DOM-16A

sábado, 11 de julio de 2020
19 JULIO 2020
DOM-16A

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 11 julio, 2020 09:02 dijo...

EL BIEN Y EL MAL (Mt 13,24-43)


La segunda parábola del reino habla de la cizaña. La situación que retrata es la de un hombre que ha estado trabajando todo el día en las tareas de la siembra. Un vecino envidioso maquina el modo de hacer inútil tanto esfuerzo. Durante la noche -al mal le gusta ocultarse en la oscuridad-, siembra la tierra de cizaña. Que sólo se dé cuenta del problema cuando la cosa tiene mal arreglo tal vez se deba a que hay un tipo de cizaña -el joyo- que, al principio, tiene un gran parecido con el trigo. Los criados quieren arrancarla, pero el propietario teme que dañen la buena semilla. Crecerán juntos y al final serán separados.


Jesús expone la parábola para hacer frente al interrogante que plantea la persistencia del mal. Nos gustaría que el mundo fuera un paraíso y hasta culpamos a Dios de que no sea así. Un filósofo de la antigüedad llegó a decir: o Dios es bueno, pero no puede erradicar el mal; o puede erradicarlo y no quiere. Es decir, o no es poderoso o no es bueno. La parábola responde diciendo que es paciente. En el día de juicio quedará patente quien ha sido trigo y quien cizaña. Hasta entonces hay que esperar. Lo fácil es arrancar de cuajo la maldad. Lo humano -y lo divino- es dar una oportunidad para que la cizaña se transmute en trigo.

Para los discípulos de Jesús la situación del mundo es difícilmente soportable y somete a prueba permanentemente su confianza y su paciencia. Se requiere una gran fe, mucha bondad y una sabiduría madura para ver las cosas al modo de Dios. Él se ha reservado el juicio para sí. Un hombre no puede saber lo que hay en el corazón de otro hombre. Si nosotros tuviéramos en nuestras manos el juicio ¿quién garantizaría la justicia? Jesús dirá: “No juzguéis y no seréis juzgados”. El texto supone un principio que, siendo difícil de aceptar, es presupuesto de justicia y sensatez: el ser humano es incapaz de conocer dónde está verdaderamente la bondad y dónde la maldad. Convertirse en jueces es arriesgarse a ser injustos.

Hay otro mensaje detrás de esta parábola y tiene que ver con la paciencia. Al final, a la hora de la siega, el trigo será almacenado y la cizaña se guardará para que sirva de combustible durante el invierno. La última palabra no la tiene el mal, sino el bien. Sólo éste perdurará. Y la razón es simple: sólo el bien procede de Dios y, por tanto, sólo él es eterno. Es esta convicción la que mantiene fieles a los discípulos a pesar de la contrariedad. Sería más agradable y más reconfortante ver la caída de los malvados, pero un mundo sin sombras ¿sería un mundo habitable? ¿Sería posible la libertad si no existiera el riesgo de la maldad? Es esto lo que nos diferencia de los animales. Porque el animal obra según su instinto, pero el hombre, por ser inteligente y, por tanto, libre, puede mejorar o empeorar. Huxley lo dijo: un mundo pretendidamente feliz sería un mundo sin libertad.

juan antonio at: 15 julio, 2020 09:47 dijo...

Esta semana el Evangelio nos ofrece tres parábolas, S. Pablo la acción del Espíritu Santo y el libro de La Sabiduría, la Bondad de Dios.
La primera de las parábolas , la del trigo y la cizaña, como es conocida, parece plantearnos el tema del bien y del mal, de los buenos y de los malos y entiendo que nada más lejos de la realidad, en mi pobre entender, sino que nos plantea al “hombre”, varón/ hembra, mujer/hombre, la persona humana en su totalidad.
Como continuación de la semana pasada, aquí también el sembrador, siembra buena semilla, pero en el crecimiento de esta aparece la mala hierba, la cizaña y ya tenemos lo bueno y lo malo, la aparición del mal, enigma para el hombre de todos los tiempos y cuya solución ha buscado sin descanso, y esta solución la tenemos en “la limitación que nos acompaña como criaturas, ella da razón suficiente para explicar los fallos que en toda vida humana se van manifestando”.
El hombre ha recibido esa buena semilla, pues como nos dice S. Pablo en Efesios 1, “Dios nos ha elegido en la persona de Cristo, antes de la creación del mundo…..”, es decir, “Dios no puede premiar ni castigar "a posteriori", porque se ha dado a cada uno antes de que lleguemos a la existencia.”: por lo tanto se impone la paciencia, la tolerancia, el saber respetar al contrario, como nos dice en Lc 6,27, “ amad a vuestros enemigos, rezad por los que os odian y bendecid a los que os maldicen…” porque los que son cizaña pueden convertirse en trigo y al revés, pues nunca debemos de descartar la libertad con la que fuimos creado y la conversión a la que estamos llamados.
Las otras dos parábolas vienen a decirnos el valor de lo pequeño que se desarrolla hasta alcanzar, con nuestras manos, a la humanidad, pues tenemos que sembrar y tenemos que amasar, siempre estará presente nuestra aportación, Dios quiere que pongamos a trabajar nuestros “talentos”, pues la misión es algo esencial en el cristiano, ya en la forma de llevarla a cabo, entra la variedad, desde un claustro hasta un púlpito, pasando por nuestra vida, nuestro testimonio.
Todo ello con la acción del Espíritu Santo que viene en nuestra ayuda y contando con la Bondad de Dios Padre Bueno.
Virgen Santísima, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a decir AMEN.
P.D. Me pregunto si estos comentarios o reflexiones, no solo míos sino de los que normalmente escribimos, los lee alguien, pues hablando de mis reflexiones entiendo que, al no ser entendido, es decir teólogo, puede que me salga del tiesto, como se suele decir, pero no hay nadie que alce la voz y me replique rectificando mi reflexión, lo que me da a entender que además de pocos, tres, no tenemos lectores o estos leen con lectura plana, como los encefalogramas, es decir sin entender ni asumir.
Creo que me he pasado, pero quiero saltar el dialogo, si ello es posible
Gracias y perdón. Juan Antonio

Maite at: 15 julio, 2020 18:17 dijo...

Jesús enseña a qué se parece el reino de los cielos: a un hombre que sembró buena semilla y sufre que un enemigo siembre cizaña de noche entre el trigo. La parábola ilustra la paciencia de Dios, su saber esperar y su actitud ante el mal, que existe y está ahí, creciendo entre el bien.

Como apunta la hojilla de esta semana los cristianos no nos hemos distinguido precisamente por nuestra tolerancia y paciencia ante quienes tenemos por malos. A lo mejor no hemos mirado suficientemente a Dios.

El salmista ya experimentó que es bueno y clemente, lento a la cólera y misericordioso. Para el libro de la Sabiduría Dios cuida de todo y no juzga injustamente, como sí hacemos nosotros… Es indulgente y aprecia la humanidad en todas las relaciones; además da lugar al arrepentimiento.

Hoy en día contemplamos nuestras iglesias vacías de jóvenes, de bautizados alejados, de ovejas descarriadas; de gente que no espera bondad, paciencia, misericordia o indulgencia.
A lo mejor el Espíritu intercede por ellos en lo más profundo de su debilidad con gemidos inefables, que ni ellos saben ni pueden descifrar, y el que escruta los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu.

Y de todas formas no se vence al mal con exclusión, desprecio o impaciencia; con juicios precipitados y condenas, con orgullo y prepotencia.

Por cierto, bien por la llamada al diálogo de Juan Antonio.