DOM-13B

sábado, 19 de junio de 2021
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3 comentarios:

Paco Echevarría at: 19 junio, 2021 08:48 dijo...

NO ES MUERTE, SINO SUEÑO (Mc 5,21-43)

Nada hay tan humano ni que nos haga tan humanos como la experiencia del sufrir y la certeza del morir. Y la razón es bien simple: la ingenua pretensión de ser dioses se deshace como niebla cuando el sol implacable del sufrimiento o la muerte asoma en el horizonte de nuestra vida. Como un muro que se desplomara sobre nuestras cabezas, así se nos viene encima la conciencia de que somos pequeños, débiles y limitados y lo evidente se impone: ni comprendemos, ni aceptamos, ni podemos evitar. Ante ello caben dos posturas: o renunciamos a encontrar el sentido de las cosas -aceptando resignada¬mente que somos víctimas de un destino fatal- o luchamos contra el absurdo -buscando respuesta a nuestras preguntas, caminando hacia la aceptación y la superación-; o dejamos que la adversidad nos destruya o nos apoyamos en ella para crecer. La curación de la hija de Jairo y de la hemorroisa, ofrecen claves para avanzar en esa búsqueda.

La hemorroisa llevaba doce años probando remedios para sus males y había gastado en ello su fortuna -su vida-, pero sólo se curó cuando la cercanía de Jesús despertó su fe. Eran muchos los que le rodeaban y le apretujaban, pero sólo ella se benefició de esa cercanía. No por creerse más cerca de Dios se tiene a Dios más cerca. El milagro del encuentro con él y su virtud sanadora sólo es posible cuando se vive con fe.

Más grave -o importante- es el asunto de la niña: la suya no es una enfermedad crónica sino mortal. El desenlace se produce antes de que Jesús haya hecho nada. La fe, en este caso, ha sido inútil porque no hay billete de vuelta para la muerte. Y, a pesar de ello, Jesús anima al padre de la niña a creer. Más aún: parece insinuar que la fe verdadera empieza cuando ya todo está perdido. Contrasta con esto la postura de los acompañantes: "¿Para qué seguir insistiendo?" ¿Para qué seguir rezando? ¿Para qué seguir creyendo? Pero la respuesta de Jesús es clara y firme: "Porque no es muerte, sino sueño". Ese es el secreto, la clave -la llave- que, en medio de la adversidad, abre la puerta al sentido de las cosas: ver sueño donde los demás ven muerte. Sólo viendo así las cosas se persevera en el esfuerzo y se conserva la esperanza. En no pocas ocasiones, la postura no debería ser duelo, sino espera.

En la más completa oscuridad, en el más profundo de los fracasos, en el abandono, el que cree sigue insistiendo: sabe que -más tarde o más temprano- amanecerá; está convencido de que la noche no dura siempre porque su vida y su ser están en manos del Señor del tiempo. Está seguro de que, en medio de su sueño, oirá una voz: ¡Levántate! Se me ocurre que son muchos los que duermen y que el creyente -con el espíritu de Jesús- debería ser esa voz que les despierte. A no ser que él mismo esté dormido, cosa que ocurre cuando la fe y la esperanza no conviven en lo más hondo del corazón.

FRANCISCO ECHEVARRÍA

juan antonio at: 22 junio, 2021 09:35 dijo...

Hoy podíamos denominar nuestra reflexión, “de las dos mujeres”, pues son dos mujeres las protagonistas o mejor dicho las que reciben la acción de Jesús sobre la vida y la fecundidad, como dice el autor de la Hoja y no le vamos a enmendar.
Pero también podríamos decir de “los dos encuentros”, encuentro de Jairo y encuentro de la mujer enferma, de la segunda se dice que había oído hablar de Jesús y el primero acude porque sabe del Maestro: saben, han oído hablar y no lo dudan, cada uno de una manera, el primero abiertamente pide la curación de su hija todavía viva y la segunda ocultamente sin decir ni pedir, solamente en su interior “pensando que con solo tocarle el vestido curaría”.
Dos personas que miran a Jesús, que lo buscan, que se encuentran con Él porque creen en Él, confían en Él y todo lo esperan de Él y uno “se echa a sus pies” y la otra en el barullo “le tocó el manto” y en ambos casos la respuestas de Jesús es la sanación de una y la vuelta a la vida de la otra: “hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud” y a Jairo, “no temas, basta que tengas fe”
La fe, la confianza, el abandono, la entrega, es lo que hace mover montañas y lo dijo muchas veces, como el pasaje que nos narra Mateo (9,27-31) ““creéis que puedo hacer esto”” y la respuesta de los ciegos sale del corazón, “¡sí Señor!. Que se haga en vosotros conforme a la fe que tenéis”
Preguntarnos a estas alturas qué es la fe, creo que es algo que debe de estar resuelto, pues no es más que un don que aceptamos al encontrarnos con el Resucitado, al tener esa experiencia de encuentro y vivir ese encuentro en nuestro día a día: regalo y acto humano, como decía Benedicto XVI en la carta Porta Fidei, vivir la alegría de la confianza, de que no estamos solos, de que en lo bueno y en lo menos bueno, siempre tenemos la compañía de Jesús y del Dios de Jesús con la fuerza del Espíritu que nos hace seguir adelante, pese a nuestra debilidad de criatura y esto si le dejamos que actúe en nosotros, es lo único que nos pide, apertura de corazón, apertura de nuestra vida cuando llame a nuestra puerta (Ap. 3,20) y le dejemos pasar.
No dejemos pasar al Señor, tengamos la delicadeza de abrir nuestro corazón y dejémosle entrar y abandonémonos en Él, confiemos en Él, que puede cambiar nuestra vida y sanar nuestros males, no solo físicos, sino de nuestro estilo de vida.
“Creo, Señor, pero aumenta mi fe” (Mc 9,24) y en Mt 17,20, paralelo del pasaje de Mc., parece increpar a sus discípulos sobre la fe, pues aún siendo poca, haríamos grandes cosas y no la hacemos, ¿porqué?. Cada uno vea su porqué.
Recemos con el salmo
“”Escucha Señor y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en alegría.
Señor, Dios mío, te daré gracias siempre.
Demos gracias al Señor, en todo momento y en toda circunstancia, recemos con frecuencia el Padrenuestro, oración de alabanza a Dios y de petición para nosotros y nuestros hermanos.
Señor, Dios mío, te daré gracias y muchas veces gracias, porque sin Ti no soy nada, a tus manos me encomiendo.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a vivir la fe que tu viviste, “dichosa tú porque has creído”, AMEN

Maite at: 24 junio, 2021 14:50 dijo...

En el evangelio contemplamos, una vez más, a Jesús que pasa devolviendo la salud y la vida. La niña tiene a su padre que intercede por ella, a una familia que llora desconsolada. La hemorroísa acude sola y temblorosa a Jesús, sin dar la cara, pero con la fe y la esperanza de que basta tocarle para sanar. En un relato emotivo y con detalles inolvidables vivimos con pasión la vuelta a la vida de las dos.

En este episodio de la vida de estas dos mujeres aprendemos que “Dios no hizo la muerte ni se complace destruyendo a los vivos”. Aún más: “Por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la experimentan los de su bando”. Y es que aquí, en este pasaje de Marcos, nos situamos con decisión en el bando de la vida plena.

Claro que, para ello, hemos de ser conscientes de nuestras propias hemorragias, conocer por dónde perdemos sangre a raudales, por qué se nos va la vida a chorros. Y optar, con decisión, por tocar a Jesús, conscientes de que eso basta para cerrar el grifo por el que obstinadamente nos desangramos.

Hemos de ser conscientes de que estamos llamados a la vida, una vida que hemos de favorecer y cuidar, por la que debemos velar y que tenemos obligación de proteger.

El paso siguiente será asistir al despertar de nuestra sensibilidad y empatía para descubrir las hemorragias y muertes ajenas y, como Jesús, ponernos al servicio de la vida y la salud de los hermanos.

De nosotros, por nosotros y por ellos, brotará un canto de agradecimiento y alabanza, el mismo que el salmista contagia. Somos los que creemos en Dios, fuente y origen de la vida plena y verdadera.