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Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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EL ESPÍRITU DE LA VERDAD (Jn 14,15-21)
Hay en el evangelio de Juan una contraposición entre el espíritu de la verdad -del que aquí se habla- y el espíritu de la mentira -del que se habla en su primera carta- y entre el grupo de los discípulos -que lo han recibido- y el mundo -que es incapaz de conocerlo-. Jesús sigue despidiéndose de los suyos y preparándolos para la separación. Si el domingo pasado los animaba a superar el miedo con la fe, en éste los tranquiliza con la promesa de su vuelta: “No os voy a dejar desamparados: volveré a vosotros”. La condición es que demuestren su adhesión a él con el amor. Éste es el ciclo de la verdad: el amor ayuda a superar el miedo; esto produce sosiego y confianza frente al mundo; la confianza se expresa en el cumplimiento del mandato de Jesús y éste es, a su vez, garantía de la presencia del Espíritu. Las palabras de Jesús son un aviso a los discípulos para que no queden atrapados en el círculo de la mentira.
El mundo del que aquí se habla, no es la humanidad ni el entorno de la creación. Se trata, más bien, de esa entidad instalada en la mentira que es, por ello, enemiga de Dios y del hombre. En la simbología del Antiguo Testamento, es representada por la serpiente que, con engaño, hace que el hombre pierda la inmortalidad y atraiga sobre sí todos los males para escurrirse luego ella misma en la miseria y revolcarse en el polvo.
Hay una lucha -una guerra constante- entre el espíritu de Jesús y el espíritu del mundo, entre la verdad y la mentira, entre la luz y las tinieblas. La confrontación tiene lugar en el seno de la comunidad cristiana y en el corazón de cada ser humano. La vida viene a ser, en último termino, una opción por uno u otro bando. Quien opta por la verdad va poco a poco construyendo su vida sobre ella y, con el tiempo, se encontrará inmerso en un estanque de amor, lealtad, confianza, justicia... Quien opta por la mentira va poco a poco destruyendo todo aquello que le rodea, hasta destruirse a sí, porque se instala en la desconfianza, el temor, la ira, el egoísmo, la avaricia...
¿A qué responde esa opción? No es fácil la respuesta. Una vez más nos topamos de lleno con el misterio de la libertad, ese don tan sagrado y querido por Dios que no priva de él a los humanos, a pesar del riesgo que conlleva. Algunos quisieran sacrificarla en aras de la seguridad. Olvidan éstos que la negación de la libertad lleva inevitablemente al sacrificio de la verdad y, por tanto, del amor. Sin libertad nos vemos privados de los mejores dones. Sólo cabe educar para que seamos capaces de soportar la carga de ser libres. Mi pregunta y la de muchos -al ver a los más jóvenes- es si lo estamos haciendo bien o, por el contrario, hemos devaluado -desvirtuado- un don necesario e inevitable. Ser libre más que un derecho es un reto difícil de afrontar.
6º D, Pascua A 14.5.23
Señor, hoy me pide que guarde “tus” mandamientos, si te amo, hoy me pides mi amor cumpliendo tu voluntad, me pides mi entrega, si reserva alguna, total y absoluta, no hay medias tintas o te amo o te odio, pues el amor no tiene otra medida que vaciarse para llenarse de la persona que se ama.
Mi vida, como reza el salmista (103,15) es como la flor que el viento la roza y ya no existe, soy mayor pero qué es el tiempo en tu presencia,Señor, qué son los años que pasan como el aire y ya estas en la vejez.
Aquí estoy, con mis años, mis faltas, mis amores, porque Tú me enseñaste a amar, desde el pesebre a la cruz, fuiste mi maestro, vida de niño, vida de chaval, vida de hombre en el silencio de Nazaret, el hijo de José y de María, y mayor empezaste por el Bautismo de Juan y a decirle a los hombres y mujeres de tu tiempo y de ahora y de siempre que otra vida es posible, reuniste a un grupo de íntimos, te siguieron mucha gente ávida de tus palabras y milagros, estaban exhaustas material y religiosamente y poco a poco en esos tres años de Profeta itinerante, nos diste el amor del Padre, la Vida del Padre que tenías como Hijo y la fuerza del Espíritu.
Hoy estoy aquí para decirte que pese a todo, con mis dudas, mis fragilidades, mis debilidades, te amo y guardo lo que nos enseñaste, “tus mandamientos” que en la intimidad con los amigos resumiste en “amar como Tú nos amaste” hasta el “”extremo””, cosa que no creo haya llegado y te pido fuerza para ello, que lo viva, que lo viva y lo sienta cada día.
Si me amáis, guardaréis mis mandamientos
El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama
La cuestión está muy clara, te amo si te acepto, te amo si soy como Tú fuiste y eres, te amo si te siento en todos aquellos que Tú decías eran “los hermanos pequeños” y ahora vienes y me dices que no me dejas huérfano, que me das el Espíritu Santo, que vive y está con nosotros, conmigo, que me da la Vida,
Qué más quiero?
Siento tu Espíritu, tu Valedor que has pedido al Padre para mi? O es una pura rutina lo que cada día rezo invocando tu Espíritu:
Tu eres el aliento del Padre y del Hijo en la plenitud de la eternidad,
tu nos ha sido dado por Jesús para que comprendamos
todo lo que Él nos dijo y conducirnos hacia la verdad completa.
Tú eres para nosotros soplo de vida, soplo creador, soplo santificador,
Tú eres quien renueva todas las cosas.
Te pedimos humildemente que nos des vida y habites en cada uno de nosotros,
para que, como seguidores de Jesús,
podamos vivir su evangelio en nuestro día a día.
Señor, a pesar de los años soy un niño, a pesar de mi formación soy un ignorante, a pesar de que digo creer, que digo aceptarte, soy débil y necesito tu ayuda “solo no podéis hacer nada” y qué verdad, Señor.
Gracias por tu presencia a pesar de todos mi pesares, a pesar de todas mis infidelidades, Tú estas a mi lado, ya no hay cuatro huellas de pie en la playa, tu me llevas en brazos, Gracias, Señor porque no me has dejado huérfano.
Gracias, Señor, por todo.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a amar a tu Hijo con el Padre y el Espíritu que se nos da, ¡AMEN! ¡ALELUYA!
AMAR A DIOS Y GUARDAR SUS MANDAMIENTOS
El hombre, en su relación con Dios, debe valorar el concepto que tiene de Él y la práctica de su religiosidad… ¿Por qué?
Como todo cambia con el paso de los años pues el cristiano también necesita revisar su práctica para adecuarla a los tiempos, lo hará analizando el antes y el después de Jesús.
Antes de Él, las personas habían sido educadas partiendo de un planteamiento equivocado, “señor” y “siervo”. Esa visión de la realidad sólo proponía un camino válido, cumplir escrupulosamente la Ley y presentarse a Él cargados de méritos para recibir su perdón porque sólo se ofrecían dos opciones válidas: Dios, la perfección, o las personas y la naturaleza, la imperfección. Si las personas y la naturaleza son obra de Dios éstas no pueden ser imperfectas luego algo fallaba en la relación de la persona con Dios y ese algo pudo estar en el erróneo esquema religioso-tradicional que enseñaron. Jesús cambió esas relaciones con Dios al hablarles del Espíritu, del Hijo y del Padre. Anulada la práctica errónea “siervo-señor” el hombre y la creación fueron elevados a la categoría con que fueron creados.
Ahora debemos olvidarnos de lo caduco y relacionarnos con Dios, como “Padre-hijo”, siguiendo al Jesús bondadoso y misericordioso que fue detenido y crucificado por defender la verdad, la justicia y ayudar a los más débiles o con ese otro que cada persona se inventa para que la conciencia no le moleste.
¿Nuestras relaciones con Dios son de “Padre-hijo” o siguen ancladas en “siervo-señor”?
En Juan 14,15 se nos ayuda a caminar bien: [Si me amáis, guardaréis mis mandamientos.].
Dios entregó a Moisés, en el Sinaí, los mandamientos para que las personas se guiaran con ellos y Jesús, años después, nos enseñó de manera práctica “la remodelación de ese camino” … ¿Por qué?
Porque debemos mejorarlo compartiendo el sufrimiento ajeno, ayudando a las personas para que el hambre se mitigue o desaparezca, defendiendo siempre la verdad, denunciando la injusticia, amando a los demás como a nosotros… Los “caminos humanos” que se nos proponen tienen contenido religioso y otra parte que es turismo, gastronomía o folklore. Si no pasamos estas realidades por el tamiz, ayudados por el evangelio, y después reflexionamos con la intención de comprender la verdad o la mentira que hay es posible que el cristianismo vaya a peor o que Dios intervenga con su poder infinito para que retornemos a verdadero CAMINO.
Un ejemplo de práctica del nuevo concepto de relaciones con el Padre lo enseñaron Felipe y Esteban evangelizando y fueron perseguidos. Felipe huyó de Jerusalén tras la muerte de Esteban para evitar que el Sanedrín acabara con él. En Samaría continuó predicando con fe y realizando acciones sanadoras, fue muy bien recibido por la población, se convirtieron y le pedían el bautismo.
En Jerusalén tuvieron noticias de su trabajo evangelizador, Pedro y Juan lo visitaron, comprobaron los avances que había logrado y salvaron la unidad de la Iglesia que estaba en peligro por las diferencias surgidas entre los “hebreos” y los “helenistas”, oraron por los fieles y éstos recibieron el Espíritu Santo.
El evangelio de este domingo nos recuerda una de las más hermosas noticias que Jesús vino a traer, y es que no estamos solos o, al decir de Santa Teresa: no estamos huecos por dentro. Basta con ahondar, con profundizar un poco para darnos cuenta; y, una vez que somos conscientes, es cuestión de sintonizar la misma onda que esa presencia viva y operante que nos habita, que mora en nosotros, para dejarnos llevar, mover, inspirar. Se trata entonces de vivir y caminar a la escucha; con los ojos abiertos y el corazón atento, con todos los sentidos alerta, porque el Espíritu está ahí y alienta, respira, impulsa y empuja. Pero no puede hacer nada sin mí.
Para Juan, en realidad, solo hay un mandamiento: el del amor de unos con otros. Y una medida: la de Jesús; hasta dar la vida. Esa es la garantía de que él y el Padre nos habitan con el Espíritu, sin cortapisas. Ahí experimentamos que su amor fluye libre en nosotros y se derrama a nuestro alrededor abriendo cauces y regando senderos.
Por eso, cuando Felipe predicaba a Cristo en Samaría y veían allí sus obras de liberación y sanación, la ciudad se llenó de alegría, nos dice el Libro de los Hechos.
El salmista exulta y llama a todos a ver las obras de Dios a favor de los hombres; y quiere contar lo que ha hecho con él.
Y Pablo invita a que, aunque todo vaya mal, pero que muy mal, por fuera, no dejemos de glorificar ahí, en nuestro interior, a Cristo; muerto en la carne, es verdad, pero vivificado en el Espíritu. Siempre vivo, como dirá en otra parte, para interceder en nuestro favor. Siempre con nosotros.
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