19 ENERO 2020
DOM-02-A
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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ENDIOSADOS (Jn 1,29-34)
El Bautista vuelve a aparecer en escena para darnos su testimonio sobre Jesús. En el evangelio de Juan, este pasaje viene a aclarar el papel del último de los profetas en relación con el mesías, porque –según se desprende de los escritos–, para algunos de sus seguidores, Juan era el mesías que habían estado esperando; otros comprendieron su papel y se unieron al grupo de los discípulos de Jesús.
Tras los textos se descubre un fenómeno harto frecuente en los grupos demasiado centrados en un líder carismático. Cuando surge un hombre con carisma por su vida o su enseñanza, ocurre que, muy pronto, se crea a su alrededor un grupo de seguidores fascinados por su personalidad. Con el tiempo -sin que el líder lo pretenda, aunque frecuentemente lo consienta- el grupo empieza a reconocerle un papel y unas atribuciones que sobrepasan el liderazgo.
Como puede verse, el fenómeno de los liderazgos personales no es nuevo. Suele darse en todos los tiempos, sobre todo en situaciones de crisis moral. Son hombres con buenas intenciones y con una sana inquietud que, dotados de un carisma especial, logran que otros se identifiquen con sus enseñanzas. A medida que aumenta el grupo, crece su influencia y su poder y, poco a poco, va surgiendo la organización y con ella el poder del líder. Es ése un momento crítico en el que las cosas pueden tomar dos caminos: si es un hombre de fe, se replegará para dar paso al Espíritu; pero, si su compromiso es más producto de complejos no reconocidos o traumas no superados que manifestación del Espíritu, dejará que crezca el culto a su persona, aumentará el dominio sobre los que le siguen y la pleitesía por parte de éstos. Con el tiempo, es visto como poseedor de una revelación superior que hace indiscutible su autoridad y sus enseñanzas, se anula toda crítica interna, empiezan a aparecer los miedos y las jerarquías en función de la mayor o menor cercanía del líder, crece el poder económico, aparece el recurso a técnicas de presión moral y psicológica sobre la base de que está inspirado por Dios... Estamos ante un proceso de endiosamiento y de gestación, si no una secta, sí al menos de un grupo con alto contenido sectario. Sólo cuando el iniciador posee gran altura moral evita este riesgo. Pero es tan grande la vanidad y la capacidad de autoengaño del ser humano, que no es frecuente encontrar hombres que se nieguen a ser convertidos en dioses por quienes les admiran y les siguen, olvidando que no hay más gloria que la gloria de Dios y participar en ella es la única gloria que merece la pena. Las grandezas humanas son flor de un día. Juan Bautista tenía la grandeza de ánimo de los verdaderos profetas. Por eso dijo “Es necesario que él crezca y que yo disminuya”. Jesús reconoció esa grandeza al afirmar que era el más grande los nacidos.
Ser dioses ha sido y es una tentación permanente para el ser humano y, en el mundo de la política, se ha sucumbido muchas veces a ella con terribles consecuencias para los pueblos sometidos a esos dioses con pies de barro. Pero es doble pecado cuando se da en el mundo religioso. Trabajar con Dios no siempre es trabajar por él. A veces sólo es un pretexto para encaramarse en su trono.
En este Domingo, podemos ver como Juan hace la presentación de Jesús y a la vez da testimonio del mismo, aclarando cual es su papel, su misión en el plan de Dios.
Y hace la presentación de Jesús al decirnos quien era y lo define como “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo “y que era un hombre que viniendo detrás de él, se ha puesto delante.
Juan es el último de los profetas y como tal sabe reconocer las circunstancias de cada cual, Jesús es más, él debe quedar atrás, es una lección de humildad, no soy más, pero tampoco menos y como tal ocupo el lugar que me corresponde.
Esta humildad de Juan debe de ser una referencia en la vida del cristiano, donde hoy y siempre, desgraciadamente, se ha visto la lucha por el….poder, el carrerismo eclesial como dice el Papa y ello tanto en laicos como en consagrados: paremos nuestra carrera y hagámosla como la hizo el samaritano, desprendiéndose de todo, atendió al necesitado, como Jesús hoy, al que el leproso le pide que si quieres puede curarlo y Jesús “”tocándolo””, es decir no tuvo miedo a la sociedad en atender a un excluido y hoy ¿vemos a los excluidos de nuestra sociedad?, porque haberlos, los hay.
En la presentación de Juan, nos dice que Jesús es el Cordero de Dios, el más humilde animal y símbolo de liberación, de salvación en el pueblo judío, como aquel cordero que los judíos comieron en la noche del Paso del Señor, en los años de la opresión egipcia.
Y así fue su vida, pobre, sin nada, sencillo, amigos de todos, pasando haciendo el bien desde su misión de servir, de amar, de enseñar qué era lo que nos venía a dar, el rostro del Padre y su Amor.
La segunda parte de la identidad de Jesús, es que ”quita el pecado del mundo”: como dice la hoja y algunos autores, la expresión no está en “”plural””, sino en singular, porque Él venía a quitar ese gran pecado del que la humanidad se ha hecho acreedora, que no es más que pocos tienen mucho y muchos no tienen nada y encima estorban: es decir la organización social a la que se refiere la hoja, pero al hablar del bautismo nos dice que es un don personal no colectivo pero quitar el pecado “””es una fuerza del Espíritu que posibilita salir de sus dominios””, es decir y esto ya no es de la hoja, ese Cordero de Dios vino a impulsarnos salir de nuestros propios pecados, que hacen ese sistema contrario a Dios y a la dignidad de la humanidad, en lucha hasta el final como lo fue Jesús, fiel desde el portal hasta la cruz: y por ello con humildad pidamos a Jesús “si quieres puedes curarme, puedes perdonarme”, esa mi participación en el mal del mundo, porque la tenemos y la salvación tiene que alcanzar hasta el confín de la tierra.
El final de la hoja es el testimonio de Juan sobre Jesús, no se calla, dice lo que vio y oyó, no tuvo miedo ni reparo, fue valiente, de lo que tenemos que tomar nota en nuestro día a día, en nuestro trato corriente, debemos de dar testimonio, de palabra y de hechos, nos lo dice S. Pedro “tenemos que estar dispuesto (formado, digo yo) para dar respuesta al que pide razón de nuestra esperanza”
Nos dice la primera lectura “…te hago luz de las naciones” y si somos seguidores de Jesús, aquí está nuestra tarea, no te excuses, no digas que sufres esto o lo otro, no pongas otras cosas como muro ante tu obligación de seguir a Jesús, pues si Él era la luz, tú, yo y todos los que nos llamamos seguidores suyos, tenemos que ser luz y si no, nunca mejor dicho, apaga y vayámonos.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, enséñanos a ser luz y vida para los que nos necesitan, a ser servidores de todos y a saber aceptar tu voluntad, como reza el salmo, “aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”, AMEN
El domingo pasado celebramos el Bautismo de Jesús en el Jordán y el final de la Navidad para entrar ya en el tiempo ordinario; aunque el refrán diga que “ Hasta San Antón, Pascuas son”
El Evangelio de este Domingo es de San Juan, el más espiritual y también difícil de los cuatro y eso que este año celebramos más con el Evangelio de San Mateo.
El Evangelio de San Mateo está lleno de alusiones al Antiguo Testamento porque está escrito para los judíos que reconocían esas profecías con el objeto de romper la gran diferencia entre ellos y nosotros: que aún esperan al Mesías mientras que los cristianos ya sabemos que Es Jesús, el Hijo de Dios y la Segunda Persona de la Santísima Trinidad.
… y así llevamos más de dos mil años de desencuentro: otra victoria del Garras que también ha dividido a los cristianos. Con razón que Cristo llorase en y por Jerusalén, una de las ciudades más conflictivas del orbe y de la historia y la que se lleva el triste primer puesto en que sea por motivos religiosos.
El cristianismo contempla la figura del Exorcista que expulsa a o a los demonios por el Poder de la Sangre de Cristo y su Resurrección venciendo a la muerte, la gran baza del Garras.
Hay una frase terrible que dice así: “ La muerte está tan segura de su Victoria, que nos da toda la Vida de ventaja”. Es para pensar ¿eh?
De todos los exorcistas cristianos, personalmente, a los que más admiro es a los coptos: los cristianos perseguidos en Egipto.
El judaísmo tiene también rabinos exorcistas; pero no actúan en nombre de Jesús, ni siquiera de Dios. Muy someramente explicado, se basan en estos puntos: tienen la certeza del odio del Garras (que por cierto tiene bien prietas sus filas y no hay sectarismos aunque sí hombres idiotas que le adoran e invocan de diferentes maneras). La expulsión del Paraíso, la Fe de Abrahám llegando a llevar a su hijo al sacrificio, la historia de Job en la que, el Garras tiene permiso de Dios para hacerle de todo menos matarle, porque el Padre confía en su Fe inquebrantable y el libro de Tobías en la que un demonio cuyo nombre no voy a escribir, pretende a Sara, la esposa de Tobías. Pero no invocan ni al Padre ni a Jesús, sino a la posibilidad de que hay seres humanos capaces de resistirlo todo por Amor a Dios.
Es por eso por lo que Apóstoles acuden a Cristo para decirle que un hombre expulsa Espíritus inmundos y Jesús les responde que: quien no está contra nosotros, está con nosotros. Es un hecho absolutamente aislado en los cuatro Evangelios que no tiene, ni de lejos, el poder del exorcismo copto.
Los exorcistas Católicos, Apostólicos y Romanos utilizan el Ritual Romano y es llamativo, para mí, que no se mencione ni una sola vez a la Virgen, cuando el mero nombre de María abrasa al demonio y es una de las pocas palabras que jamás, jamás pronuncia.
Decía Santa Tersa del Garras que es tan terriblemente inteligente que nos ha convencido de que no existe y yo añado que hasta ha roto la Biblia. Todos sabemos que para los judíos, el Nuevo Testamento no contempla el Nuevo. Lo que sabe menos gente es que la Biblia judía no considera el Libro de los Macabeos sino como épica y no Palabra de Dios y que entre los protestantes hay muchas facciones que no imprimen el libro de Tobías.
Vuelvo al Evangelio de este domingo: parece que los personajes centrales son Jesús y Juan; sin embargo, para mí, el verdadero protagonista, viene citado y es el Espíritu Santo a quien, personalmente, profeso un enorme cariño y devoción.
No tiene iconografía y para nuestras mentes limitadas, es una figura difícil de alcanzar con nuestra abstracción: pero es la gran promesa de Jesús: el Paráclito y una de la personas de la Santísima Trinidad que nos ama más de lo que podamos imaginar en nuestras aspiraciones más audaces.
Si de algo ha servido lo que hoy os cuento, sólo os pido que recéis al Espíritu Santo por vosotros mismos y por los vuestros.
De corazón.
Juan podía hacer suyas, con razón, las palabras de salmista: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. Esperaba, como tantos contemporáneos, y más que ellos, con ansia al que había de llegar. Es quien lleva la ley de Dios en las entrañas y no cierra los labios proclamando su justicia. Y de hecho es su fidelidad y coherencia de vida lo que le llevará a la muerte violenta.
Pero Juan sabía que no era él la luz de las naciones anunciada por Isaías, ni el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Es capaz de reconocer que el que llega está por delante de él. Juan ve y da testimonio del Hijo de Dios y bautiza con agua, pero es Jesús quien bautizará con Espíritu Santo.
Mira y contempla a Jesús como lo hizo Juan y siente la llamada a dar testimonio. Déjate bautizar en el Espíritu y sé coherente hasta dar la vida por él y por el Evangelio. Encontrarás la felicidad en dejar que él crezca en todos aquellos que se acerquen a ti y en menguar tú a los ojos de todos.
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