19 ABRIL 2020
2º DOM-PASCUA-A
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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DICHOSOS LOS QUE CREEN (Jn 20,19-31)
Dos son los encuentros que recoge el evangelio del próximo domingo. En el primero está ausente Tomás, el que había dicho a los otros “vayamos a Jerusalén a morir con él”. La aparición de Jesús está descrita con todo detalle, lo que indica que es el relato de un testigo presencial. El resucitado saluda con la paz, una paz que ha conquistado con su muerte -por eso muestra las manos- y que llena de alegría a los que la reciben. Les encomienda una misión -perdonar los pecados- y, para ello, les entrega su Espíritu. La paz, la alegría, una misión que cumplir y el don del Espíritu para llevarla a cabo: estos son los cuatro elementos que dan forma al encuentro.
El segundo encuentro tiene a Tomás como centro. No era creíble el anuncio de la resurrección. El mellizo -que así le llamaban- estaba dispuesto a compartir la muerte, pero no entra en su cabeza compartir la vida. Es el realismo trágico de un hombre convencido al que, de pronto, la realidad le tira sus esquemas y sus expectativas. Tomás, como el hombre de nuestro tiempo, sólo cree en lo que toca y ve. El problema es que la realidad más profunda no puede captarse con los sentidos y quien se limita a un pensamiento o a un saber basado sólo en el imperio de los sentidos elimina muchas posibilidades de conocimiento. Hubo un tiempo en el que se pensaba que el único saber válido era el que se ajustaba a la razón. El tiempo nos ha hecho ver que la tiranía de los sentidos y de la razón puede ser más cruel que la del sentimiento.
La edad moderna ha muerto y su hija -la postmodernidad- está enterrando sus ídolos. Hoy dudamos de todo, no hay certezas; desconfiamos de la razón, criticamos los ideales de la Ilustración, vivimos instalados en el desencanto. Sumidos en la irónica frustración de Sísifo, hemos abandonado el heroico tesón de Prometeo, nos hemos arrojado en los brazos placenteros de Dionisios y nos hemos acicalado con la ilusión seductora de Narciso.
Tomás descubrió que hay una lógica más allá de toda lógica, una lógica de lo divino que permite al hombre adentrarse en un saber diferente pero no menos válido que el saber que llega por los sentidos. Cuando Kant afirmó: “¡Sapere aude! ¡Ten el valor de servirte de tu propia razón!” y añadía que sólo una cosa es necesaria -la libertad de hacer uso público de la razón íntegramente- estaba poniendo las bases de la desconfianza en la misma razón. Hoy -como Pilatos- muchos se preguntan: ¿Qué es la verdad? ¿Quién tiene la verdad? ¿Quién conoce la verdad? ¿Qué verdad? El problema no es valorar la razón como fuente de conocimiento, sino creer que es la única fuente de la sabiduría. Quien cae en ese error termina siendo o un escéptico o un fanático.
Las lecturas de este Domingo, sobre todo la primera y el Evangelio, trae una reconocimiento de la comunidad, todos lo hacían en común, la celebración, la comida, la oración y Jesús va al encuentro de la comunidad de los discípulos, que empezará a caminar, dándonos S. Pedro el nacimiento a una esperanza viva y la custodia de la fuerza de Dios.
El Evangelio con su doble don de la paz, es de una riqueza tal que, podíamos decir que resume en él la fe, la pasión, la resurrección, la comunidad y el envío de esa comunidad junto con la presencia de la duda.
Decimos la fe, pues la alegría que manifiestan los discípulos no es más que la manifestación de la aceptación de Jesús en el encuentro de Él en medio de la comunidad.
Jesús no olvida su Pasión, pus como señal de identidad le enseña las manos y el costado, como diciéndole “yo soy” el mismo que os dije lo que me iba a pasar y lo que os pasará a vosotros, si de verdad sois mis discípulos.
“Y en esto entró Jesús”: vuelve, viene a los suyos, resucitó como dijo al tercer día y aquí esta, lleno de Vida, de Vida del Padre, con el impulso del Espíritu; he cumplido y como yo vosotros, nosotros estaremos llenos de Vida, al participar esa Vida de Dios Padre, “si guardáis mis palabras, mi Padre y yo vendremos y habitaremos en vosotros”.
Jesús se encuentra con la Comunidad de sus discípulos, “”se puso en medio de ellos y le dijo paz a vosotros”. No fue teniendo encuentros individuales, salvo el de María Magdalena, siempre lo hizo a la comunidad, que hoy podemos traducir por Parroquia.
Llama la atención las preguntas del autor de la Hoja al final de los comentarios de la primera lectura, “¿qué me sugiere esta vida de las primeras comunidades? Y no tengo más remedios que mirar nuestras Parroquias, las pequeñas comunidades en que nos reunimos para celebrar la Palabra y la Cena del Señor, cada día y sobre todo cada Domingo, ¿Cómo son nuestras Parroquias, qué damos en ellas nosotros, los que la formamos o nos la tomamos como servicio que está ahí y del que me aprovecho?
Entiendo que tenemos que darnos un aire fresco, evangélico, al grupo que la formamos, tenemos que ir a las fuentes, dejar lo que tengamos que no venga del Evangelio, pues éste y solo éste tiene que ser el fundamento de nuestras Comunidades Parroquiales y aquí cada cual ponga lo que en común tenemos que hacer para llevar savia nueva, que llegue a los jóvenes, a los adultos y a los mayores, a pensar nuestra vida parroquial en y desde el Evangelio, a compartir ese Amor de Dios que Jesús nos trajo y del que debemos ser,
Testigo enviado por Jesús a llevar el Reino de Dios a todos con la fuerza del Espíritu que nos ha dado, cosa que debemos tener muy presente, pues Él nos enseñará todo y nos llevará a la verdad completa, como aliento del Padre y del Hijo en la plenitud de la eternidad y en la cercanía de que habita en cada uno de nosotros.
La reacción de Tomás, es la duda de todo creyente, tanto ayer como hoy nuestra debilidad nos hace pedir signos y milagros, más en estos tiempos y como Él nos dijo, “pedid, buscad, llamad…”, aquí estamos y ponemos en tus manos estas especiales circunstancias esperando de tu misericordia el bien de todo sufrimiento.
¡Dichosos los que crean sin haber visto! Creo, pero aumenta mi fe.
Reina del cielo, ¡Alégrate! ¡Aleluya! pues el Hijo que mereciste llevar, ¡Ha resucitado! ¡Aleluya!.
Mi felicitación pascual para todos y cada uno, desde mi casa, donde estoy guardando la cuarentena con mi padre, como casi todos vosotros; sin sacramentos, pero con el gozo de la Pascua en el corazón porque Jesús vive.
En la hojilla de esta semana hay unas frases que me han parecido especialmente iluminadoras para estos días de Pascua y de coronavirus:
“La Resurrección es para el creyente un nuevo nacimiento, una nueva forma de ser y de estar en el mundo. La esperanza es el motor en las pruebas y dificultades. Nuestra salvación es amar a Jesús aunque no lo hayamos visto. Vivir en continua alegría al estilo de Jesús. Tomarlo como punto básico de referencia ya que, pese a todo, esperamos un final feliz”
Decimos estos días, y es verdad, que el coronavirus nos ha cambiado la vida. Decimos que ojalá, después de que pase y se aleje de nuestras vidas, algo nuclear haya cambiado, de verdad, en ella. Deseamos que todo lo bueno que se ha despertado entre nosotros, esos valores que, tal vez, hacía mucho que no practicábamos y a los que no prestábamos atención, inmersos en cosas más importantes, permanezcan entre nosotros y cambien nuestros hábitos y formas de consumo, de vida cotidiana, para ser más solidarios con los demás, con nosotros mismos, con la naturaleza…
Pero lo cierto es que es la Resurrección de Jesús la que nos trae una vida nueva, un cambio de valores y perspectivas, una ilusión indestructible a prueba de todo; la paz, la luz, la fuerza, el Amor inmortal. Y barre nuestras oscuridades y tinieblas, nuestro miedo, nuestras inseguridades, nuestras culpas y desconfianzas. La Resurrección de Jesús nos permite, como a Tomás, el reencuentro con él y con nosotros mismos, con la comunidad de hermanos.
Si pudiera dirigiros una carta donde expresar todo lo que os deseo estos días de Pascua escribiría, letra a letra, lo mismo que Pedro. Va para vosotros.
Ha resucitado el Señor. Sí, verdaderamente ha resucitado.
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