3º DOM-PASCUA-A

domingo, 19 de abril de 2020
26 ABRIL 2020
3º DOM-PASCUA-A

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 19 abril, 2020 10:01 dijo...

LA LÍNEA DEL HORIZONTE (Lc 24,13-35)

Uno de los encuentros más sugerentes de Jesús resucitado es el que tuvo lugar con los que caminaban a Emaús. Fue, para san Lucas, el más importante. Como a muchos cristianos de nuestro tiempo, a estos dos, Jesús les había decepcionado. Esperaban que fuera el libertador de Israel -por eso lo habían seguido-, pero su muerte -humillante- les había abierto los ojos. Cuando oyeron hablar de la resurrección -de lo sobrenatural y maravilloso- pusieron tierra por medio. No estaban los ánimos para esas fantasías. Su problema era que habían seguido a Jesús, no para conocer su mensaje y acoger su propuesta, sino porque servía a sus intereses. Como ellos, hoy muchos cristianos, metidos de lleno en el mundo -lo cual no está mal-, han perdido de vista la meta -lo cual no está bien-. Quisieran que las cosas -las del mundo y las de la Iglesia, las sociales, las políticas y las económicas- fueran según ellos creen y, dado que no es así, prefieren abandonarse a la decepción porque el mundo no es perfecto.

En estos casos falla el realismo y la esperanza. Falla el realismo porque necesariamente cada ser humano vive en un tiempo y en un lugar determinado. Sería maravilloso que todo funcionara a la perfección, pero no es así. Replegarse en sí mismo es vivir en el tiempo o en el lugar equivocado y nada remedia el huir. Y falla la esperanza porque, además de no gustar las cosas, se piensa que no tienen remedio. Sin sentido de la realidad y sin esperanza ¿para qué luchar? ¿para qué esforzarse en cambiar el mundo? En el fondo el desánimo no es sino la justificación de la falta de compromiso, lo cual -por otra parte- resulta bastante cómodo. Los cristianos del desaliento no han perdido la fe, pero la han desactivado, la han dejado en el desván, donde se guardan las cosas que ya no hacen falta, pero que da pena tirarlas porque están llenas de recuerdos agradables.

La solución es dejar que el resucitado nos abra los ojos. Y para ello sólo hay un camino: profundizar en las Escrituras y leer los signos de los tiempos. Fue así como Jesús curó de la ceguera a sus discípulos. Leer y ahondar en las Escrituras es conocer el pensamiento de Dios; leer los signos de los tiempos es conocer la realidad de los hombres. El secreto -la habilidad- es unir ambos extremos. En ello está la salvación. Cuando desaparece uno de ellos, termina cayendo también el otro. Para el pensamiento cristiano no es posible conocer el misterio de Dios sin profundizar en el misterio del hombre, ni es posible descifrar el misterio del hombre sin contemplarlo a la luz del misterio de Dios. Pero no todo el mundo entiende esto: unos porque sólo miran al cielo y otros porque sólo miran a la tierra. Faltan quienes miren a la línea del horizonte donde se tocan el cielo y la tierra.

Paco Echevarría

juan antonio at: 20 abril, 2020 18:16 dijo...

En los tiempos que vivimos, sufriendo esta pandemia que nos alcanza a todos, puede que surja entre nosotros cristianos esa pregunta tantas veces dicha, ¿dónde está Dios? ¿cómo permite estas cosas?
Se plantea el llamado silencio de Dios y el silencio y la respuesta de Dios están en Jesucristo, muerto y resucitado, sobre el que reflexionamos en el segundo domingo de cuaresma, al tratar sobre la Pasión de S. Mateo.

Ese Jesús que murió en la Cruz, gritó al Padre porque le había abandonado, pero ese silencio, ese abandono se rompe al ser acogido en las manos del Padre a las que se había encomendado.

Y en este domingo, en el pasaje de los discípulos de Emaus, unas personas que siguieron a Jesús y visto que éste no ha satisfecho sus esperanzas de Mesías glorioso y lleno de poder que rehabilitara al pueblo de Israel, como ellos pensaban, pues no ha sido más que un fracasado que muere en una cruz, aunque han oído que unas mujeres….y es cuando Jesús con su cercanía, su acompañamiento, interesándose por su pesar, les abre el corazón y le rompe sus amarguras ante la ausencia de Dios en sus vidas y se produce el encuentro en la fracción del pan, al aceptar Jesús la invitación “quédate con nosotros”.
Una vez más, y siempre, Jesús es el primero, el que da el primer paso, el que se acerca y en nosotros está aceptar ese encuentro.
Y del miedo pasan a la valentía y desandan el camino para anunciar al Resucitado.
Cuanto tenemos que aprender de este pasaje, cuanta enseñanza encierra y que las prisas o ya lo sabemos…, nunca nos deja llegar al fondo de la Palabra para que nos cale, para que se encarne en nosotros.
Desandemos el camino de nuestros miedos, de nuestros pesares de que Dios no actúe como queremos y anunciemos la resurrección como Vida nueva en nosotros, “naciendo de nuevo del agua y del Espíritu”, como nos dice el evangelio de hoy (20), pues “todos nosotros somos testigos” y todos estamos llamados a la misión, no nos podemos quedar quieto, nuestra palabra y nuestra vida tiene que ser el anuncio de la bondad de Dios que a pesar de las amarguras y sufrimientos, está con nosotros: sintámoslo, vivamos con él, “teniéndolo siempre presente”.
“Quédate con nosotros” y se quedó y lo tenemos en su palabra, lo tenemos en los hermanos, en la comunidad, lo tenemos en el Sagrario y lo que nos pasa que muchas veces tenemos mucha prisa, estamos cansados, o no nos hemos encontrado con Él porque nos sentimos decepcionado ya que nosotros “esperábamos”.
Señor quédate con nosotros o quedémonos nosotros con Él.
Santa María,¡ alégrate!, ¡ aleluya!, porque tu hijo, que mereciste llevar, ha resucitado, ¡Vive y está entre nosotros!

Maite at: 22 abril, 2020 14:51 dijo...

Uno de estos días, siguiendo la Eucaristía que el Papa celebra a diario en Santa Marta, dijo en la homilía que, aunque tenemos la oportunidad de participar en ella gracias a tantos medios a nuestro alcance, no podemos olvidar lo excepcional de esta situación. Porque la Eucaristía es una celebración comunitaria, como lo es nuestra fe.

Los dos discípulos de Jesús que iban camino de Emaús, abatidos y desencantados, se alejaban de Jerusalén y de la comunidad, compartiendo tristeza y desesperanza, incredulidad y nostalgia. Ellos esperaban algo tan distinto de Jesús… Hasta que él hace arder sus corazones al explicar las Escrituras.

Como tantas otras veces no hay reproches ni culpas, solo un caminar junto a quienes necesitan un poco de fuego y luz, fuerza y vida. Y después de reconocerle en la fracción del pan, a pesar de que la tarde iba de caída, se levantaron en aquel momento y volvieron a Jerusalén, donde estaban reunidos los demás. Porque lo que tenían que anunciar y compartir no les cabía en el pecho.

Estos días vemos cómo Jesús se aparece a los discípulos cuando están juntos. Hay apariciones aisladas, como a María Magdalena, o a estos dos, como a ovejas descarriadas que se alejan del redil. Pero en ellas Jesús remite o mueve a volver a la comunidad. Unos a otros nos damos ánimo, esperanza. Nuestro camino se hace al andar con Jesús y los hermanos.

La petición de los dos de Emaús, quédate, es la mejor, qué duda cabe, para estos días. Quédate con nosotros y haz arder nuestros corazones al explicarnos todo lo que se refiere a ti. Camina a nuestro lado y comparte todas nuestras dificultades y desánimos, nuestras frustraciones. Y llévanos siempre de vuelta a la comunidad, donde tú estás. Enséñanos a hablar de ti entre nosotros y a animarnos unos a otros, a llenarnos de fe, esperanza y amor cuando estamos juntos. A hacer de la tarde día cuando hay que rectificar.