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Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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3 comentarios:
Esta semana las lecturas nos traen alegría, felicidad, dicha…… desde la esperanza del resto de Israel, pasando por el canto del salmo y del apóstol sobre los débiles hasta esa cascada de felicidad que nos da en las llamadas Bienaventuranzas.
Todas esa diez dichas que nos desea el Señor, contradictoria para los que no quieren entender, encuentran su clave, según mi criterio, en el último inciso del comentario a los dos primeros versículos:
Mateo les invita a descubrir los valores del reinado de Dios en las dificultades por las que atraviesan, esas dificultades que la hoja nos dice que son “declaraciones de la felicidad que poseen aquellos que se abren a la acción de Dios o se comprometen en cambiar la realidad: en definitiva podríamos decir que tanto las primeras como las segundas y las dos de propina, tienen un denominador común, la unión con Dios, ahí esta la felicidad, como rezábamos el Domingo, “el Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quien temeré?”
Esa es nuestra dicha en las distintas opciones que nos presenta ese programa tan contrario a lo que el mundo, la sociedad, el ambiente de hoy nos presenta en todos los niveles, sociales, económicos, políticos, de Iglesia, pues no está exenta de esas contrariedades, predicar y no dar trigo como dice el refrán, no dar testimonio.
La dicha no es ser pobre por serlo, no sufrir por sufrir, no pasar….., no, la dicha está en la unión con Dios aún en esas circunstancias que por otra parte nos vacía de todo para llenarnos de Evangelio, de Dios, pues Dios nos quiere libre, digno, sin violencia, con dignidad, misericordioso, con nuestra mirada limpia, trabajadores de la paz y alegres porque damos testimonio: con estas actitudes construiremos el Reinado de Dios en esta tierra y en el más allá, pues los cimientos del Reino están aquí, en la dignidad de la persona humana y en la coronación de nuestra vida terrena.
El principio del último párrafo del contexto nos dice:
“”Dios ama a los pobres. Por eso no quiere pobre.””
Esto es cierto?, porque si fuera cierto no seríamos cristiano si en el mundo sigue habiendo pobres, por la sencilla razón de que estamos equivocando todo lo que se nos dice en este programa, no estamos construyendo nada, nos estamos enrocando en nosotros mismos con nuestro poco o mucho y los demás…. pues que sufran y nos engañamos asistiendo a cultos, sacando procesiones, haciendo imágenes, llenándolas de oro, plata y piedras preciosas, nos damos muchos golpes de pecho…….., todo lo que queramos, pero no hemos entendido nada: vaciate y llénate de Dios y de los demás: como está al final del evangelio de Mateo “venid benditos de de mi Padre…..”: puede que lo leamos poco y lo entendamos menos.
¿Cuando vamos a ser Iglesia llena de Evangelio, sí, de Evangelio, lo demás lo hemos ido añadiendo, no es malo, pero puede que no sea Evangelio, sino algo nuestro.
Ahí queda eso.
Señor, no en vano pusiste como primera dicha nuestra la opción por la pobreza, la austeridad, la solidaridad, pues entiendo que es la madre de las demás pues si soy rico voy a tener la mirada limpia, voy a ser misericordioso, voy a luchar por la paz voy a sufrir por lo que creo…...
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a decir ¡AMEN!
Nunca es fácil hablar de las Bienaventuranzas, aunque hayan corrido ríos de tinta sobre ellas y aún queden muchos por correr. La verdad es que solo las entienden los que las experimentan y viven en carne propia, aquí y ahora. Y suelen ser personas pequeñas que irradian, allí donde van y están, precisamente eso, bienaventuranza.
No son tontos, ni ingenuos, ni especialmente piadosos, ni mimados por su historia personal. Son los que Jesús dibuja en el monte: mansos, trabajan por la paz, lloran, son limpios de corazón, anhelan un mundo nuevo y se dejan el espinazo para que así sea en su pequeña parcela de todos los días, son compasivos y comprensivos…
Y han pasado por el crisol del dolor, de la desolación, muchas veces de la enfermedad, de la duda y la incertidumbre, pero han salido fortalecidos, como el oro o los brillantes después de ser pulidos. Sus egos han sido metidos en la olla a presión, a mucha presión, como todos los egos y, en vez de salir de ahí amargados, resentidos y más gordos, han dado a luz un yo auténtico, liberado, limpio y purificado.
Sirven sin esperar recompensa, porque llevan a Jesús en el corazón. Aman a los demás, incluso a los que no les corresponden, porque ven en ellos a Jesús. No necesitan ser los primeros, ni ostentar el poder allí donde están, ni quedar por encima de nadie, porque viven en el centro de sí mismos, que es Jesús, y no les hace falta buscar compensaciones baratas, ni mendigar afectos. Por eso viven las bienaventuranzas como actitudes, como prioridades, con naturalidad, como una segunda piel.
Son capaces de soportar el insulto, la calumnia y la descalificación por Jesús porque se identifican con él, se saben uno con él. Y que Dios siempre ha escogido a la gente baja del mundo, lo que no cuenta, a los más pobres y pequeños para llevar a cabo su obra de salvación para todos.
LAS BIENAVENTURANZAS. PARA CAMINAR RECTOS
Percibimos, a diario, el deterioro creciente de las relaciones nacionales e internacionales y que éstas nos generan unas consecuencias que todos sufrimos, sobre todo, los más débiles. Estas evidencias ocurren pero Dios nunca las ocasiona -aunque haya opiniones contrarias- porque desea que seamos libres y que vivamos felices y en paz pues el tiempo nos enseña que cuando se recorta la LIBERTAD, o se pierde, la actuación humana genera lo contrario: Injusticia, opresión, infelicidad, sufrimiento… Él siempre impulsa la corrección de los problemas, lo comprobamos en Sofonías, él nos ayuda a mirar en el pasado bíblico y así comprobamos qué ocurrió en Judá con Manasés. Sus decisiones ocasionaron la decadencia moral y espiritual del pueblo, se implantó la opresión, reinó el caos y el rey fue encarcelado por el invasor. Allí meditó, se arrepintió, pidió perdón al Señor, se lo concedió y de nuevo gobernó en Judea. Lo ocurrido a este rey demuestra que si las personas respetan las leyes de Dios son felices y si las incumplen sufren las consecuencias de sus actos, que el Señor nos perdona si hay arrepentimiento sincero y que nunca nos da la espalda.
Con diferentes formatos Dios continuó manifestándose para guiarnos. En el Sinaí entregó a Moisés los Mandamientos para que supieran qué hacer y qué no. Pasaron los años, vino Jesús y el plan del Señor para las personas siguió su curso.
Jesús, como hombre, se educó en una familia que cumplía los preceptos del judaísmo pero Él enseñaba de manera sencilla y práctica la no violencia, ayudar al necesitado y respetar a todos y todo. Un día, acompañado de los discípulos, subió al monte y les habló de las “Bienaventuranzas”. No lo hizo para darles un conjunto de normas sino para comunicarles el deseo de Dios e invitarlos a vivir de manera diferente en comunidad. Lo harían no acumulando sino compartiendo lo material, el sufrimiento, las alegrías, las injusticias… Luchando para cambiar el sistema mediante un comportamiento positivo ante los acontecimientos que la vida nos presenta, es decir, siendo misericordiosos y de corazón limpio, actuando sin engaños, defendiendo la paz… Advirtiéndoles que ser fieles al Señor puede regalar incomprensión, persecución y pérdida de la vida pero también les habló del premio que recibirían quienes se mantuvieran firmes en la defensa de su mensaje pues el Reino de Dios estaba próximo.
Estos planteamientos, como es lógico, sólo podrán cumplirse si comprendemos que necesitamos empezar por el arrepentimiento de lo que hemos hecho mal, cambiar y pasar a la fase práctica. Han pasado dos milenios… ¿Hemos completado la parte humana del Plan de Dios?
Pablo nos habla de la humildad, la debilidad de Dios… ¿Por qué?
Porque opinaba que el triunfo de sus planteamientos no depende del nivel intelectual de las personas que trabajan para completar su Plan sino que es suficiente con personas normales que lo hagan convencidos, con ganas de ayudar y buena voluntad.
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