DESCARGAR
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
Copyright © 2010 Escucha de la Palabra Design by Dzignine
Released by New Designer Finder
3 comentarios:
LA TENTACIÓN (Lc 4,1-13)
La tradición decía que Israel, en el desierto, había sufrido tres grandes tentaciones: el hambre, la idolatría y la desconfianza en Dios. En los tres casos sucumbió. El Mesías, en el desierto, sufre las mismas tentaciones, pero sale airoso de ellas. Así comienza el tiempo de Cuaresma. Se nos recuerda que la tentación es parte de la vida, que ningún nacido de mujer se libra de ella y que no es humillante la experiencia de sentir la propia debilidad, si bien es importante estar alerta para no dejarse engañar con buenos argumentos -el tentador utiliza incluso la Palabra de Dios para seducir-.
La primera tentación es la de convertir las piedras en pan. La dureza del camino, las necesidades legítimas, la conveniencia puede ser un buen argumento para olvidar que la Palabra de Dios es el primer alimento. Jesús es tentado de ignorar la Palabra -el mensaje que tenía que anunciar- y acomodarla a sus intereses y conveniencia. Sucumbe el hombre a esta tentación cuando sacrifica la verdad para satisfacer intereses personales. Es la tentación de quienes sacrifican la verdad en el altar de la riqueza.
La segunda tentación es un espejismo: se le promete todo el poder mundo. El tentador reconoce que ese poder le ha sido dado y miente cuando afirma que puede disponer de él a su antojo. Engañado y engañando reclama ser tratado como un Dios. Es el espejismo de los poderosos. Sucumbe a esta tentación todo el que gasta su vida en escalar el primer sitio -el que le sitúa por encima de todos los demás-. Es un espejismo estúpido y ya Daniel puso de relieve su inutilidad con la imagen del ídolo con pies de barro. Es la tentación de quienes lo sacrifican todo al dios-poder.
La tercera tentación tiene lugar en el templo. Jesús siente la necesidad de pedir una prueba del favor del Padre. Es la tentación que brota de la desconfianza, de la duda. Israel, en desierto, llegó a preguntarse: ¿Está o no está Dios con nosotros? Es la tentación más peligrosa y afecta de modo especial a los que sacrifican su vida por los demás. La sufren quienes dudan de la eficacia o utilidad de su entrega. Es la tentación de sacrificarlo todo en bien del éxito.
Las tres tentaciones reflejan tres situaciones genuinamente humanas y reflejan tres modos de entender la existencia: el de aquellos que ven en la riqueza el sentido de la vida y no dudan en sacrificar a ella todos los valores; el de quienes lo centran todo en el poder -del tipo que sea- y viven permanentemente en el espejismo de creerse dioses; y el de quienes no soportan la idea de haberse equivocado y viven en la ansiedad de alcanzar el reconocimiento y el éxito. Riqueza, poder y prestigio. El Mesías, guiado por el Espíritu, tenía que soportar la prueba para mostrar el error que supone sucumbir ante el ídolo del poder económico, político o social que, como Saturno, es un dios cruel que termina devorando a sus propios siervos.
Francisco Echevarría
CUARESMA
Hemos iniciado el pasado miércoles un nuevo tiempo litúrgico, entre todos los tiempos que la Iglesia nos propone a lo largo del año para que interioricemos los misterios de nuestra relación con Dios y nuestra relación con los hermanos y vayamos, lo digo una vez más, conformando nuestra vida al Evangelio.
Esta semana el pasaje evangélico nos propone a nuestra reflexión las tentaciones de Jesús, que vuelto del Jordán este mismo Espíritu lo fue llevando por el desierto durante cuarenta días, donde fue tentado por el diablo.
La persona humana como Jesús no se verá libre de tentaciones, y Jesús las tuvo durante toda su vida, pues el final nos dice que “ el diablo se marchó hasta otra ocasión”, es decir convivió con las tentaciones.
Hablar de tentaciones, de ser tentado, no nos debe de preocupar, pues es propio del hombre, lo que nos debe preocupar es cuál es nuestra decisión ante una tentación, que no es más que la proposición por el maligno de algo malo como bueno, esto nos lleva a estar debidamente formado en la fe y en la moral, a ser persona de carácter y discernir en ese momento nuestra actitud y con la fortaleza del Espíritu Santo, saber elegir y rechazar con su ayuda la tentación como pedimos en el Padrenuestro “no nos deje caer en la tentación”
El pasado Miércoles en el que se nos imponía la ceniza que como nos dice la hoja nos recuerda nuestra condición humana, se nos proponía la oración, el ayuno y la limosna, o lo que puede ser, la relación con Dios, la relación con nosotros mismos y la relación con el hermano: son tres aspecto de nuestra vida a tener en cuenta y por ello ir corrigiendo, poco a poco, sin prisa pero sin pausa:
---qué nos aleja de nuestra relación con Dios, qué tiempo le dedicamos en verdadero dialogo y contemplación;
---que nos aleja de nuestra relación con nosotros mismos, de que debemos ayunar y no sólo de pan;
---cómo está nuestra relación con los hermanos, cómo está nuestro compartir.
Tiempo de estar en el desierto, que como nos dice la hoja, no es más que tener la presencia de Dios en nosotros a lo largo del día, tenerlo como compañero, como amigo que camina con nosotros: como hizo con los discípulos de Emaus.
Quiero terminar con un párrafo de S. Juan Pablo II de 1984: “”La Cuaresma es un tiempo especialmente dedicado a la penitencia, a la oración, a las obras de caridad y al sacrificio de uno mismo mediante el fiel cumplimiento del deber propio””, y quiero resaltar el último párrafo que entiendo lo comprende todo.
No tenemos que hacer grandes cosas, pero sí, como debemos hacer cada día y en todo tiempo, revisarlas al final de la jornada, y en este tiempo más aún, para empezar una conversión de nuestro corazón cada día.
Esto es tan importante, hoy y siempre, pues sin este examen, nos quedaríamos planos, sin vida, ya que todo sería igual ayer y mañana como hoy.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra ayúdanos a decir ¡AMEN!
Comenzamos este tiempo cuaresmal inmersos en el estupor, el miedo y la preocupación por la guerra en Ucrania. No es el único conflicto armado, pero sí el más cercano y el que percibimos como más amenazante. Y nos recuerda, con inusitada crueldad, hasta dónde llevan la tentación del poder, del dominio sobre los demás, de creernos como dioses...
El pasaje de las tentaciones de Jesús nos invita a contemplar, una vez más, cómo, entre ellas, está la de manipular a Dios. Jesús nos ha invitado a seguirle, a escucharle, a aprender de sus enseñanzas. Hemos aprendido de él el amor hasta el extremo, el que da la vida por los demás hasta la muerte, y una muerte de cruz. La paz está en nuestras manos, a nuestro alcance. Es nuestra conquista y nuestra tarea; nuestra obra y nuestra misión. Somos bienaventurados cuando trabajamos por la paz, ¿lo recordamos? La paz no viene de arriba; la construimos desde abajo y a base de gestos pequeños, constantes, poniéndonos a nosotros mismos en el último lugar.
Este año nuestro camino cuaresmal es, qué duda cabe, un camino de paz; paz con nosotros mismos y en nuestras familias; con los de cerca y los de lejos. De tal forma que elevemos al cielo unas manos limpias de ira y división, al decir de Pablo, y hagamos camino para la paz en Ucrania, en todo el mundo, en todos los corazones.
Publicar un comentario