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sábado, 13 de agosto de 2022
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3 comentarios:

Paco Echevarría at: 13 agosto, 2022 08:59 dijo...

EL NÚMERO DE EL NÚMERO DE LOS SALVADOS
(Lc 13,22-30)
En tiempos de Jesús, el número de los que iban a salvarse era un motivo de preocupación. Sobre este tema había dos posturas extremas. La doctrina oficial contenida en la Misnah decía que todo Israel tendría parte en el mundo futuro. Sólo estarían excluidos ciertos pecadores en materias especialmente graves. Los heterodoxos, por el contrario, creían que el mundo futuro iba a traer consolación para unos pocos y tormento para muchos. Detrás de la primera postura está la idea de la elección: para salvarse – venían a decir– sólo es necesario pertenecer al pueblo de Dios; detrás de la segunda, está la idea de la responsabilidad moral del hombre. El problema es que ambas conducen a la pasividad: si todos se salvan ¿para qué preocuparse? Si se salvan sólo unos pocos ¿para qué esforzarse?

Cuando plantean a Jesús el tema, él elude la respuesta y se limita a decir que no es el número lo que importa, sino el entrar en el Reino. Saber el número de salvados no resuelve nada. Lo que verdaderamente importa es saber la manera de conseguirlo. Y sólo hay una forma: con el esfuerzo. La metáfora de la puerta estrecha es una forma gráfica de decir que no hay que posponer la decisión de convertirse. Si se deja para el último momento puede ocurrir como en las aglomeraciones de última hora: que sólo entran unos cuantos.

La verdad es que resulta chocante hablar de esfuerzo y de puertas estrechas en una cultura como la nuestra donde la técnica todo lo hace fácil y donde la comodidad y el bienestar son valores predominantes. Pero así son las cosas. El reino de Dios es un regalo del cielo frente al cual el hombre ha de asumir su propia responsabilidad. Las palabras de Jesús vienen a decir que no es suficiente con estar bautizado y llevar una vida religiosa fiel. Cuando se cierra la puerta del banquete sólo participan los que se han esforzado por estar dentro. De nada sirve haber escuchado la palabra. Sólo el que la hace suya y vive de acuerdo con ella logra pertenecer al grupo de los comensales.

La sorpresa llega al final cuando se descubre que entran primero los que no tenían entrada, mientras que los que estaban tan frescos con su entrada en el bolsillo son los últimos en acomodarse. Ni que decir tiene que Jesús está hablando de los judíos y de los paganos. Pero sus palabras son perfectamente aplicables a nuestro tiempo. Son un aviso para, fiándose de su suerte, olvidan la exigencia y el compromiso. El evangelio propone un difícil equilibrio entre el don y el mérito: la salvación es un regalo –Dios prepara el banquete– que el hombre ha de aceptar acomodando su vida a sus exigencias y valores –hay que entrar con el vestido de fiesta–. Cuando se pierde este equilibrio se caen en posturas extremas que o anulan el don o anulan la libertad.

juan antonio at: 15 agosto, 2022 19:03 dijo...


Jesús sigue su camino y sigue enseñando a los discípulos y del pasaje de este domingo, en primer lugar hay que destacar que Jesús en su camino a Jerusalén

“”recorría ciudades y aldeas enseñando””
Ese camino no era un ir de turismo, descansado, haciendo parada en visitar esto o aquello, no, recorría ciudades y aldeas enseñando, es decir estaba en continua actividad ante la que nos debemos interpelar sobre nuestro caminar como seguidor de Jesús, qué hago, qué enseño con mi palabra y mi vida, socorro las necesidades que me encuentro, acompaño, ayudo……. O me quedo en mi relajada vida piadosa: ¿qué me preocupa en mi vida de cristiano? Ahí lo dejo.

Ante la pregunta que le hacen, Jesús responde, pero no con el número de los que se salven, sino cómo me tengo que salvar:

“”esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os aseguro que muchos intentarán entrar y no podrán””

Porqué nos dice Jesús eso?, pues sencillamente porque para entrar por esa puerta tenemos que trabajar en nosotros mismos para dejar todas las cosas inútiles, las cosas superfluas, las cosas que no conducen al Reino y de las que aún no nos hemos enterado y esto no solo para los de a pie sino para los de arriba y para la Iglesia en sí, todos tenemos que luchar, como nos dice Mt 11,12 (B. Latinoamericana) “” Desde Juan el Bautista hasta ahora el Reino de Dios se alcanza a la fuerza y solamente los esforzados entran en él”, tenemos que trabajar nuestras propias actitudes y renunciar a todas las vanidades que llevamos por delante, a todas las cosas vacías de evangelio, a todas las cosas que son impropias de un seguidor de Jesús y que se dice que trabaja por el Reino, porque? porque rezo Rosarios…..., porque voy a Misas….., porque me desprendo de la calderilla y……. ¿he vestido al desnudo, he dado de comer al hambriento, he visitado al enfermo o encarcelado, he acogido al inmigrante, me he interesado por ellos y sus vidas, pues esa es la tarea a que nos llama Jesús para entrar por la puerta estrecha y no es que aquello sea malo, no, lo que solo no es bastante.
Por eso tú y yo y yo y tú salgamos por “”las ciudades y aldeas”” por las calles, por la puerta de tu parroquia y enterate de cuanto sufrimiento y dolor está lleno el mundo, tu ciudad, tu barrio….. y entonces cumpliremos con ese esfuerzo que redundará en mi y, sobre todo, en el hermano, “”fortaleced las manos de los débiles””, nos dice la Carta a los Hebreros.
“”Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera….”
Jesús vuelve a insistir en la vigilancia, pues un constructor del Reino no puede relajarse, porque malgastamos el esfuerzo empezado, miremos adelante y miremos ese futuro tuyo y de todos.

“”y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur y se sentarán a la mesa en el reino de Dios””
No se excluye a nadie, todo el mundo cabe en el Reino, sea de donde sea, todos somos hijos de Dios y a todos se nos da el Evangelio para que tengamos la Vida en Plenitud y para que luchemos por todos y compartamos la universalidad de la Vida.

“”Hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos””
Es un dicho enigmático de Jesús y entiendo que se refiere a que nuestras actitudes tendrán que ser puestas en acción, en cada momento, desde la humildad, esto es, unas veces poniendo a trabajar “nuestros talentos”, “nuestras capacidades” tendremos que estar donde nos corresponda, el primero, pues el primero, y en otras nos tendremos que retirar porque no alcanzamos a desarrollar lo que se nos pide, es decir desde la humildad ni renunciar a trabajar ni ser presuntuoso cogiendo el primer puesto porque sí, siempre desde la humildad, que como ya he dicho, la definiría como la verdad.

Santa María, madre de Dios y Madre nuestra, en la festividad de tu Asunción a los cielos, acogenos y ayúdanos a decir ¡AMEN!

Maite at: 20 agosto, 2022 18:54 dijo...

Como en tiempos de Jesús, también ahora hay quienes se preocupan bastante por la salvación ajena. Eso sí, creyendo que la suya está asegurada. Olvidan, o tal vez, olvidamos, que no se trata de “comer y beber” con el Señor; de tener muy claro que “tú has enseñado en nuestras plazas”, creyendo que porque se ha escuchado se ha puesto por obra automáticamente.

Mucho tiempo antes, Isaías ya tenía clara la intención de Dios de acoger a todos, de todas las naciones, aunque hace un matiz importante: “Conociendo sus obras y pensamientos”. Y es que Dios ofrece su salvación a todos, de todas partes. Todos somos para él elegidos, amados; y a todos invita a su mesa, a todos llama. Pero responder, acoger esa llamada, está en cada cual, y para eso hace falta entrar por la puerta estrecha.

Al hilo de las palabras de Jesús, parece que entrar por la puerta ancha no supone mucho esfuerzo. Sería “obrar la iniquidad”. Pero seguir sus pasos, asumir obrar como él, sí lo supone, y mucho. El esfuerzo de nadar contracorriente, de situarse de cara al viento, de navegar sin motor, de correr cuesta arriba; con sol o a la luz de las estrellas, pero también a oscuras, bajo una tormenta o en medio de la bruma. Solo o en compañía. Comprendido o repudiado por todos.

También implica “soportar la prueba” a que se refiere la Carta a los Hebreos, porque “Dios nos trata como a hijos”. Una corrección que, asumida, da su fruto.

Seguir a Jesús siempre será cuestión de entrar por la puerta estrecha, pero todo enamorado lo hace. Y no es cuestión de unos días. El camino dura toda una vida. Por eso el amor se renueva de día en día, alimentado y avivado en la hoguera del amor de Jesús.