1º CUARESMA-A

jueves, 20 de febrero de 2020

1 MARZO 2020
1º CUARESMA-A

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 20 febrero, 2020 21:59 dijo...


PARA SER TENTADO

Tras el bautismo y ya presentado como mesías, Jesús tiene que afrontar la tentación. El evangelista no dice que sufrió la tentación sin más, sino que fue llevado al desierto -lugar tradicional de la prueba y el cambio interior- para ser tentado por el diablo. Es, por tanto, una prueba por la que tiene que pasar necesariamente. La pregunta es: ¿por qué? ¿qué necesidad había de ello? Evidentemente la experiencia de Jesús no tiene como objetivo comprobar su nivel moral. Más bien parece un recurso para mostrar al lector la solidez de su espíritu y la clara conciencia que tenía de su misión. Jesús sufrió la tentación para indicar, con su fidelidad, el camino de la vida en contraposición con Israel que, sometido a la misma prueba, sucumbió.

Pero de poco nos vale semejante ejemplo si antes no nos aclaramos sobre el significado de la tentación en sí misma. Para ello es necesario, ante todo, tener en cuenta que la tentación no es un medio utilizado por Dios para conocer lo que hay en el interior del corazón humano -“Tu escrutas los corazones” (Sal 7,10)-, sino que, al contrario, es un servicio divino por el que Dios nos enfrenta a nuestra propia verdad. No somos tentados para que Dios nos conozca, sino para que podamos conocernos a nosotros mismos. No vamos al médico para que sepa lo que tenemos, sino para que -con diversas pruebas- nos ayude a ver cómo estamos.

La tentación -como la crisis- es condición indispensable del crecimiento, porque ayuda al conocimiento de sí mismo, pone de relieve las debilidades, permite formular metas, baja los humos de la vanidad y humaniza a quien la sufre. Cuando en el Padrenuestro pedimos, no decimos “líbranos de la tentación” como cabría esperar, sino “no nos dejes sucumbir en la tentación”. La tentación -como el dolor- es una buena herramienta porque con ella se avanza rápido en el camino interior.

Vistas así las cosas, las tentaciones de Jesús nos parecen tres advertencias a sus seguidores: no se deben convertir las piedras -la dureza- de la vida en panes gratos al paladar, sino que es mucho más importante conocer la palabra -la voluntad- de Dios; no es bueno tentar a Dios asumiendo -imprudentemente- riesgos innecesarios, que Dios no está para corregir nuestras insensateces y, actuar de esa manera, no es confiar más en él, sino tomarlo de lazarillo; y -sobre todo- no hay que sucumbir ante los poderes de este mundo. Sólo Dios es dios. Lo que pasa de ahí es idolatría.

Añade Mateo que, superada la tentación, el diablo se retiró y entraron en escena los ángeles. Quien ha resistido la noche sin sucumbir, gozará de las alegrías del día. Jamás seremos tentados por encima de nuestras fuerzas: Dios quiere que vivamos.

Maite at: 24 febrero, 2020 15:01 dijo...

Es curioso: las pruebas y tentaciones siempre van dirigidas al engrandecimiento del yo, a su cultivo esmerado y obsesivo cuidado.

Hace poco un buen amigo me hablaba de las gentes de Iglesia que utilizan a Dios en beneficio propio, para medrar en el camino de la vida entre personas piadosas, para hacer carrera (carrerismo, lo llama el Papa) para inflar, a fin de cuentas, su propio ego de forma desmesurada.

Tan solo del árbol que estaba en mitad del jardín no podían comer Adán y Eva, pero ella, una vez que la serpiente le habló de la posibilidad de ser como Dios, solo encontró apetecible aquel.

También Jesús fue probado de la misma manera. Se trataba de asumir un mesianismo más glorioso y menos doloroso, de emprender un camino menos arduo y difícil, más comprensible para todos, mucho más light y sin. Pero no, Jesús se negó a utilizar al Padre en su beneficio.

Dice Fidel Aizpurúa en uno de sus magníficos artículos que “las entregas más hondas son aquellas que se prolongan en el tiempo”, que “cuando se anda un largo camino de vida entregada es cuando se mide su verdadero valor” El tiempo se convierte así en el verdadero crisol de la entrega: o la oxida o la embellece y da esplendor, porque desgasta y abre la puerta a la frustración, el desencanto y el cansancio. Y sabemos que Jesús fue probado a lo largo de su vida y su camino de entrega más de una vez.

¿Y quién de nosotros no? Por eso tenemos, además de las palabras y actitudes de Jesús ante la prueba, el regalo de la hermosa oración del salmista: Misericordia, Dios mío, por tu bondad. Crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme. Devuélveme la alegría de tu salvación…

Y las palabras de Pablo: donde abundó el pecado sobreabundó la gracia.

juan antonio at: 27 febrero, 2020 18:33 dijo...

Ayer empezamos el tiempo litúrgico de la Cuaresma y el próximo Domingo, es el primero de este tiempo especial.
Hay en esta semana unas cuantas actitudes y lugares que debemos tener en cuenta, no solo en Cuaresma, sino siempre: la acción del Espíritu Santo, el lugar del encuentro, el desierto, y las actitudes de todo cristiano a guardar en su relación con Dios y los hermanos.
El Miércoles de Ceniza, además de la imposición en nuestras cabezas, signo de humildad y signo de la austeridad que debe prevalecer en nuestras vidas, el Evangelio nos dice cual debe ser nuestra actitud interna y externa; externa de alegría y gozo, y nos lo va desgranando la justicia, el bien, la oración y el ayuno, con un denominador común, hacerlo para Dios y para los hermanos, hacerlo para Dios y para los hermanos, pero no públicamente, sino desde nuestro interior, como nos dirá Lucas (11,41) dad limosna de lo que tenéis dentro y de ese modo todo en vosotros quedará limpio.
Es decir tenemos que cuidar nuestra amistad con Dios desde dentro, de lo profundo y aflorará al exterior que somos seguidores de Jesús.
Las lecturas de hoy por una parte nos contraponen a Jesús y Adán, lo nuevo y lo viejo, quien, venció las pruebas y quien se dejó llevar por las mismas; pruebas que nos acrisola en nuestro crecer como cristiano y como persona, pues las pruebas en sí, no son un mal, pues si no, Jesús no las hubiera sufrido, ni en el desierto ni a lo largo de toda su vida.
Busquemos a Dios en la oración, hagamos el bien con el ayuno que Dios quiere (Isaías 58,6) que no es más que tener mirada limpia y tendida nuestras manos a todos los necesitados, la presencia constante de Dios y nuestro compartir.
Debemos levantar nuestras cabezas en oración, dando gracias a Dios que nos salva, y mirar a nuestro alrededor y devolverle la dignidad a cuanto la perdieron o se la hicimos perder.
Como nos dice el profeta, no desgarremos nuestros vestidos sino nuestro corazón y hagamos un serio discernimiento que nos lleve a un cambio en nuestra vida que esto es lo que en definitiva nos trae este de tiempo de preparación a la esperanza de la Pasión y Resurrección del Señor.
Vivamos la Cuaresma como hijos de Dios que somos, buscando la santidad de nuestro Padre y quitando de nuestras vidas lo que nos estorbe, pero no en la tristeza de una culpa, aunque si tomando conciencia de nuestros pecados, esa conciencia que se está perdiendo en nuestra Iglesia y todo lo relativizamos cayendo, quizás, en esa tentación de hacer un Dios a nuestro antojo.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos en nuestro discernimiento, actitud preferente en este tiempo para llegar a ser, santo, perfecto y misericordioso, como nuestro Padre, AMEN