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Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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3 comentarios:
NACER DE NUEVO (Jn 3,14-21)
Cuenta san Juan en su evangelio que un fariseo notable se entrevistó con Jesús en la noche y estuvieron hablando larga y profundamente de religión. Parece que el punto central fue la necesidad de una renovación radical de las personas y de las instituciones. Para referirse a ello Jesús utilizó la metáfora del nuevo nacimiento. Es una buena imagen para expresar que el cambio, si es profundo, para consolidarse necesita un cambio de las formas -¡Odres nuevos para el vino nuevo!-; aunque la cosa no funciona al revés pues, no pocas veces un cambio en la superficie sólo es una maniobra para distraer la atención de la gente y no cambiar en las profundidades.
¡Cambiemos algo -piensan algunos- para que todo siga igual! ¡Hagamos como que todo ha cambiado para que la gente viva con la ilusión de que las cosas van mejor! No era Jesús de éstos, no era hombre de medias tintas, de imprecisiones y ambigüedades. Le gustaba ir derecho al grano y plantear las cosas abiertamente. Por eso insistía en que el sí era sí y el no, no. No tenía el doble lenguaje con el que tantas veces tropezamos en el curso de la vida.
Ese buscar el fondo, ir derecho al asunto y plantear las cosas abiertamente le acarreó no pocos problemas. Pero esta postura ante la vida y los otros no es el descaro, la intolerancia y el fanatismo del que se siente dueño absoluto de la verdad, sino la manifestación de un convencimiento que se arraiga en los valores que animan su vida. En el diálogo con Nicodemo al que nos estamos refiriendo aparecen palabras como amor, entrega, vida, luz y verdad. Esos son sus valores. Su contrapunto es el egoísmo, la ambición, la muerte y la mentira.
Hoy los jóvenes, para el duro viaje de la vida, necesitan un buen equipaje de valores. De lo contrario, la sensación del vacío será tan fuerte que se entregarán al vértigo -para tener la ilusión de vivir más porque viven más deprisa- y buscarán la saturación de los sentidos -que no les traerá más felicidad sino embotamiento de la sensibilidad y del pensamiento-. El reto que tienen ante sí es nacer de nuevo. Sólo así tienen futuro. De lo contrario, aunque sean jóvenes, pertenecen al pasado. ¡Serán como vino nuevo en odres viejos! En cierta ocasión, Jesús miró a un joven a los ojos y le dijo: abandona todo tu pasado y sígueme. Pero el joven agachó la mirada y se alejo triste porque estaba atrapado. Sus seguridades eran su cárcel. Le invitó a nacer de nuevo, pero el miedo le heló el corazón.
Dios es un Dios de libertades. La vida es un don absolutamente gratuito e inmerecido, pero no hace violencia al hombre para que lo acepte. Éste puede cansarse hasta de la libertad y volver la espalda al único que se la puede garantizar -como le ocurrió a Israel-. Dios, no obstante, se sirve de mil instrumentos para avisar del desastre hacia el que camina el que olvida la fidelidad. Pero la obcecación puede ser muy grande y llevar al hombre a la burla y el desprecio del designio de Dios.
A pesar de todo, siempre hay un tiempo para la misericordia que saben aprovechar los hijos de la luz. Son los que comprenden que no hay que resistirse al amor, que hay que abrirse al don, aceptarlo con fe y dejar que se manifieste en nosotros. Eso es caminar hacia luz.
Por eso la vida cristiana está libre de temor: porque el amor ha desplazado todos los miedos y la turbación (1Jn 4,18).
FRANCISCO ECHEVARRÍA
Probablemente, Nicodemo, el bueno, íntegro y honesto, pero equivocado Nicodemo, no conocía, por no haber experimentado, el amor de Dios. Ese amor que invadía y penetraba a Jesús hasta los tuétanos; hasta el punto de sentir pasión por el Padre. Y que, al definirlo, ha de recurrir al “tanto”: “Tanto amó Dios al mundo…”. Esa palabra que queda flotando en las mentes y los labios de los niños, cuando intentan abarcar hasta dónde llega…
Ese Dios, el que Jesús conoce, al que ama porque se siente inmensamente amado por él, no está pendiente de juicios ni condenas. Curioso, y qué raro tenía que sonarle a Nicodemo; alguien tan pendiente de la Ley y sus transgresiones. Firme defensor suyo y alérgico a sus transgresores.
Pero Nicodemo buscaba la verdad. Por eso acudió a Jesús. Por una intuición o algo que Jesús había despertado en él; una inquietud, tal vez, que el nazareno había agitado sin saberlo. Una de esas que anidan en los corazones jóvenes y se adormecen con el paso de los años. Y cuando resucita embiste con brío y empuja y lanza a la búsqueda de… vete a saber qué.
Y Jesús habla a Nicodemo de la luz y las tinieblas, y le dice que “el que obra la verdad se acerca a la luz”. Así que… era eso. Nicodemo ansiaba la luz, iba en su busca, y en Jesús había adivinado un ligero resplandor, ¿le llevaría él a la luz?.
Este domingo las lecturas que se proclaman, van referidas al amor de Dios al hombre/mujer, en grado sumo:
La primera lectura nos habla de la liberación del pueblo de Israel moviendo el corazón de Ciro rey de Persia, Pablo nos habla del Padre rico en misericordia por el gran amor con que nos amó y el Evangelio nos dice que “” tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo para que no perezca ninguno de los que crean en él, sino que tenga vida eterna”
Que podemos desear más, qué pedir si lo tenemos todo, todo el Amor de Dios, regalo para el hombre/mujer, los preferidos de la creación como canta el salmo número ocho
Cuando contemplo el cielo obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que has dispuesto
¿qué es el hombre para que te acuerdes de él,
el hijo de Adán para te cuides de él?
Poco inferior a un dios lo hiciste,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos,
todo lo sometiste bajo sus pies…..
Ante esto, qué hacer, que postura adoptar sino es la entrega total por nuestra parte, conformando a ello nuestra vida, en ese mandamiento único que se nos dará en los discurso de la última cena “amaos los unos a los otros como yo os he amado”, amor que se hace Vida en el árbol de la Cruz, como se canta en el rito de la Cruz el Viernes Santo “Este es el árbol de la Cruz en el que estuvo clamada la salvación del mundo”.
Miremos al Crucificado, está levantado en alto, ha llegado la salvación a su culmen y tenemos que hacer nuestra la cruz de cada día que no podemos eludir, si de verdad somos sus seguidores: se nos pide muy poco, mirar, contemplar y amar
En esta semana miremos al Crucificado, besemos el crucificado que en pequeño llevemos encima y contemplemos el amor que nos tiene el Padre en el Hijo con el Espíritu Santo.
Santa María Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a decir AMEN
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