BAUTISMO-C

sábado, 1 de enero de 2022
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3 comentarios:

Paco Echevarría at: 01 enero, 2022 19:15 dijo...


EL PREDILECTO

La misión de Juan Bautista era preparar al pueblo para recibir al mesías. Pero eran tan grandes los deseos de la gente que muchos empezaron a creer que era él. Consciente de su papel, no dudó en afirmar que ni era el mesías ni se le parecía. “Yo bautizo con agua (limpio los pecados para prepararle un pueblo bien dispuesto); él os bautizará con Espíritu Santo y fuego” (os dará una nueva vida y os transformará radicalmente). ¡Qué lejos está del protagonismo, la gran tentación de los enviados! Ver la necesidad, poner remedio y desaparecer para dejar que la vida siga su curso. En eso está la verdadera grandeza de los elegidos. Su miseria es pretender eternizarse. Y también su necedad, porque es de necios sentirse indispensables. Sólo Dios es Dios y, cuando un hombre come de la fruta prohibida -cae en la tentación de creerse dios-, sólo logra verse desnudo frente a sí mismo y frente a los demás. Reconocer los propios límites no ha de ser motivo de tristeza y frustración, sino, al contrario, porque es signo de extraordinaria grandeza de ánimo.

Jesús va más allá. Él era el esperado, pero actúa como uno más: se bautiza en un bautismo general, confundido con la gente del pueblo -no hay vergüenza en ello, sino honor- y se retira a orar, como todo el que necesita el auxilio divino. Pero el cielo se abre, el Espíritu desciende sobre él y una voz misteriosa lo proclama Hijo Amado de Dios. El profeta lo había deseado -¡Ojalá rasgaras el cielo y bajaras! (Is 64,1)-. Y el deseo se había visto al fin cumplido. El signo -la paloma- y la palabra -mi Hijo predilecto- se unen para mostrar al mesías. Más tarde él explicará su misión al aplicarse otro texto de Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí. Me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres. Me ha enviado a rescatar a los cautivos, a devolver la vista a los ciegos, a liberar a los oprimidos y a proclamar el año de la gracia, el perdón de los pecados”. En adelante toda su vida -sus obras y sus palabras- no será sino un exacto cumplimiento de esta tarea.

Piensan algunos que el Evangelio es agua pasada y que los tiempos piden otras doctrinas y otro mensaje. Yo me pregunto si es cosa del pasado que los pobres reciban la alegría, que los hombres sean liberados de sus esclavitudes, que los espíritus confundidos vean la luz y que los humillados por sus debilidades y errores se sientan perdonados. Seguimos necesitando al Mesías que nos despierte de nuestra somnolencia y nos devuelva la ilusión de un futuro mejor. Él ha cruzado el río delante de nosotros y, desde la otra orilla, nos invita a seguir sus pasos sin miedo a las turbulencias. Jesús no es cosa del pasado porque es la voz de la esperanza.

Terminadas las pasadas fiestas, nos queda por delante un año entero para vivir, día a día, con el espíritu y el mensaje que él anunció, conscientes de que ser sus discípulos no consiste tanto en repetir sus enseñanzas cuanto en vivir conforme a ellas.


juan antonio at: 08 enero, 2022 10:44 dijo...

En esta semana debemos de considerar, por una parte qué significó el Bautismo de Jesús y qué significa nuestro Bautismo.
Es una celebración que está en la frontera del tiempo de Navidad que termina y del mal llamado Tiempo Ordinario que empieza.
En el Bautismo de Jesús, éste como tal tiene poca importancia, tan poca que ni siquiera se relata, sino que “”en un bautismo general, Jesús también se bautizó””, y el rito de Juan entrañaba algo más como confesar los pecados y desnudos se hacía la inmersión en el agua, en el Bautismo de Jesús, lo importante es la manifestación de Dios, la manifestación divina en su plenitud: el Hijo que bautizado estaba orando, el Espíritu que desciende sobre Él ungiéndolo y el Padre que lo proclama a su Hijo, el amado, el predilecto, la Trinidad dándose a conocer, la manifestación de Dios, uno y trino, para que el Hijo inicie la obra encomendada por el Padre, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, la salvación de los oprimidos y humillados, el anuncio y la realización del Reino de Dios.
Podíamos decir que se hace pública la identidad de Jesús, hasta entonces en una vida oculta de treinta años
De nuestro bautismo, al menos la mayoría, no sabemos a penas quienes fueron los padrinos y poco más, por esta costumbre de bautizar a los pequeños siendo bebes, asumiendo unas personas extrañas, por muy cercanas a nosotros que sean, pero no yo, nuestra responsabilidad de la iniciación en la fe, iniciación que se da más tarde pero que entiendo o al menos por mí, que vivimos o vivo poco mi bautismo y es lo más importante de nuestra vida la filiación divina, Dios conmigo, con nosotros, Dios que entra en mi vida y también soy su hijo amado en unión del Hijo y de la unión del Espíritu que me llena.
El cristiano, da por hecho su bautismo, siendo una vez al año en la celebración Pascual, donde renovamos los compromisos bautismales y basta.
Esta fiesta debe ser un motivo de interpelarnos sobre mi bautismo, mi vida de cristiano, sobre mi participación en la comunidad de seguidores de Jesús, de ver mi identidad y hacerla vida en mi día a día.
“Este es mi Hijo, el amado, el predilecto”, pues tú, yo, nosotros, igual.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a vivir conscientemente nuestra vida de hijos de Dios, AMEN

Maite at: 08 enero, 2022 21:47 dijo...

No es difícil reconocer en el siervo de Isaías a Jesús: el elegido, el amado, en quien reposa el Espíritu, con una misión muy concreta de liberar, iluminar, salvar… Y hacerlo sin imposiciones ni dureza, con firmeza y suavidad.

También Pedro reconoce en Jesús al amado del Padre, lleno de la fuerza del Espíritu, que en virtud de ella y ese amor pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo.

También Jesús fue bautizado por Juan, como uno de tantos y entre todos ellos, pero su experiencia de Dios le marcó profundamente y dirigió sus pasos en adelante. Y lo hizo de una forma y con un estilo muy marcado. Solo transforma con su vida y sus palabras quien ha sufrido a su vez una fuerte transformación, y solo la sufre quien toma consciencia de ser amado profunda e intensamente, de forma incondicional. Jesús se supo hijo y aprendió a llamar a Dios padre. Y se sintió lleno del Espíritu, llevado y movido por él, urgido y empujado.

Para saber quién es el cristiano basta mirar a Jesús: el que ora y en el encuentro profundo y frecuente con el Padre se reconoce como hijo amado en quien habita el Espíritu. Y desde ahí es empujado a entregar la vida procurando la liberación, la curación y la iluminación de los demás, sobre todo de los que más lo necesitan. Siempre cogido de la mano por quien le ama, sin gritar, sin vacilar ni quebrarse.