DOM-24A

sábado, 5 de septiembre de 2020
13 SEPTIEMBRE 2020
DOM-24A

2 comentarios:

juan antonio at: 09 septiembre, 2020 18:26 dijo...

Esta semana seguimos con el tema del perdón, esa cosa que el amor propio, el orgullo, la soberbia y no sé cuantas cosas más, no nos deja entender.
Jesús nos enseñó a perdonar y a pedir perdón, y me atrevería a decir a ser perdonado, y me baso en la parábola del Padre Bueno, el hijo “recapacitó”, “ iré a mi Padre”.
El perdón está en nuestras entrañas, como lo está el amor y no es un acto aislado en nuestra vida, sino que es una actitud constante en el devenir de nuestra existencia, y como decía la semana pasada tenemos que tener la grandeza de corazón de darlo y la grandeza de amar al perdonado: todo ello nos hace grande y felices y aunque nos cueste si no podemos olvidar pues la ofensa se nos grava, si tenemos que dejarla estar en el corazón olvidada del todo, sin dejar huella alguna.
Tenemos que tener, LA MIRADA LIMPIA, para ver al hermano, para ver los defectos, para ver sus necesidades, sus desconsuelos y sus angustias que pueden ser la causa de la ofensa, como puede que esté en nosotros, en nuestro actuar, ser o pensar y decir.
Y, LA MANO TENDIDA para el perdón, para llevar al ofensor a la dignidad que merece y que por debilidad perdió con la ofensa, démosle la oportunidad que todos pedimos cuando somos los ofensores: no seamos corto de vista, ciegos que no ven o no quieren ver y tendamos nuestra mano de reconciliación.
El Evangelio termina con la tremenda parábola donde las diferentes deudas, son pedagógicas y el versículo final, para nada es escandaloso, lo que me hace disentir de otros comentarios, es lo justo, pues si tu no quiere el perdón, estamos, corregirme si ve equivoco, en el caso del pecado contra el Espíritu Santo, que no se perdona porque no se quiere el perdón, ni se quiere al que perdona.
Recemos el Padre Nuestro, recémoslo pausada, reposadamente, sin prisas ni rutinas y saboreemos lo que entraña, que es todo el Evangelio en siete peticiones, suspiros de los hijos de Dios, en sus acciones de gracias y necesidades, es el susurro del viento en el que encontramos al Padre y el hijo se ve amparado por Él.
Como hace las Horas Canonícas, recémoslo tres veces al día, no es mucho pedir, si lo hacemos al levantarnos, en la Eucaristía y al caer la noche, tres momentos importantes para recordar al Padre de todos.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, enséñanos a rezar el Padre Nuestro, como Tú lo rezabas en aquella primera comunidad de Éfeso donde, cuentan, que viviste con el Apóstol Juan, AMEN

Maite at: 09 septiembre, 2020 18:51 dijo...

Una vez oí explicar esas setenta veces siete que hay que perdonar como “siempre, todo y del todo”. Ahí está la medida del perdón, que es la de Dios. Si nosotros, como hijos suyos, no perdonamos como él, no podemos llamarnos cristianos. No seremos seguidores de Jesús.

El perdón es siempre una asignatura pendiente, una meta nunca alcanzada. Para practicarlo y vivir en él, como personas reconciliadas, hace falta sacar a la superficie lo más divino que anida en lo más profundo de nuestra alma. Porque el perdón no es humano, es divino.
Y, sin embargo, nada como el perdón nos hace profundamente humanos, seres reconciliados con nosotros mismos, con quienes nos han ofendido, con Dios.

Santa Teresa creía que no había nada suficientemente grave como para no poder ser perdonado, ya que Dios siempre va por delante de nosotros en su perdón de nuestras faltas y pecados. Si somos sujetos de su misericordia, como el siervo de la parábola, nada justifica que no la practiquemos con cualquier ofensor. Nunca nos abajaremos tanto como él, nunca nos humillaremos más.

Pablo nos recuerda que desde nuestro bautismo no vivimos para nosotros mismos, sino para Dios. De tal manera que nuestro amor propio no tendría que sentirse ofendido casi nunca… Y quien nos ofende debería saber que atenta más contra el Padre que contra nosotros, pues llevamos su impronta y su sello.

Si queremos saber cómo perdonar y hasta dónde, fijémonos, como el salmista, en el perdón de Dios. Nos llevará mucho más lejos que detenernos en el nuestro más de lo imprescindible. Bendigamos con él, cantemos y alabemos la compasión y la misericordia, la bondad y generosidad de un Dios que no se deja ganar en nada.