1ºADV-A

sábado, 23 de noviembre de 2019

1 DICIEMBRE 2019
1ºADVIENTO-A

4 comentarios:

Paco Echevarría at: 23 noviembre, 2019 08:53 dijo...

ESTAD EN VELA (Mt 24,37-44)

Comienza el Adviento con un texto inquietante por la meta a la que apunta: la Navidad. Es ésta la fiesta en la que los cristianos celebramos el nacimiento de Jesucristo y los textos de la liturgia apuntan a la necesidad de velar y prepararse debidamente porque su primera venida, anticipo de todas sus venidas, fue misteriosa, desconcertante e inquietante. Misteriosa por el significado que tiene para nosotros: es la presencia en el mundo de un Dios que, cuando quiso y porque quiso, decidió nacer, vivir y morir como hombre; desconcertante por la apariencia: se muestra de un modo pobre y humilde; e inquietante porque nos advirtió que volvería de muchas formas y corremos el peligro de no reconocerle.

Los textos evangélicos nos ponen en guardia ante el peligro de no ver al Señor que llega encarnado en aquellos que son su presencia viva en medio de nosotros. No en vano la última parte del discurso al que pertenece este texto recoge la parábola de los talentos –“¿Qué habéis hecho con los dones que os he entregado?”– y el juicio final –“Tuve hambre y me disteis de comer...”–. El Dios que vino en forma humana sigue saliendo, cada día, a nuestro encuentro y hace falta tener los ojos y los oídos bien abiertos para reconocerlo en un niño recostado en un pesebre. Esa es la llamada que se nos hace en este primer domingo. Se trata de despertar del letargo para que no nos ocurra como a los contemporáneos de Noé, que no supieron comprender el momento en que vivían. Porque de eso se trata: de descubrir el significado del momento presente. Lo que viene, no es un diluvio de muerte, sino una inundación de vida y de amor. El riesgo es no darse cuenta y permanecer atrapados en el temor.

El misterio para el que nos preparamos es el misterio original de cristianismo: el misterio de la Encarnación. Su importancia es tal que, sin él, no puede entenderse la idea de Dios que predicó y encarnó en su vida Jesucristo –el Eterno y Misericordioso que se reviste de humanidad y de humildad–, su idea de hombre –el mortal revestido de divinidad y de dignidad– y su visión de la existencia, de la historia y del mundo –el lugar en el que ese Dios humilde y ese hombre divinizado se encuentran como un padre y un hijo–.

Si los creyentes no somos capaces de reconocer al Señor que llega humildemente, revestido de miseria y hasta de pecado, entonces es que hemos olvidado las enseñanzas del Maestro. Si no somos capaces de escuchar su voz en la miseria de nuestro tiempo, tampoco la oiremos en la grandeza de los libros que la conservan. El evangelio de este primer domingo, cuando nos advierte de la necesidad de vigilar, no se refiere a que nos encerremos en las iglesias para escuchar sus hermosas palabras, sino a que salgamos a los caminos, a las calles y a las plazas para verle y oírle porque es ahí donde está gritando y donde quiere ser oído. Abrir bien los oídos a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, sobre todo a los que sufren, porque es Dios quien habla en ellos: esa es la llamada.

juan antonio at: 24 noviembre, 2019 17:46 dijo...

Comenzamos un nuevo año litúrgico y deberíamos empezar felicitándonos, como hacemos en los primeros días de Enero, pues el Adviento, es para nosotros los cristianos, el comienzo del año. Felicidades a todos los que queremos seguir los pasos de Jesús, ¡felicidades!
Hoy las lecturas nos llama a todos, sin distinción de persona, raza, religión “numerosos pueblos” a “caminar a la luz del Señor”; Pablo nos despierta de nuestro letargo en el que, quizás, la modorra de la rutina nos haya dejado, mientras el Evangelio, en dos pequeñas parábolas, insiste en la actitud de la vigilancia.
En la primera de ellas, parece advertirse una intencionalidad clara: el mayor enemigo de la vigilancia es la inconsciencia, revestida de rutina y apego a lo acostumbrado ("comer, beber, casarse"), siempre lo mismo, y nos dirán, “”pues siempre se ha hecho así ””, así, es así de vacío, sin vida, sin garra, sin luz, sin….. (cada uno discierna lo suyo)
En la segunda, la insistencia se sitúa en la importancia de "estar en vela", porque lo que se halla en juego es nada menos que la seguridad de la "casa", es decir, la consistencia de la propia persona.
La inconsciencia es el estado habitual de quien se halla identificado con sus pensamientos, sentimientos, emociones o reacciones. Es eso en lo que consiste lo que llamamos nuestro yo, nuestro ego: la creencia de que somos esos contenidos mentales y emocionales, en la ignorancia más completa de nuestra verdadera identidad.
La vigilancia, por el contrario, se refiere a la capacidad de no perdernos en la maraña de los pensamientos ni caer en la trampa de identificarnos con ellos. Requiere, por tanto, la actitud de observar todo lo que pasa por nuestra mente, tomando distancia de ello.
Gracias a esa distancia y observación, venimos a descubrir que en nosotros hay pensamientos, sentimientos, emociones, reacciones..., pero que no somos eso o no debemos serlo y que la atención constante nos quitará lo falso para dejarnos lo autentico, lo que de verdad importa.
Estemos alegres en este principio de año, no hagamos lista de propósitos ni de penitencias, ni sacrificios, seamos simplemente “”discípulo de Jesús”” con su Evangelio en nuestra vida, en mi vida, levantémonos y acostémonos dando gracias y pidiendo a Dios luz para ver lo que quiere de nosotros cada día y al anochecer, revisemos que le hemos quitado de lo que por la mañana le dimos.
Recemos con el salmista la alegría del Adviento, no nos pongamos tristes, sino que seamos valiente en celebrar las venidas del Señor, la de la Navidad, la de todos los días y la que tendremos al final de los tiempos.
¡Qué alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor!
…””ya es hora de despertaros del sueño””, esto será lo primero que hagamos, DESPERTAR y después iremos, cambiando, sorprendiéndonos para por último inundar.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, Señora de la espera y de la esperanza, ayúdanos a decir AMEN

Vicente at: 27 noviembre, 2019 13:30 dijo...

Os voy a contar mi visión del Evangelio de este domingo como me lo contaron en el Colegio de los Escolapios cuando yo era niño:

Acababa de llegar al de Logroño del Colegio de Zaragoza, que está muy cerca del Pilar, un Padre del que guardo un entrañable recuerdo y nos contó esta anécdota apócrifa:

Un día, cuando los niños estaban en el recreo en el patio del Colegio de Zaragoza, yo me puse a gritar: ¡¡¡ QUE VIENE EL FIN DEL MUNDO, QUE VIENE EL FIN DEL MUNDO !!!

Todos los infanticos corrieron a la Iglesia a confesarse

Todos…

menos uno.

Me acerqué a él y le dije: ¿Es que no vas a confesarte? y el chico me respondió:

“Padre, todos los días, antes de venir al Colegio, entro al Pilar y estoy en Gracia de Dios. Como estamos en el recreo: voy a seguir jugando con mi pelota”

Vicente Barreras,


Maite at: 27 noviembre, 2019 13:32 dijo...

Estar en vela es cuestión de amor, porque se espera, el tiempo que haga falta, a quien se ama. Nadie quiere que el amado le pille desprevenido, distraído, sin estar preparado para la acogida y la respuesta.

La mejor manera de velar la enseña Pablo: reconocer el momento en que se vive o, dicho de otro modo, siendo conscientes de la realidad. Permanecer despiertos, con los sentidos alerta, para no sucumbir al miedo ni al engaño. Siendo seres luminosos, en continua confrontación con las tinieblas, sin cejar en la lucha contra ellas; otros Cristos.

El que vela sube al monte del Señor en busca de su casa, siguiendo sus sendas y caminos, a la luz de su Palabra; buscando la paz, la concordia y la reconciliación a cada paso.

Y con la vista puesta en la meta camina alegre, como quien pisa ya los umbrales de la
puerta principal.