BAUTISMO-B21

sábado, 2 de enero de 2021
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3 comentarios:

Paco Echevarría at: 02 enero, 2021 15:44 dijo...


EL PREDILECTO
La misión de Juan Bautista era preparar al pueblo para recibir al mesías. Pero eran tan grandes los deseos de la gente que muchos empezaron a creer que era él. Consciente de su papel, no dudó en afirmar que ni era el mesías ni se le parecía. “Yo bautizo con agua (limpio los pecados para prepararle un pueblo bien dispuesto); él os bautizará con Espíritu Santo y fuego” (os dará una nueva vida y os transformará radicalmente). ¡Qué lejos está del protagonismo, la gran tentación de los enviados! Ver la necesidad, poner remedio y desaparecer para dejar que la vida siga su curso. En eso está la verdadera grandeza de los elegidos. Su miseria es pretender eternizarse. Y también su necedad, porque es de necios sentirse indispensables. Sólo Dios es Dios y, cuando un hombre come de la fruta prohibida -cae en la tentación de creerse dios-, sólo logra verse desnudo frente a sí mismo y frente a los demás. Reconocer los propios límites no ha de ser motivo de tristeza y frustración, sino, al contrario, porque es signo de extraordinaria grandeza de ánimo.

Jesús va más allá. Él era el esperado, pero actúa como uno más: se bautiza en un bautismo general, confundido con la gente del pueblo -no hay vergüenza en ello, sino honor- y se retira a orar, como todo el que necesita el auxilio divino. Pero el cielo se abre, el Espíritu desciende sobre él y una voz misteriosa lo proclama Hijo Amado de Dios. El profeta lo había deseado -¡Ojalá rasgaras el cielo y bajaras! (Is 64,1)-. Y el deseo se había visto al fin cumplido. El signo -la paloma- y la palabra -mi Hijo predilecto- se unen para mostrar al mesías. Más tarde él explicará su misión al aplicarse otro texto de Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí. Me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres. Me ha enviado a rescatar a los cautivos, a devolver la vista a los ciegos, a liberar a los oprimidos y a proclamar el año de la gracia, el perdón de los pecados”. En adelante toda su vida -sus obras y sus palabras- no será sino un exacto cumplimiento de esta tarea.

Piensan algunos que el Evangelio es agua pasada y que los tiempos piden otras doctrinas y otro mensaje. Yo me pregunto si es cosa del pasado que los pobres reciban la alegría, que los hombres sean liberados de sus esclavitudes, que los espíritus confundidos vean la luz y que los humillados por sus debilidades y errores se sientan perdonados. Seguimos necesitando al Mesías que nos despierte de nuestra somnolencia y nos devuelva la ilusión de un futuro mejor. Él ha cruzado el río delante de nosotros y, desde la otra orilla, nos invita a seguir sus pasos sin miedo a las turbulencias. Jesús no es cosa del pasado porque es la voz de la esperanza.

Terminadas las pasadas fiestas, nos queda por delante un año entero para vivir, día a día, con el espíritu y el mensaje que él anunció, conscientes de que ser sus discípulos no consiste tanto en repetir sus enseñanzas cuanto en vivir conforme a ellas.


Maite at: 08 enero, 2021 15:37 dijo...

Isaías nos da la clave de la fiesta de hoy, y de todo nuestro camino cristiano de cada día: Mirad a mi siervo a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco. Y esculpe cuidadosamente los rasgos del Siervo, esos que cada uno de nosotros, que nos decimos seguidores del Maestro, debemos tener y por los que deberíamos ser reconocidos: la justicia, la firmeza, la constancia, la misericordia, la resiliencia… Todo lo que hace inconfundible a Jesús y el espejo en que mirarnos para vernos como hijos de Dios, como él.

Cada uno de nosotros, en virtud de nuestro bautismo, somos los elegidos, los llamados a ser alianza y luz de los pueblos, a abrir los ojos de los ciegos, sacar a los cautivos de la cárcel y de la prisión a los que habitan en tinieblas. Y no hace falta marcharse lejos, aunque también habrá llamados a ello, para encontrar ciegos, cautivos e inmersos en la más densa oscuridad.

En labios del salmista intentamos ver plasmados el color y los matices de la voz del Padre al reconocer al Hijo amado en el lago, el ungido con la fuerza del Espíritu que pasó haciendo el bien y curando.

Hoy acaba el tiempo de Navidad y retomamos nuestras rutinas, el ritmo de lo cotidiano, y con todo ello la incertidumbre del futuro, el próximo y el lejano, en compañía de una pandemia demasiado larga y cruel que se niega a ceder un ápice de terreno todavía. Pero esta hermosa fiesta repite machacona e insistente su mantra dulce y apaciguador, el manual para no desfallecer y encontrar fuerza y luz en el camino: mirad, escuchad y no dejéis de contemplaros en él, en Jesús, para no perder el rumbo ni claudicar en lo más arduo de la batalla. Para ser, con él y como él, hijos del Padre. Y encontrar, en todos los demás, hermanos.


juan antonio at: 09 enero, 2021 20:28 dijo...

Hoy quizás debería de callarme ante la exposición de José Mª Castillo, pues no deberíamos contentarnos con lo expuesto, sino llegar al fondo en el texto entero del que se toma el Contexto, es decir formarnos en un sacramento, primero y fundamental en la vida de un seguidor de Jesucristo.
Nos dice el texto que Jesús recibió y aceptó una misión y un destino, cosa que recibimos también nosotros, aunque nos bautizarán siendo bebé, pero en nuestra edad adulta tenemos que dar el sí en conversión y encuentro con Jesús, por ello en la Pascua renovamos nuestras promesas bautismales, hechas por nuestros padres y padrinos y que si no la renovamos cada día, no tenemos empiezo, ni tendremos final, será que hemos pasado de todo, estamos en una pura rutina:
Y en el Bautismo, como nos dice el Contexto se nos quita el pecado original, pero no podemos quedarnos en eso solamente, sino que además, nos hace hijo de Dios y miembros de su Iglesia, pues al tener esa experiencia de Jesús, ese encuentro, estaremos identificándonos con Él, como nos dice Juan en el prologo de su Evangelio y como Jesús tendremos una misión y un destino: la misión la proclamación y construcción del Reino de Dios, aunque ello entrañe el destino que Él tuvo, la crucifixión: si no tomáis, tomamos nuestra cruz y le seguimos, no somos discípulos suyos.
Entiendo que esta celebración debería tener una relevancia mayor en la Iglesia y que deberíamos de caer en la cuenta, al menos así lo pienso, que deberíamos renovarla cada vez que recemos el Padre Nuestro, ya que nos llamamos sus hijos, glorificamos su nombre, debemos construir su Reino y nos ponemos en sus manos: por ello, rezad, recemos, el Padre Nuestro con esta condición de hijos de Dios, que en el Bautismo recibimos nuestra identidad y nuestro destino, que no será morir en una cruz, pero sí morir con Cristo, sufriente y dolorido en tantos hermanos nuestros, de lo que quizás tengamos poca conciencia, si no construimos el Reinado de Dios, dando y devolviendo la dignidad a todos los que padecen, sufren y se encuentran excluidos por las necesidades que debemos solventar con nuestras posibilidades.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, danos conciencia de lo que somos y asumamos, con alegría, nuestra misión y destino AMEN