DESCARGAR
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
Copyright © 2010 Escucha de la Palabra Design by Dzignine
Released by New Designer Finder
2 comentarios:
EL PAN DE LA VERDAD (Jn 6,51-58)
Son dos los días en que la Iglesia celebra de modo especial la Eucaristía: el Jueves Santo, que conmemora la institución de la misma, y la fiesta del Corpus, centrada en el misterio de la presencia de Jesús. Este año se nos lee un fragmento del discurso del pan de vida pronunciado por Jesús después de la multiplicación de los panes. La gente lo había visto resolver sus problemas y consideró que era el líder que necesitaban, así que decidieron elegirlo rey. Pero no eran esos los planes de Jesús. Por eso se quitó de en medio. Cuando dieron con él, les habló muy claro: “El pan que yo puedo daros -vino a decirles- es el pan del cielo, la vida para siempre. Para eso es necesario comer mi carne, compartir mi vida, asumir mis ideales. Pero no es eso lo que vosotros queréis”. La reacción de la gente fue abandonarlo. Sólo quedaron los Doce.
Fue un momento importante en el ministerio de Jesús. Hasta entonces la gente lo buscaba por su poder. Cuando empieza a plantear exigencias desde su mensaje, le dan la espalda. La pregunta que la Iglesia ha de hacerse en cada momento es: ¿De qué se trata: de tener a las masas con nosotros o de predicar el evangelio de Jesús, aunque eso signifique quedarse en cuadro? Viendo el modo de actuar de Jesús, la respuesta parece evidente. Y es que, a diferencia de quienes fundamentan su poder en los votos, la Iglesia tiene una misión que ha de cumplir a tiempo y a destiempo, con el viento a favor y en contra. Adaptar el mensaje a las conveniencias de cada tiempo y grupo con tal de que se queden es ser infiel a su Señor y al pueblo que pretende conservar. La demagogia queda para quienes buscan estar siempre en la cresta de la ola a costa de lo que sea, no para quienes tienen la misión de navegar por los mares del mundo.
El compromiso de la Iglesia y de cada creyente es con la verdad, porque sólo ella libera y salva. Su tentación es adorar los poderes de este mundo y sacrificar la verdad en el altar del éxito y la popularidad. No está en mundo para que la quieran, la valoren y la admiren, sino para que la oigan cuando anuncia el mensaje de Jesús. Ése es el verdadero servicio y bien que puede hacer a la humanidad. Puede que al principio muchos la abandonen, también dejaron a Jesús y ¡eso que hacía milagros!, pero ella no puede abandonar su misión.
Cuando la Eucaristía pasee por nuestras calles, tendremos que preguntarnos si el paso de Jesús-Eucaristía por la ciudad significa la acogida de su palabra en los corazones de quienes acuden a contemplarlo; si celebramos su presencia y la vigencia de su mensaje o, por el contrario, todo es ausencia. Sólo el pan de la vida da vida al mundo. Si la Iglesia lo olvida, pierde su razón de ser.
LA EUCARISTÍA… ¿QUÉ SENTIDO LE DAMOS?
Los cristianos nos reunimos para celebrar la Eucaristía y debemos hacerlo reconociendo que somos injustos y pecadores, pidiendo perdón al Señor por nuestras acciones incorrectas, escuchando la “Palabra de Dios”, recibiendo los consejos que nos ayuden a modificar nuestros hábitos equivocados y buscando en el ejemplo de Jesús el camino que nos permita conocer las injusticias que hacen sufrir a las personas para que se despierte en nosotros el deseo de ayudar a quienes lo necesitan.
Si no participamos así nuestra presencia en ella se puede convertir en un acto más pero no nos ayudará a comprender que Cristo nos regaló, con su ejemplo, un buen argumento para seguirle. Si nos olvidamos de esta realidad nuestra asistencia se convertirá en una participación sin sentido porque saldremos igual que entramos y no nos preocuparemos de dar solución a los problemas que afectan a la sociedad: Injusticias, marginaciones, abusos… Si lo hacemos de manera correcta recibiremos la fuerza que nos haga luchar para que desaparezcan las acciones que causan sufrimiento e infelicidad.
En el pasado, los fieles presentaban al Señor ofrendas diversas y éstas se utilizaban para ser compartidas o para ayudar a los más necesitados. Con el paso de los años ese formato cambió y se ofrece en el ritual “pan y vino”.
En aquellas celebraciones eucarísticas los fieles ofrecían alimentos al Señor y los compartían. Hoy… ¿Sigue presente en la Eucaristía, a pesar de la mejora que hay en las economías familiares, ese espíritu primitivo de compartir y ayudar o sólo respondemos depositando unas monedas en la colecta? ¿Qué formato tiene más sentido para ti?
Jesús amaba a las personas, era generoso con ellas y de todos era amigo pero le arrebataron la vida por denunciar la injusticia que empobrecía a los más necesitados, hacer el bien a todos y denunciar que los bienes que nos regaló Dios fueron para que todos pudiéramos comer a diario y no que unos pocos vivan en la opulencia y otros en la indigencia.
Nosotros sabemos que esa realidad se da en la actualidad… ¿La denunciamos? ¿Participamos en la Eucaristía ofreciéndole al Señor lo que hacemos para que este problema se arregle?
Nuestra participación en la Eucaristía no tendrá sentido si desconocemos que es un acto de amor y de justicia que se manifiesta en la oración del “Padre nuestro”, en ella pedimos a Dios, como Padre de todos, desde una actitud de fraternidad y reconciliación, que cumplamos su voluntad y que el Reino venga a nosotros.
Entiendo que si nos damos la mano al desearnos la “Paz del Señor” será porque no estamos enemistados con el prójimo y sí estamos dispuestos a echar una mano a quienes nos puedan necesitar.
Comulgar será una acción sin sentido si no nos preocupamos de construir una “humanidad nueva” donde vivamos con justicia y en paz.
Publicar un comentario