7ºDOM-C

sábado, 16 de febrero de 2019

24 FEBRERO 2019
7ºDOM-C

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 16 febrero, 2019 09:02 dijo...

LOS DISCÍPULOS DE JESÚS (Lc 6,27-38)

Junto con las bienaventuranzas, posiblemente sea Lc 6,27-28 uno de los textos del Nuevo Testamento que mejor recoge el pensamiento específicamente cristiano sobre las relaciones humanas. La segunda parte del sermón, que el evangelista pone en boca de Jesús, agrupa una serie de dichos suyos difíciles de aceptar. Sus palabras parecen más una utopía que una propuesta ética. Según este pasaje evangélico, son cuatro las notas que definen a un discípulo de Cristo: el amor al enemigo, la renuncia a los propios derechos por amor, la capacidad de verse a sí mismo en el otro y la compasión, que es un sentimiento propio de Dios.

El amor al enemigo consiste en devolver bien por mal: hacer el bien al que nos odia, bendecir al que nos maldice y orar por el que nos injuria. Este ideal resulta humanamente imposible si se considera un asunto privado entre cada uno y su enemigo. Pero, si incluimos al Maestro, la cosa cambia y el sentido del texto viene a ser que todo el que mantiene con Jesús una relación profunda y comprometida ama necesariamente a su enemigo y lo trata como a un hermano. Sólo se puede amar al enemigo si se le ve como a un hermano.

El asunto de la mejilla, el manto y la reclamación sugiere que las enseñanzas que siguen se sitúan en el contexto de un tribunal. Vienen a decir: cuando tu enemigo proceda contra ti injustamente, cede tus derechos y nunca procedas contra nadie. La verdad es que -en estos tiempos de tanta violencia- resulta un mensaje demasiado difícil de aceptar. Pero así son las cosas.

La regla de oro -tratar a los demás como queremos que ellos nos traten- es una norma ética que también se aplica al enemigo. Si éste pasa necesidad, hay que echarle una mano. Su validez, por tanto, está fuera de duda, aunque haya quienes piensan que es no se puede aplicar. El Evangelio es como una receta: sólo se sabe lo buena que es cuando se cocina, pero hay quienes -con sólo leerla- creen que no da resultado.

El último rasgo del discípulo es la compasión. En este caso, Dios es el punto de referencia. Se manifiesta en cuatro comportamientos: no juzgar, no condenar, perdonar y dar con generosidad. La compasión es uno de los sentimientos más genuinamente humanos, cuando el corazón está sano. Su ausencia indica un corazón herido, una herida vieja.

Al leer este pasaje de Lucas y proyectar su luz sobre nuestro tiempo, es inevitable sentir una cierta desazón por la lectura del mismo tan acomodaticia que, con frecuencia, hemos hecho los cristianos. Alguien ha dicho que el Evangelio está por estrenar y yo añadiría: desgraciadamente. Porque ¡qué distinto sería el mundo, si las palabras del Maestro de Galilea hubieran calado -no ya en el mundo- sino en el corazón de quienes nos llamamos discípulos suyos!


Maite at: 19 febrero, 2019 18:23 dijo...

Esto no es cuestión ni de voluntad, por buena que sea, ni de fuerza. Aquí se trata de Espíritu Santo en acción y de dejarse mover por él. Y experiencia del perdón y la compasión de Dios en la propia vida. Si uno puede hablar y cantar como el salmista la experiencia de un dios que le ha perdonado, curado y colmado de gracia y ternura, tendrá mucho más fácil tratar así a los demás y actuar desde ahí en sus relaciones con todos. Experimentar la ternura y misericordia de Dios en nuestras horas más bajas y nuestra oscuridad más negra nos hace especialmente suaves y compasivos a nuestro alrededor.

Si miras al Padre y ves en él a quien no te juzga ni condena, al que te corrige y encamina con amor, evitarás hacerlo con quienes te ofenden o han hecho daño.
No siempre va a ser posible vivir al pie de la letra lo que Jesús nos pide, pero siempre podremos discernir qué hacer siguiendo su invitación a tratar a los demás como queremos que ellos nos traten.

De todas formas no vale edulcorar las palabras del Maestro. Aquí nos jugamos nuestro ser cristianos y discípulos suyos. Tenemos el ejemplo de tantos mártires de nuestros días que han sufrido o sufren persecución por su fidelidad a Jesús y responden según su Palabra en su vida de cada día.
Para ser hijos de tal Padre como tenemos no hay otro camino. Y a la hora de evangelizar y anunciar el amor de Dios a todos no hay mejor testimonio.

juan antonio at: 21 febrero, 2019 07:31 dijo...

SEGUIMOS EL CAMINO
En el camino que Jesús nos va diseñando, desde aquel primer domingo en que celebrábamos su bautizo y unción por el Espíritu, los Evangelios de cada semana no han dejado de darnos las pautas necesarias para que conformemos nuestra vida a la vida de Jesús, y así se nos da los pasajes de la sinagoga de Nazaret, el anuncio en una boda de la llegada de tiempos nuevos, la búsqueda de colaboradores, la proclamación de la bienaventuranzas, como estilo de vida del cristiano, en sintonía con Él.

Esta semana sigue desarrollando como debe ser el comportamiento del cristiano, del seguidor de Jesús y a modo de las bienaventuranzas, nos propone algo más, como amar, hacer el bien, bendecid, ser pacifico con los que nos odian, maldicen, injurian, maltratan, actitudes que nos pueden chirriar en buena lógica dentro de nuestra fragilidad.

Después de proclamar esos comportamientos, nos dice que si esperamos algo a cambio (paralelo con las imprecaciones), “así lo hacen los pecadores” y por ello nos quiere evitar esos planteamientos para que nuestra vida no esté vacía, para que nuestra relación con el Él sea de corazón y no solo de palabra (Mt 15,8) y así sigue Jesús dirigiéndonos el caminar por este mundo y nos propone:

---la regla de oro “Haced a los demás….” No que los demás nos haga y nosotros….,
---“No condenéis…..” ¡Qué ligera tenemos la lengua¡ para todo menos para bendecir a Dios y a los hermanos.
---“Perdonad…..” Recemos el Padrenuestro, pero de verdad, sin prisa y consciente de lo que rezamos, veremos cómo cambia nuestra vida.
---Dad y se os dará…” Aquí cabe preguntarnos ¿qué damos? Puede que ni de lo que nos sobra, cuanto más darnos, darnos nosotros, pues esta es una señal del cristiano, como Jesús.
Seamos generosos, pero no para que nos den, sino para tener esa alegría que nos dice Pablo en Hechos 20,35, donde nos refiere lo que decía Jesús, “”que hay más alegría en dar que en recibir”” y ello porque en la raíz de nuestra fe, está el darnos ya que ese es el único mandamiento que nos dejó Jesús, pues amar es darse, entregarse sin nada a cambio.
---Sed compasivo: aquí no tengo más remedio que recordar la parábola del buen samaritano que junto con la del hijo pródigo, son las perlas del Evangelio y vuelvo a decir, recemos el Padrenuestro, las veces que nos salgan de nuestro corazón, porque Dios es nuestro Padre.

Termino con el salmista bendiciendo al Señor y a su santo nombre.

Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a decir AMEN