15 MARZO 2020
3º CUARESMA-A
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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LA FUENTE DE LA DICHA (Jn 4,5-42)
La charla de Jesús con la samaritana junto al pozo de Sicar no sería sorprendente si no fuera porque, en la mentalidad de su tiempo, hablar con una mujer se consideraba cosa impropia de un hombre de respeto y grave pérdida de tiempo. Mucho más tratándose de una samaritana. Por eso ella se sorprende de que un judío le dirija la palabra. Pero no era Jesús hombre de “buenas costumbres”, sino de respeto y preocupación por las personas. Ésa es la primera enseñanza del relato: importa la gente y no en general y en abstracto, sino cada individuo. El que habla a las multitudes, no tiene reparos en emplear su tiempo y dedicar su atención personal a quienes, casual o intencionadamente, le encuentran. Y es que, el verdadero humanismo no es filosofía de libros y altos pensamientos, sino asunto de relación con las personas concretas en su situación. Es fácil hablar del ser humano. Lo complejo -y lo importante- es tratar a cada uno como un ser humano.
Y la conversación mantenida es toda una lección de cómo habla un maestro. La mujer va por agua para calmar su sed. Para Jesús, esa sed es sólo el signo de una sed más profunda: el ansia de felicidad. A la mujer le hace ver su error: busca en el pozo, fuera de su hogar, lo que sólo puede encontrar entrando en su verdadero hogar y descubriendo la fuente que allí mana. Poco a poco va llevando su atención al interior, al corazón, para enfrentarla con su verdadera desdicha hasta hacerle comprender que sólo dentro de sí podrá encontrar lo que inútilmente busca fuera.
Aparte de otras lecturas -acertadas y tal vez más importantes-, ésta es -al menos yo así lo creo- una lectura de gran actualidad. Porque -en nuestra cultura y en nuestra sociedad- buscamos, como la mujer de Samaría, la felicidad donde no se encuentra y no la buscamos donde verdaderamente está. Nos proponen toda clase de pozos en los que calmar la sed y cada uno se nos presenta como el mejor. Con la ilusión de alcanzar por fin la dicha, probamos cada nueva propuesta y, tras un tiempo de creer que lo habíamos conseguido, aparece otra nueva que nos seduce con la propaganda y corremos tras ella.
Mirar dentro, oír el corazón, buscar en el alma la respuesta a las preguntas, adentrarse en la quietud del propio espíritu... ése es el camino que Jesús propone a la mujer. Ella se resistió pues no comprendía el mensaje del Nazareno. Pero se dejó guiar por aquella voz y vio de cerca su herida -la del sentimiento-. Y debió resultar bien el viaje hacia su propio corazón porque, dice el relato, que volvió a la vida dejando abandonado junto al pozo su cántaro. Descubrir la fuente de la dicha en el interior es lo único que puede hacernos verdaderamente felices. Tratar de calmar esa sed en pozos extraños sólo es una ilusión que se disuelve cada amanecer.
La Palabra de Dios nos trae hoy, como siempre, la alegría del encuentro con Dios, desde el agua en el desierto en Masadá, la paz recibida de Dios por la fe y el encuentro o encuentros relatados en el Evangelio de Juan, partiendo del bello dialogo de Jesús con la samaritana.
Las conexiones nacionalistas de los samaritanos, los judíos y galileos y sus rechazos por considerarse unos los puros, otros casi y los otros, los samaritanos, los idolatras, hacen aún más palpable esa muestra del celo de Jesús de atravesar por esa región en camino, sin olvidar el sentido de su misión, llevar el Reino, “el…don de Dios”.
El dialogo de Jesús y la mujer que acude al pozo, es un acercamiento ascendente de Dios a la mujer, primero viene la sorpresa, luego viene el interés por un agua que sacia para siempre, que llena de una vez por todas nuestras ansias, luego la duda, ¿será el Mesías? Y tiene el privilegio de que Jesús ,e contesta abiertamente, como pocas veces lo hace, que “”Yo soy, el que habla contigo””, así de forma sencilla llega al encuentro con aquella mujer, que de tanta alegría, olvida el cántaro, el cántaro de cuanto le arrastraba, y proclama a los suyos la gloria de Dios, “…..si conocieras el don de Dios”, pues lo ha conocido y no se queda con él para sí, y como dice la Hoja se convierte en misionera.
Jesús ha ido llevando de la mano a una pobre mujer, para más samaritana, considerada por los puritanos idolatra, a su encuentro y este encuentro ha llevado a otros encuentros, porque la fe o se tiene en racimo, como decía un viejo predicador, o no es fe y esto se produce en el pasaje sobre el que reflexionamos y esto debe de producirse en nuestras vidas, si de verdad nos hemos encontrados con Jesús, fin y meta de nuestra fe, tenemos que decírselo a otros, tenemos que hacerles participe de nuestra alegría y del don de Dios, que es Dos mismo.
Tenemos que aprender de Jesús en este pasaje la ternura con que trata a la mujer, sin herirla, aunque le dice la verdad, tenemos que aprender a dialogar escuchando y no haciendo monologo que es imposición, tenemos que ofrecer, dar, exponer y ya otros segarán, no seamos tan creídos, tan sobrados que todo lo podemos hacer. ¿Dónde estamos nosotros, encerrados en nosotros mismos o sin miedo ni respetos humanos, proclamamos la misericordia del Padre, haciendo posible su voluntad, vida y alimento nuestro?
La Cuaresma pasa, vamos a la Pascua, el paso del Señor, no nos quedemos en meros cultos, que no está mal, pero no nos lleva a una experiencia de Dios, que cambie nuestra vida como consecuencia de ello.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a decir AMEN
Hermosísimo pasaje el de la samaritana para orar. Para contemplar a Jesús cansado del camino y con sed. Para oír cómo pide agua a una samaritana y escuchar el diálogo que entabla con ella. Y seguir ese hilo conductor que teje un paisaje asombroso del alma de la mujer, también cansada y sedienta; que descubre todo lo que ha hecho, sus secretos y vergüenzas y que, sin embargo, la cura y redime.
Si te han enseñado que para acercarse a Jesús hay que ser un buen tipo, sin tacha, cumplidor y fiel, deja de lado lo aprendido. Jesús puede acercarse a ti en cualquier pozo y presentarte su necesidad. Ni siquiera tienes que estar atento. Te sorprenderá. Aparecerá en tu camino. No te herirá más con juicios y discursos. Suavemente te llevará de la mano hasta lo más íntimo de ti y te llenará de luz. Calmará tu sed y te dará una nueva: sed de hombres y mujeres que hagan el mismo descubrimiento que tú. En ese momento ya eres un misionero.
Sentirás dentro de ti un surtidor de agua viva, el amor de Dios que te ha sido dado, que nunca dejará de manar en tu interior. Y tus palabras serán de anuncio, de testimonio, de bendición y adoración en espíritu y verdad. Sabrás con certeza que la auténtica presencia de Dios se halla no en los templos, por magníficos que sean, ni en las imágenes más bellas que le representan; el verdadero templo de Dios eres tú, pues él está en ti, y en los hombres y mujeres, jóvenes, niños y ancianos, todos, en los que él habita.
No tengas miedo de sentir cansancio también tú y tener necesidad de sentarte y pedir auxilio. Acoge a quien se acerque, sin juzgar ni condenar, y sana sus heridas, y acompaña en ese viaje al interior en busca del que da de beber agua viva, con delicadeza, con ternura, hasta dar con el manantial que cada uno lleva en su corazón cuando se encuentra con Jesús.
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