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Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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3 comentarios:
¿NECESITAMOS CAMBIAR O ESTAMOS EN EL BUEN CAMINO?
Creo que sí pues nos preocupamos mucho de seguir las pautas de la tradición y muy poco del ejemplo de Jesús… ¿Por qué?
Porque Dios, desde el comienzo de los tiempos, nos mostró el verdadero camino del Reino… ¿Lo seguimos?
Él, a pesar de nuestros errores, nos cuida y guía, lo hacía con la ayuda de los profetas y después encargó esa misión a la Iglesia.
Aquellos anunciaron la venida del Mesías, lo encontramos en Mateo 1, 23: [He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y se le pondrá por nombre Emanuel, que quiere decir: “Dios con nosotros”.]. También en Isaías 9, 6: [Porque nos ha nacido un niño, nos ha sido dado un hijo que tiene sobre los hombros la soberanía y que se llamará Consejero, Dios fuerte, Padre sempiterno, Príncipe de la paz.].
En Isaías 40, 3 encontramos el anuncio de la venida del precursor, Juan “El Bautista”: [Una voz grita: Abrid caminos a Yavé en el desierto, enderezad en la estepa una calzada a vuestro Dios.].
Unos siglos después, las profecías se cumplieron, el “Plan de Dios para las personas” siguió su curso y, cuando maduró la siembra realizada, el proyecto divino comenzó su andadura.
Juan “El Bautista” “decía y hacía” pero la sociedad no y se retiró al desierto para vivir con rectitud sus principios y evangelizar. A quienes se acercaban les hablaba de la necesidad de arrepentirse, cambiar el comportamiento, confesar los pecados y de bautizarse si creían en la venida del Reino. Sus palabras fueron un punto de inflexión para muchas personas y, en un gesto enorme de humildad, les dijo que él sólo bautizaba con agua pero después vendría “el más grande” y Él los bautizaría entonces con el Espíritu Santo.
Hubo personas que no creían pero se acercaron a bautizarse para salvarse, él los consideró oportunistas y les comunicó que recibir el agua no era suficiente pues tenían que convertirse de verdad y después vivir a diario haciendo el bien. Para que lo entendieran mejor les recordó que los árboles, cuando no dan fruto son talados y, siguiendo su ejemplo, quienes no cambien de verdad tampoco serían respetados y el que vendría tras él se encargaría de separar la mies de la paja para quemar lo inservible.
La Iglesia sigue proponiendo “rectificar el rumbo para vivir la espera con esperanza” pero, desde hace algunos años, me vengo planteando… ¿Creemos en lo que Juan hacía y proponía?
Él se retiró al desierto y allí vivía “diciendo y haciendo”, les mostraba su disconformidad con las tradiciones del judaísmo y ellos cambiaban pero muchos cristianos seguimos anclados aún en las tradiciones y practicando el “decir y no hacer”, lo contrario de lo que hacían Juan y Jesús. Por eso me planteo: Juan pedía arrepentimiento y cambio a quienes deseaban bautizarse pero ahora se bautiza a las personas con días o meses… ¿Es correcto lo que se hace?
Opino que no pues quienes lo reciben así no han cometido errores, no tienen de qué arrepentirse ni capacidad para aceptar o rechazar el sacramento y, lo más ilógico, que la aceptación la den los padrinos, personas que sólo intervienen para cumplir con los requisitos que ha establecido la Iglesia y después qué…
Pablo nos recuerda lo importante que es la Biblia para los cristianos, está en Romanos 15, 4: [Todas las Antiguas Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra, de modo que entre nuestra paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza.].
Deseo y espero que algún día la Iglesia haga lo que está en la Biblia y abandone las tradiciones.
Este domingo contemplamos la figura de Juan Bautista, el que prepara los caminos del Señor y allana sus senderos. Después, Jesús se apartará sensiblemente de su predicación y su estilo de vida; pero siempre le admirará profundamente.
Como Juan, la Iglesia y cada cristiano, tiene la misión de preparar los caminos del Señor y allanar sus senderos; nunca hacerlos más abruptos y difíciles, nunca enfangarlos o llenarlos de piedras haciéndolos intransitables. Vea cada cual cómo lo hace.
La dirección a la que apuntar, la meta a alcanzar la dibuja Isaías al modo de un bellísimo poema, casi una hermosa canción; una escena de plena armonía entre todos los seres vivos, donde los depredadores más temibles se hacen compañeros de juegos de los cachorros más vulnerables.
También el salmista aporta su grano de arena al cantar la justicia y la paz que nacen del amparo de Dios por los más pequeños, los pobres, los desamparados, que dejan de serlo bajo su protección y cuidado.
En nuestra tarea de preparar los caminos y allanar los senderos del Señor, Pablo nos recuerda la actitud reina del Adviento: la esperanza, revestida de paciencia y consuelo, como los de Dios mismo. Y nos invita a tener, entre nosotros, los mismos sentimientos de Cristo y a acogernos mutuamente.
Este revestirse de Cristo, ser otro Cristo, ¿no allana el sendero que lleva hacia él mejor que ninguna otra cosa? Para ello no basta un bautismo de agua, de conversión; hace falta el bautismo del Espíritu Santo y el fuego, el que nos transforma en una criatura nueva. Así toda nuestra vida y caminar se gastarán en allanar los senderos del amor, la justicia y la paz para los demás.
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