ASCENSION-A

sábado, 16 de mayo de 2020
24 MAYO 2020
ASCENSION-A

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 16 mayo, 2020 19:11 dijo...


EL MÁS ALTO PODER (Mt 28,16-20)

En el último domingo de la Pascua -el que precede a Pentecostés- se nos habla del envío misionero de Jesús. Antes de desaparecer, encarga a los suyos recorrer el mundo y hacer discípulos de todos los pueblos. No dice Jesús que formen un solo pueblo, bajo un solo poder, con una sola cultura y regido por las mismas leyes, sino que hagan discípulos sin que importe el pueblo al que pertenezcan. El evangelio encierra dentro de sí una dimensión de universalidad más allá de razas, culturas, lenguas, filosofías... Más allá de todo lo que los hombres utilizamos para establecer diferencias y vallas entre nosotros.

En estos tiempos en que soplan fuerte los vientos nacionalistas y las minorías reclaman -no digo que sin derecho- el respeto a sus características propias, el Evangelio aparece como una propuesta de unidad desde la diversidad. Los hombres de mente y corazón estrecho temen todo lo que es diferente y entienden la unidad como uniformidad, por eso excluyen lo que no es conforme a sus criterios y luchan contra todo lo que no encaja en su visión de la realidad. Cuando logran seducir a los pueblos, los conducen hacia un abismo de soledad y pobreza.

El pensamiento cristiano -aunque haya cristianos que no tengan este pensamiento- entiende que la unidad de los hombres se construye sobre la diversidad de los mismos y, por ello, valora, potencia y asume los elementos que caracterizan a un pueblo o a una cultura. La diversidad es fuente de enriquecimiento muto. La uniformidad conduce al empobrecimiento de todos, como el pensamiento único, a la debilidad de pensamiento. Aparece en la Biblia un pasaje que puede ser considerado -al menos a mí así me lo parece- una de las más antiguas y duras críticas del totalitarismo subyacente en el discurso de quienes, so pretexto de defender lo propio, no dudan en excluir lo diferente: el relato de Babel. El autor sagrado se refiere a Babilonia: un sólo pueblo, una sola lengua (cultura), un solo poder para gloria de sus dirigentes autoerigidos en dioses. Frente a este modo de entender el mundo, la Biblia, con el Evangelio a la cabeza, predica la igualdad esencial de todos los seres humanos -imágenes de Dios por nacimiento e hijos suyos por adopción- y su universal vocación a la unidad.

Jesucristo dice a los suyos: “Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra”. El suyo es el más alto poder y, por ello, el único poder legítimo y auténtico. Y lo es porque es el único poder justo. En el mundo de los hombres el poder, primero, endiosa -y, dado que un hombre convertido en dios es un tirano, a más poder más injusticia y más crueldad- y, luego, entontece -porque, al creerse divinos, nadie, ni ellos ni sus adoradores, critican sus ideas-. Tal vez por eso no sea voluntad del cielo que todos los hombres formen un solo pueblo, pero sí que todos los corazones sean uno. El más alto poder sólo es el poder de Dios. Los otros poderes sólo son el espejismo de la vanidad de los hombres.

juan antonio at: 21 mayo, 2020 14:12 dijo...

Celebramos la marcha de Jesús al Padre, como nos dijo, “os conviene que yo me vaya, porque sino el otro Defensor no vendrá”, no se manifestará la Plenitud de la Divinidad que habita en nosotros, como hemos estado contemplando en domingos y días pasados.
La verdad, como dice un autor, celebramos fiesta a fiesta, la unidad de la realidad del misterio pascual que terminará el Domingo que viene con la Venida del Espíritu, pero como realidad espiritual, es atemporal y única.
Es el misterio de Dios que, nosotros, pobrecitos humanos, queremos comprender ¡insensato!, ¡dónde vas!
Dios es Dios y se nos ha dado desde la creación hasta la eternidad, y en el tiempo, “propicio” Jesús nos manifiesta al Padre, el Rostro del Padre, el Amor del Padre y nosotros, quizás, nos entretengamos con otras milongas y ahora, porque “todo está cumplido”, nos deja, pero no huérfano: tenemos que aprender saborear estos misterios.
En esta fiesta celebramos, por una parte, la glorificación de Jesús, “se me ha dado todo poder…” ¿Qué poder?, no hay poder alguno, es la exaltación del Hijo, porque no hay poder alguno que no sea cuanto rezamos en el Padrenuestro ¡Padre!, de todos.
Siempre me viene a la memoria el pasaje de Isaías, 49,15, “aunque alguna madre se olvidase de su hijo, Yo nunca me olvidaría de ti”, es el amor del que somos objeto y no nos damos cuenta de ellos y menos lo saboreamos no solo en el Sagrario, sino en los hermanos.
Por otra parte, se nos encomienda continuar la labor de Jesús, somos ahora sus pies, sus manos y todo Él, para decir la Palabra de Dios en el momento oportuno y sanar las heridas de los samaritanos que nos rodean, tenemos que unir nuestra contemplación y nuestra acción, nuestra oración y nuestro bien hacer, en definitiva llevar el estilo de vida de Jesús.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, que en unión de los once y algunas mujeres formaste aquella primera comunidad en espera del Espíritu, danos tu alegría y consuelo en estos tiempos difíciles, sed nuestro consuelo y sostén de los débiles, AMEN ¡ALELUYA!

Maite at: 21 mayo, 2020 17:52 dijo...

Hermosa oración la que nos ofrece Pablo en la carta a los Efesios en la celebración de la Ascensión del Señor. Porque hoy necesitamos luz para los ojos de nuestro corazón para comprender la esperanza a la que se nos llama, la riqueza de la herencia que nos espera, el poder de Dios a nuestro favor.

Solo así seremos capaces de esperar, amar y dar testimonio del Reino de Dios y no otros reinos, de dejarnos mover y llevar por el Espíritu del Señor y no por otros espíritus. Solo así evitaremos la tentación de quedarnos plantados mirando al cielo en vez de encontrarlo aquí abajo en la tierra al mirar y encontrarnos con nuestros hermanos.

Él está con nosotros todos los días y eso nos da fuerza y luz en nuestra vocación de enviados, evangelizadores, apóstoles. Llevamos en nuestro corazón, nuestra vida y nuestros labios, nuestros gestos y hasta en la mirada, la experiencia de lo que Dios ha hecho con nosotros. Por eso, y porque no depende de nuestras capacidades o cualidades, de nuestra formación académica, sino de nuestra realidad de hijos de Dios y seguidores de Jesús, nos sentimos lanzados hacia adelante para llevar a todos tanta gracia recibida gratis.