24 JUNIO
2018
DOM-12B
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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EL HOMBRE, JUSTO, PROFETA, HUMILDE
Hoy celebramos el nacimiento del más grande profeta de Israel, el último, el hombre, justo, profeta y humilde.
Malaquías nos anuncia la llegada del profeta Elías antes de que llegue el día de Yavé y el Evangelio de este Domingo nos muestra el nacimiento de Juan, el Elías esperado, el mayor de los profetas y el menor en el Reino de Dios.
Cuando Juan nace y el padre empieza a hablar, los vecinos decían ¿qué va a ser de este niño? Y luego el Evangelio da la razón, “porque la mano de Dios está con él”
Fue un HOMBRE, engendrado de forma milagrosa al modo de Isaac, de padres maduros y sin posibilidad regular para ello, contó con la presencia de María en su nacimiento y como Jesús aparece en el desierto ya adulto, hecho hombre, no sabemos más de él antes de su madurez, como Cristo, tuvo su vida oculta.
Fue JUSTO, justo en el sentido de santidad, estuvo santificado desde el vientre de su madre (de ahí celebrar su nacimiento así como el de María), si los vecinos no sabían qué iba a ser de aquel niño, él lo sabía, y así retirado en el desierto, entregado a Dios, crece en santidad a los ojos de Dios y de los hombres y en preparación de la misión que tenía encomendada.
Fue PROFETA, pues anunció al que había de venir, al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, vio la señal del Espíritu en el Bautismo y escuchó la voz del Padre y por otra parte denunciaba la maldad a la que sometían a los hombres sencillos aquella clase privilegiada, los desafueros de Herodes a pesar de que lo escuchase con respeto y siempre me he preguntado de qué le hablaría Juan a Herodes y no podría ser de otra cosa que de la venida de Jesús, del Cristo y de su Reinado, terror infundado de Herodes, por lo que lo mantenía en la cárcel.
De Moisés se dice en Números 12,3 que era el hombre más humilde, pero diría que vino Juan y también fue un hombre MUY HUMILDE, que supo siempre cual era su sitio, él era que el anunciaba, el que no era digno de quitar las correas de las sandalias de aquel que había de venir, que era más que él, que no tuvo reparo en enunciarlo como el Coderos de Dios….., nunca se arrogó nada en beneficio propio, más que la duda, pues era hombre y así envió a sus discípulos a preguntar a Jesús si era Él o había que esperar a otro, hasta ahí llega su humildad, lejos de cualquier carrerismo religioso o clerical como nos sucede hoy y vemos en clérigos y laicos, que también los hay y es una vergüenza medrar con las cosas de Dios, que no es otra que amar y servir, lo que olvidan los que andan preocupados por esos escalones.
Debemos leer entero el salmo 138 que hoy se rezará en parte, pues es el amor de Dios por el hombre, el abrazo de Dios a la humanidad.
Dios es Padre y esta es la mano de Dios que estuvo con Juan y está con nosotros si nosotros nos dejamos acoger por Dios Padre y somos capaces de anunciar el Reino, de llevar el amor de Dios Padre, Hijo y Espíritu a todos los hombres, viviendo la vida de Dios, contenida en ese librito tan pequeño que puede no leamos y sí otros que no es Palabra de Dios, sino de los hombres y así condenamos, machacamos la dignidad del hombre en esos mares, porque le quitamos su forma de vida y no le dimos la nuestra y seguimos quitándoles, también hoy, su pan, en forma de materias primas; es una barbaridad pero no le compensamos por muchos barcos que acojamos.
¡Señor te doy gracias porque me has escogido portentosamente!
Que lo haga verdad y testimonio, que mi servicio sea sincero y sin nada a cambio, por puro amor, hasta con los enemigos, como nos dice el Evangelio de hoy porque si esperamos recompensa, ¿donde está la gratuidad, esencia del amor?,.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a ser agente de la nueva evangelización que la Iglesia pide y no hago más que poner excusas de edad, enfermedad, ignorancia….., ayúdanos a ser VALIENTES, AMEN
Recuerda las palabras de Jesús sobre Juan: el mayor de los nacidos de mujer. Y también que el más pequeño del Reino de los cielos es más grande que él.
Si la Iglesia aplica a Juan las palabras del profeta Isaías cuando dice: “el Señor me llamó en las entrañas maternas y pronunció mi nombre”. También tú puede aplicarte esas palabras. Experimentar cómo has sido llamado desde las entrañas maternas. Cómo tu nombre ha sido pronunciado por él. También tú puedes hacer tuyas estas otras palabras: en vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas. Como pudo hacerlas suyas Juan el Bautista, cuando experimentó las frustración, el desencanto, la interrogación que suponía que Jesús y sus obras no cuadraba con la idea que él tenía del Mesías.
También tú puedes hacer tuyas las palabras del salmista. Esas que con tanta propiedad podría haber pronunciado Juan el Bautista: te doy gracias porque me has escogido portentosamente. Señor tú me sondeas y me conoces. Me conoces cuando me siento o me levanto. Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno. Conocías hasta el fondo de mi alma.
Recuerdas la humildad de Juan en el camino de su vida, cuando dice: yo no soy quien pensáis sino que viene detrás de mí, uno a quien no merezco desatarle las sandalias. Puedes tú hacer tuyas estas palabras: ¿cuáles son tus sentimientos como evangelizador, como testigo de Jesús? Tú quieres sembrar la semilla de su Reino, la semilla de su palabra, de sus enseñanzas, las bienaventuranzas. La pasión por el Reino y por el Padre. Eres capaz, como Juan, de hacer que la mirada de quienes te oyen, te escuchan, te observan, no se pose sobre ti sino sobre ese a quien anuncias.
Mirar a Juan es solo el primer paso para caminar en verdad, para sentirnos admirados y agradecidos por haber sido elegidos, para ser de alguna manera también precursores del Señor, donde estamos, donde vivimos, donde nos movemos. Mirar a Juan es un motivo de alegría, de esperanza. Un motivo para sabernos llamados a la santidad, y “ver la santidad que hay en la puerta de al lado”, como nos dice al Papa Francisco en su último documento. Miramos hoy a Juan y agradecemos el don que ha supuesto Juan. Pero queremos ser de los más pequeños en el Reino de los cielos porque son, seremos más grande que él.
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