PENTECOSTES-A

sábado, 23 de mayo de 2020
31 MAYO 2020
PENTECOSTES-A

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 23 mayo, 2020 09:01 dijo...

HOMBRES DEL ESPÍRITU (Jn 20,19-23)

Con la venida del Espíritu sobre María y los Apóstoles empezó el tiempo de la Iglesia. El evangelio de Juan que se lee el domingo de Pentecostés recoge las claves de este tiempo resumidas en cuatro palabras: paz, misión, espíritu y perdón.

La paz es el saludo del Resucitado y el rasgo más importante de los nuevos tiempos. Paz en el corazón de cada hombre, paz en los pueblos, paz en el mundo. Duele que un deseo tan humano y sincero no encuentre eco ni respuesta en quienes hoy deciden el destino de los hombres porque siguen creyendo más en el ruido de las armas que en la melodía de las palabras, más en el enfrentamiento que en el entendimiento, más en el odio que en el amor. La guerra que sufren los pueblos -lejos y cerca de nosotros- es una herida abierta en nuestra propia carne -aunque ya nos estemos acostumbrando- porque, como decía Terencio, nada humano nos es ajeno y, como dice la Gaudium et Spes, los gozos y las tristezas de los hombres son gozos y tristezas de los hijos de la Iglesia. Jesús de Nazaret sigue predicando incansable su mensaje de paz, aunque los hombres -después de veinte siglos- sigan ignorando su voz.


La misión de los cristianos es transmitir a todos los hombres esa paz; el modo de hacerlo es por medio de la reconciliación. Por eso les encarga la tarea de perdonar los pecados: porque el peor de los conflictos, el origen de todos ellos y de todos los males que turban la paz, es el pecado -la cerrazón aislante y segregadora del hombre tanto frente a Dios, su fundamento existencial, como frente a sus semejantes-. La victoria de Cristo sobre el mundo apunta a la definitiva y radical superación del origen de los conflictos. Si el resucitado habla de paz es porque la reconciliación es ya un hecho. En estos tiempos -en los que el pensamiento político de algunos grupos siembra división y segregación entre los hombres por razones de nacimiento en una determinada tierra, de lengua, religión o cultura- necesitamos atender la voz de quienes prefieren hablar de perdón y de reconciliación. Sólo así construiremos el mundo nuevo en que los hijos no tengan que sufrir el castigo del pecado de sus padres.

Para que cumplan eficazmente la misión, Jesús entrega a los suyos el Espíritu. Sopla sobre ellos -como el Creador sobre la figura de barro que había formado- para indicar que son los hombres nuevos, la semilla de una nueva humanidad. La fuerza de lo alto viene a suplir la debilidad de lo humano porque es tarea difícil y muy costosa convencer a los hombres -atrapados en el miedo- del mensaje de vida que brota del sepulcro del resucitado.

juan antonio at: 26 mayo, 2020 18:12 dijo...

PENTESCOTÉS * 31.5.20
La semana pasada decíamos que celebramos fiesta a fiesta el misterio pascual, el paso de Dios por nuestras vidas y que terminábamos en esta semana con la Venida del Espíritu Santo, Pentecostés, en que se cumple la promesa de Jesús del otro Defensor que enviaría el Padre.
El misterio pascual, que empieza en la Creación y no termina, porque celebraremos esta fiesta eternamente, porque ese será nuestra meta, ir al Padre por Jesús, con la fuerza del Espíritu y así caminaremos generación tras generación, lo que nos vendrá a decir la semana que viene la festividad de la Santísima Trinidad.
El Espíritu viene sobre la comunidad estando ésta en oración, como nos dice S. Lucas en los Hechos, volvieron a Jerusalén, al lugar que estaban recogido y allí permanecieron en oración y nombra una serie de apóstoles, discípulos, algunas mujeres y María.
Nuestra Madre nos preside en la angustia y nos lleva al Espíritu, para que lo vivamos como ella lo vivió en la Encarnación, como ella lo vivió toda su vida, pues no dejó de sentirlo nunca, como nunca dejó de sentir la Vida de su Hijo.
Hoy volvemos, en parte, sobre el pasaje de S. Juan que ya meditamos, el segundo Domingo de Pascua:
--entra en la sala donde estaban encerrados por miedo y puesto en medio, por dos veces les desea la paz y aquí podríamos meditar qué hemos hecho con esa Paz de Jesús, pues si miramos el mundo, qué digo el mundo, la propia Iglesia, debería darnos vergüenza, pero no dejemos de desearnos y pedir la Paz de Jesús, única que nos puede consolar.
--Como el Padre me envió, así os envió: volvemos a oír la misión, tenemos que llevar a toda la humanidad el Reino de Dios, pues esa fue la misión de Jesús hasta sus últimas consecuencias: cuáles son mis disposiciones en el trabajo del Reino o entiendo que la misión es pasarlo bien de fiesta en fiesta, de sarao en sarao: eso es algo que los humanos hemos tomado olvidando lo esencial; examinémonos, cómo es mi participación en la Vida y como doy la Vida.
--exhaló su aliento y les dijo, “”recibid el Espíritu Santo” y ofreced a todos la recuperación de su dignidad: es decir nos dice cual es la misión en concreto que no es otra cosa que seguir el mismo estilo de vida de Jesús y que los discípulos vivieron y nosotros tenemos que ver y seguir.
Releamos una y otra vez la Carta a los Corintios, el inicio de la Carta a los Efesios y contemplaremos la grandeza de la fiesta que celebramos y celebraremos, es el Misterio Pascual, en toda su grandeza, realidad atemporal que nos enseña a vivir los ojos de la fe.
Y por recomendar, la Secuencia para nuestro aliento y consuelo.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, Esposa del Divino Espíritu, enséñanos a ser templo y sagrario en nuestro día a día, ¡AMEN!, ¡ALELUYA!.

Maite at: 28 mayo, 2020 17:13 dijo...

Celebramos la fiesta del Espíritu de Jesús y nos detenemos en la contemplación de su obra y su genio que nos regala la Palabra. Así se encenderá en nosotros el deseo de establecer con él, o renovar, una relación de amistad, de intimidad profunda, que dé luz y calor, fuerza y pasión a nuestro seguimiento de Jesús.

El salmo y la Secuencia de Pentecostés ponen palabras bellísimas a nuestra oración al Espíritu.

Con su soplo Jesús recrea a la persona nueva; somos hijos del Padre, enviados en misión a anunciar la Buena Noticia de su amor y su perdón y misericordia.

El Espíritu está en ti. Déjate mover por él y atiende a su inspiración. ¿Cómo discernir lo que viene de él? Le reconocerás allí donde hay unidad en la diversidad: de carismas, de actuaciones, de ministerios… pero todos para el bien común. El Espíritu siempre te sacará de ti, te hará afrontar riesgos, romperá tus esquemas, te llevará a las fronteras, te desinstalará, te dejará sin seguridades…

Te pondrá siempre al servicio de los demás y llenará tu boca de las grandezas y maravillas de Dios.

Solo espera que tú pronuncies tu sí.