3 MARZO
2019
8ºDOM-C
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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Jesús advierte que la boca habla de lo que rebosa el corazón. Si en él hay juicios, falta de comprensión, de empatía, amargura, envidia, ira… las palabras serán de juicio y condena, de crítica y descalificación. La comprensión y la disculpa serán los frutos de nuestro árbol si sus raíces están saneadas y limpias. No se trata de despreciar la corrección fraterna, que es muestra de amor bueno y verdadero, pero solo será de verdad “fraterna” si nace de un corazón que busca sinceramente el bien del otro. Una corrección hecha con malas palabras, que en vez de curar hieren más, no será tal sino un cubo de basura.
El autor del Eclesiástico se expresa con la razón y sabiduría de la experiencia cuando afirma que en el hablar es donde se prueba una persona.
Las palabras del salmista son de acción de gracias. Proclaman la misericordia del Señor por la mañana y su fidelidad por la noche. Y elogian la figura del justo que actúa de cara a Dios.
Cuidemos nuestras palabras, nuestro lenguaje. Han de ser las de un discípulo de Jesús, las de un hermano de sus hermanos, las de un hijo del Padre que a todos ama. Por mucho que queramos disimular ellas darán la medida de la salud de nuestro árbol.
Son las últimas recomendaciones del sermón del llano de Lucas y creo que podríamos resumir las enseñanzas que contiene en una palabra, humildad, además de la sentencia final.
La humildad no es más que conocerse uno mismo, con sus luces y con sus sombras, no está en ser apocado, timorato, calladito….., no, sino en que tenemos que hacer valer nuestras facultades a favor de todos y en corregir nuestras faltas, en favor, también, de todos.
Y así desde esta actitud y de manera muy prudente, tenemos que quitarnos la ceguera para ser guía, conductor y acompañante de los que tenemos a nuestro cargo y de los que nos debemos de hacer cargo.
Tenemos que llevar a cabo una formación constante, no decir ya sé el pasaje evangélico de este día nada más leer la primera palabra, léetelo entero que siempre encontrarás algo nuevo y no pongas excusas como a donde voy a ir yo a estas alturas de la vida, pues no debemos olvidar lo que nos dice Juan en el capítulo 17,3, “pues esta es la vida eterna, conocerte a ti, único Dios verdadero y a su enviado Jesucristo”, y esto a través de la Palabra de Jesús que debemos hacer nuestra norma de vida ¡Cómo cambiaría el mundo si nosotros cambiamos viviendo el Evangelio!
No seamos hipócritas, creyéndonos lo que no somos, pues aunque debemos aspirar a la perfección, Mt 5,48, reconozcamos nuestras debilidades para corregirlas y así, después, ayudar al hermano y fraterna corrección.
Llenémonos de Dios, vaciando nuestro corazón de todo aquello que no sea de Dios, para dar buenos frutos, para que nos demos, nos entreguemos en amor a Dios y a los hermanos y así hablaremos de Dios desde nuestro corazón y haciendo lo decimos.
Tengamos la humildad muy presente en nuestra vida, no somos menos que nadie, pero tampoco más, somos lo que somos, iguales pero distintos, pues así lo ha querido Dios y cada uno tenemos una tarea que llevar a cabo.
Demos gracias a Dios por los dones que nos ha dado desde la fe en nuestra infancia hasta la fortaleza para aceptarla como vida de Dios y como Dios en mi vida.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, enséñanos a decir AMEN
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