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Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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Juan se hace eco, en la hojilla, de estas palabras de Pagola: “Solo puede celebrar la Navidad quien busca sinceramente el nacimiento de un hombre nuevo entre nosotros”.
Claro que es duro prescindir estas fiestas, en nuestras cenas y comidas, de seres queridos que otros años nos han acompañado, y que ahora no pueden hacerlo debido a la pandemia que nos asola. Pero no es acertada la expresión “salvar la Navidad”, a no ser que exprese que necesita recuperar su verdadero sentido que va, precisamente, en la línea de la frase citada.
Es probable que María, perteneciente a ese “resto de Israel” que aguardaba con fe la venida del Mesías, largamente esperado y anhelado, sí deseara, con todas sus fuerzas, el nacimiento de un hombre nuevo entre nosotros. Por eso no duda en pronunciar su hágase cuando Dios irrumpe en su vida y pide su colaboración. Se convierte así, sin saberlo, en la nueva arca de la Alianza, en morada de Dios. La más adecuada y de su agrado por su sí incondicional y fiel.
María, en su pequeñez, en su humildad y sencillez, comprenderá que no es su vocación hacer cosas grandes por Dios, sino dejar que sea él quien las haga en ella. Comprenderá que es cierto que nada hay imposible para Dios, pero que eso no resta oscuridad al camino de fe, esperanza y amor, ni sufrimiento y dolor al caminar. Se dará cuenta de que ser la sierva del Señor y de todos sus semejantes no la librará de la espada que atravesará su alma.
Y a pesar de todo María se convertirá en cantora de las misericordias de Dios, porque nadie mejor que ella ha experimentado que él mantiene eternamente su favor y que su alianza es eterna.
Cada uno de nosotros estamos invitados a ser, como María, casa de Dios. A llevarlo por doquier como arcas nuevas de la Alianza que Dios hace con todos los seres humanos. Con el anhelo profundo y ardiente de que la Navidad dure mucho más que unos días al año, como dura el deseo del que busca sinceramente el nacimiento de un hombre nuevo entre nosotros.
MARÍA
La reflexión de todos los años la titulo así, María, la hija del Padre, la madre del Hijo y la esposa del Espíritu, como rezamos en el estribillo último del Rosario, Sagrario de la Santísima Trinidad.
La Navidad se acerca y para muchos ya estamos en Navidad, las luces que se encienden en todas partes, bien las pueden dejar para carnaval, pues los motivos navideños brillan por su ausencia, todo es hablar de lo que se va a dejar de ganar, de gastar, de salir, por el maldito covid, todo dirigido a una sola cosa, el dinero.
Pero sin embargo, toda esta parafernalia laica, tiene algo bueno, se hace por Navidad, se felicita la Navidad, aunque muchos digan felices fiestas, pero se vive ese destello del nacimiento de Jesús, hijo del Padre y engendrado por el Espíritu, en el seno de una sencilla mujer en este misterio que contemplamos en el Evangelio de este Domingo, del capítulo primero de Lucas.
María, es el nombre más bello que la humanidad puede proclamar, María, la llena de gracia, la alegría, la que tiene con ella al Señor, la sencilla de las más sencilla, es como el preludio de lo que será lo preferido por su Hijo en el mañana, los nada, los sin nada, los sencillos, los que son como niños, limpios y anhelante de acogida y cariño.
María, la que habló poco y escuchó más, como nos decía el Papa Francisco, en el reportaje de anoche de la dos, y así se desarrolla ese dialogo revelador del Misterio, para mí, más grande de la humanidad: Dios se abaja hasta hacerse carne de nuestra carne, en el seno de una virgen: así lo pienso, tanto que tengo un misterio siempre expuesto.
María, la humilde y turbada niña ante la inmensidad de lo que se le anunciaba, no se rebeló, no opuso resistencia al plan de Dios, al proyecto del Padre sobre la humanidad, escuchó todo lo que se relataba por el Señor hasta el punto que no comprendía, madre sin padre, cómo? Y es cuando habla sobre su no relación con varón alguno, primera vez y sigue escuchando, no te preocupes, tranquilízate y viene la segunda parte del relato que escucha sin hablar nada.
María, la que una vez oído el plan de Dios, no se engríe como orgullosa por lo que será, la atención del Señor con ella, la grandeza que tendrá en su pueblo, nada de nada, es “””la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra””, que todos los días rezamos en el Angelus.
María, la mujer creyente y dispuesta a la voluntad de Dios, la bienaventurada le llamará su prima, “dichosa tú porque has creído”, dichosa porque has aceptado sin condiciones lo que se le pedía, todo un Dios pendiente de su palabra.
Gracias María, gracias y mil veces gracias porque nos has dado lo más grande que solamente Dios puede dar, siendo Tú su instrumento, su mediadora como la Iglesia te proclama, gracias María.
Como toque para esta semana podríamos poner, hablar poco y escuchar mucho, ¿Dónde?, en nuestra oración, en nuestras relaciones con los cercanos, hablar poco de todo lo que está pasando y ponerlo todo en las manos del Señor, porque en Él está nuestra salvación.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, Señora de la Esperanza (que celebramos mañana) y del Adviento, poco, pues la alegría de la Navidad, ya está con nosotros, en nuestro corazón, AMEN
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