DESCARGAR
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
Copyright © 2010 Escucha de la Palabra Design by Dzignine
Released by New Designer Finder
3 comentarios:
Este domingo seguimos contemplando la figura de Juan que, en este pasaje, tiene muy claro su papel de precursor, de facilitador. Hace falta mucha humildad de la buena, de la mejor, de la que Santa Teresa entendía como “andar en verdad”, para aceptar, de por vida, ese rol de segundón. Pero Juan, que no siempre tuvo las cosas tan claras, escuchaba y observaba con detenimiento y, cuando no era capaz de sacar sus propias conclusiones, preguntaba.
Cuando está seguro, da testimonio y acaba convertido en mártir de la misma verdad que ha guiado y configurado toda su vida. Y no vacila en dejar marchar a sus propios discípulos en pos del que viene detrás, aceptándolo como una transición natural; consciente de que su propio tiempo pasa y amanece uno nuevo.
Juan sabía que no era él la luz, sino quien intentaba abrir camino para ella en medio de las tinieblas. Podía hacer suyas las palabras del salmista: no cerró los labios ante nadie, fiel a la ley del Señor que llevaba en las entrañas.
Pero a Jesús le mueve algo mucho más fuerte que la ley, mucho más poderoso que la trasciende incluso: el Espíritu de Dios. Es lo que Juan ha visto en él. Y lo que nos distingue, o así debería ser, a los cristianos, a quienes decimos seguirle.
Vive en nosotros la misión de Juan de preparar los caminos del Señor y dar testimonio de él; de menguar mientras él crece. Vive en nosotros el Espíritu de Jesús que nos empuja, transforma y libera para ser otros cristos, Jesús que pasa, ahora y siempre haciendo el bien, siendo luz, amor y paz. Solo hay un camino: seguir sus pasos.
JESÚS, EL ANUNCIADO. JUAN, EL TESTIGO DE LA VERDAD
Isaías también sufrió las consecuencias de la deportación pero él, allí o en Israel, siempre intentó poner paz en los enfrentamientos que había. Unos defendían que el mensaje debía estar dirigido a todas las personas, sin establecer diferencias entre ellas, pero otros opinaban que eran una raza especial y no debían mezclarse con otros. Él, como todos los profetas, defendió la igualdad, el Señor se lo reconoció y lo premió, le encargó misiones importantes.
Pasaron los años y Jesús apoyó los planteamientos propuestos por los profetas pero también les aconsejó que, en algunos casos, era mejor dejar de cumplir algún precepto del judaísmo porque era más importante no hacerlo.
Lo expuesto nos confirma que nada es eterno pues todo está sometido a un proceso evolutivo natural que actúa de manera lenta e invisible y desemboca en un cambio. Las personas también estamos afectadas por esa realidad y no nos equivocaremos si afirmamos que, a veces, son buenos para que todo mejore. Esa es la esencia del Bautismo y por eso se aconsejaba a quienes deseaban recibirlo que dejaran atrás las costumbres viejas para comenzar a dar mejores frutos… ¿Nos hicimos ese planteamiento al recibirlo?
Jesús, hasta que recibió el Bautismo, convivió en un ambiente en el que conoció la problemática de la familia, la sociedad, la religión y los poderes públicos. Cuando acabó el aprendizaje caminó hasta el Jordán, se acercó a Juan y le pidió el Bautismo. Juan no lo había visto nunca pero lo reconoció y dijo de Él, a quienes estaban presentes en ese momento, las palabras que lo identificaban como el Mesías. Las encontramos en JUAN 1, 29: [Al día siguiente ve a Jesús venir hacia él y dice: He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.].
¿Por qué las pronunció?
Como algunos decían que el Bautista era el Mesías, cuando lo vio venir hacia él, no dudó en proclamarlo como el anunciado y esperado por el pueblo y así no habría más confusión pues a él sólo le había correspondido el gran honor de proclamarlo.
La escena del Bautismo nos muestra lo que debemos hacer como cristianos: Arrepentirnos de los errores cometidos en el pasado, manifestar el deseo de abandonar nuestro comportamiento equivocado; recibir el agua y abrir nuestro corazón al Espíritu Santo para que nos guíe.
Pablo, ejemplo de evangelización, también los animaba a cambiar y a dar testimonio llevando a todos la gracia y la paz del Señor.
Ahora estamos acostumbrados a presenciar escenas en las que las personas no siguen a Dios como lo hicieron Isaías, Juan y Pablo… ¿Por qué?
Porque ellos no actuaron empujados por el oportunismo del momento, no buscaron el triunfo o el enriquecimiento personal, no dudaron, sí proclamaron la verdad y denunciaron la injusticia.
En nuestros días, también podemos comprobar que muchas personas bautizadas tienen comportamientos contradictorios. Se da en quienes manejan los hilos de la economía, si sólo se preocupan de obtener una buena rentabilidad para ellos; de la política, cuando no tienen inconveniente en prometer hoy una cosa y mañana hacer la contraria; de la demagogia, cuando proponen respetar a los animales y las plantas pero también se muestran partidarios del aborto o permiten que en los programas basura de TV la intimidad de las personas no sea respetada o, cómo no, si son muy respetuosos con las creencias religiosas importadas (postura correcta) pero no con la cristiana (acción incorrecta)…
...Y el Espíritu que lo hace todo posible (III)
Porque yo sola no puedo, y si me lo empiezo a creer mejor sería que agachara la cabeza y volviera sobre mis pasos como el hijo pródigo. Estos días sigo pensando en el Bautismo de Jesús y en el mío propio. Y ahora ya no lo veo como un acontecimiento aislado que ocurrió en el pasado, sino como una promesa de fe que se renueva día a día y pasito a pasito, con la ayuda del Espíritu, que lo hace todo nuevo.
Es hacerme cargo de esa Luz que otros encendieron por mí cuando era pequeña, y comprender que Dios hizo al ser humano para brillar. Si miro hacia atrás, creo que hay épocas en las que he vivido confundida, con esa luz casi apagada y a la sombra de las luces de otros: participando en celebraciones, reuniones de grupos, voluntariado...todo muy aparente, pero sin dejar que Él hiciera su verdadero trabajo en mi interior. Corriendo el riego de hacer el bien que yo quiero, y no el que Él desea...
Asumir mi Bautismo, el deseo de ocupar mi lugar de hija, de seguir a Jesucristo, conlleva abrir mi corazón y ponerlo en manos del Espíritu, y dejarlo hacer, confiar… Que sólo hay una Fuente que calma mi sed, que enciende mi luz… A veces esta luz servirá para alumbrarme a mi misma y poder decir...”mírame, Señor, si quieres puedes levantarme, perdonarme… aquí estoy para hacer Tu voluntad”; y otras veces para iluminar con ella a otros, y dejar que su luz brille con más fuerza que la mía (como hizo Juan con Jesús en el Jordán…).
...Pero a veces, tengo dudas… ¿se puede ser seguidora de Jesús, hacer el bien, y no desear ser partícipes de ese Espíritu que el nos entrega y regala, si se lo pedimos, viviendo en la sombra iluminados por las luces de otros?
Publicar un comentario