no puede olvidar el cristiano: esa energía -cualquiera que sea su naturaleza- es una criatura, es decir, una obra de Dios. Pero no es Dios. Dios es distinto del mundo y de todo lo que éste encierra. El Dios en quien creemos es un padre misericordioso y providente, que sale a nuestro encuentro en cada ser humano -sobre todo en el que sufre- y vive en lo más íntimo de nuestro corazón. Es Dios Amor que libera al hombre del temor y le abraza cuando llega el momento supremo de la vida: la muerte.

Francisco Echevarría

juan antonio at: 22 mayo, 2018 17:53 dijo...

AMOR, AMOR Y AMOR
Es difícil hablar de la Santísima Trinidad, no sólo porque sea un misterio sino porque es más un sentimiento en acto de fe, pues como Misterio no podemos dar explicación de él, pero como realidad de nuestra religión, si podemos sentirlo y vivirlo.
Hay una canción que dice que el
“”Espíritu de Dios se siente aquí,
si los hombres de la tierra glorifican al Señor,
el Espíritu de Dios se siente aquí””
en nuestras vidas, en nuestros corazones, en nuestras relaciones……. pues eso mismo digo de la Santísima Trinidad, la conocemos pues Jesús nos dio a conocer al Padre y al Espíritu y a Él como Hijo y yo me pregunto, que si Dios es Amor, como nos dice S. Juan, el Amor es darse, recibirse y comunicarse, es decir tiene una correspondencia y una comunicación ( en qué hondura me estoy metiendo) y en la oración de los Equipos de Nuestra Señora al Espíritu Santo se dice así
“”Tu eres el Aliento del Padre y del Hijo en la plenitud de la eternidad”.
Esta es la Santísima Trinidad que sentimos y proclamamos en esta semana
Misterio y como tal incomprensible, pero podemos acercarnos a él y sentirlo, vivirlo, pues en más de una ocasión nos dice Jesús que “el Padre y Él harán morada en nosotros y nos enviara su Espíritu que nos hará comprender lo que Jesús nos dijo y nos llevará a la verdad completa y así a lo largo de la vida de Jesús se nos ha ideo revelando las tres personas de la Trinidad, el Espíritu que engendra, el Padre y el Espíritu que están en el bautismo, el Hijo que es ungido como se nos dice en la sinagoga de Nazaret y así podemos ver muchos pasajes donde se nos manifiesta este incomprensible misterio de AMOR, de las tres Personas en la Comunión del Señor.
Uno es el Señor, uno es el bautismo, una es la fe en un solo Dios verdadero.
Santa María, Madre de la Iglesia, haznos hijos del Padre, hermanos con el Hijo y llenos de amor con el Espíritu, AMEN


Maite at: 24 mayo, 2018 09:14 dijo...

Contempla el misterio de la Trinidad. Adóralo y sobre todo vívelo. Y hazlo como lo hacía Jesús, sabiéndote hija-hijo de Dios Padre, dejándote llevar por el Espíritu que te hará heredera-heredero de Dios, coheredero con Cristo. Que te mostrará que no has recibido un Espíritu de esclavitud sino un espíritu filial. Te dará la certeza de que Jesús está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo y nunca nos sentiremos solos. Te sentirás impulsado a la misión de hacer discípulos de todos los pueblos, de salir de tu casa, de tu barrio, de ti mismo para dar testimonio de Jesús y mostrar su mensaje, su manera de vivir y sobre todo su pasión por el Reino y por el Padre.

Vive el misterio de la Trinidad con la certeza de que eres profundamente amado, de que estás llamado a amar profundamente, a vivir en el amor en la libertad y la verdad que da el Espíritu Santo.

Experimenta que tu Dios no es un Dios que está allá arriba en el cielo y aquí abajo en la tierra, está dentro de ti.

Deja que el Espíritu te haga discípulo misionero para mostrar a todos el amor del Padre. Ama y adora a la Trinidad, en los buenos momentos y en los malos, cuando brille el sol y cuando ruge la tormenta. Echa ahí tu ancla, encuentra ahí tu fondeadero y lánzate en alas desplegadas de su amor.