DOMINGO 12-A

sábado, 17 de junio de 2023
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3 comentarios:

Paco Echevarría at: 17 junio, 2023 08:48 dijo...

EL MIEDO (Mt 10,26-33)

Hasta tres veces invita Jesús en este pasaje a no tener miedo. Acaba de hablar de la persecución que habrán de sufrir debido a su condición de discípulos y les ha advertido que tengan cuidado, que sean prudentes. Ahora completa sus consejos para tiempos difíciles diciéndoles que no teman. La resistencia en la tribulación es el complemento natural de la prudencia y lo que evita que ésta derive hacia el miedo. Son las dos actitudes con las que el cristiano ha de afrontar las dificultades. Es la primera forma del miedo: silenciar la verdad por miedo al rechazo o la incomprensión. Los creyentes han de gritar a plena luz y abiertamente lo que han oído en la intimidad porque sólo la verdad hace libres. Silenciarla por temor sería como vivir con la boca cosida.

Luego añade: “No temáis a los que matan el cuerpo”. El poder humano puede llegar a eliminar física o moralmente a los discípulos, anular su presencia en el mundo. La segunda forma del miedo es silenciar la verdad por las consecuencias materiales que conlleve su anuncio. La fe anula este miedo porque nadie puede destruir el alma, nadie puede acabar con la vida y la esperanza. El fundamento de la fortaleza es la confianza en Dios, en cuyas manos descansa la vida. Él interviene en los más pequeños acontecimientos para bien de aquellos que gozan de su amor. La fe en la vida eterna no es, por tanto, una invitación a la inconsciencia ni al desentendimiento de los asuntos de este mundo, sino un motivo para luchar y trabajar sin miedo, a pesar de la dificultad.

Las últimas palabras se refieren a la misión. El mundo es como un tribunal en el que los discípulos de Jesús han de dar testimonio con audacia y valentía. La muerte consiste en silenciar la verdad por conformismo o comodidad. Ocurre cuando el creyente pierde la esperanza y piensa que no merece la pena seguir anunciando una verdad que los hombres no aprecian. A partir de ese momento empieza a ver y analiza las cosas con los ojos del mundo: ha dejado que la oscuridad penetre en su interior. Es la apostasía inconsciente que se oculta bajo la desesperanza y el desaliento.

Tal vez sea ésta -y no las anteriores- la forma del miedo que amenaza hoy a los creyentes. Porque antes era fácil creer en el marco de una sociedad mayoritariamente creyente. Pero hoy empieza a verse como algo extraño. Y, sin embargo, hoy más que nunca es necesaria la fe para que el mundo recupere la esperanza y el amor se abra paso hasta el corazón a través del vacío que a muchos asfixia. La luz es más necesaria en medio de la noche y hoy vivimos tiempos de confusión y tinieblas. El peligro es que los creyentes sientan miedo y acomoden el anuncio a las modas y costumbres de nuestro tiempo por temor a no ser populares.

Maite at: 22 junio, 2023 00:25 dijo...

Jesús quiere discípulos y seguidores valientes, audaces, comprometidos, arriesgados. La Iglesia y el mundo, la sociedad, necesitan hombres y mujeres así. En muchos países, demasiados, impera aún el miedo a la verdad y la libertad. En nuestras sociedades privilegiadas y desarrolladas, aunque estaría bien preguntarse en qué o hasta qué punto, el miedo no es un problema, o un serio condicionante; sí lo son, en cambio, la indiferencia, la superficialidad, la falta más elemental de curiosidad que hacen que nuestro testimonio muera antes incluso de ser concebido.

En nuestras sociedades del primer mundo el testimonio cede su lugar a otra forma de manifestar la fe en Jesús, de expresar el amor y la esperanza, que luce un vestido menos colorido y de tela más áspera: es la denuncia. Esta necesita un tipo de valentía que no es, tal vez, aquella a la que hacía referencia Jesús en aquel contexto. Aquí y ahora, quien la lleva a cabo se juega su credibilidad, su prestigio, su nombre, su tranquilidad. Precisamente, porque sale en defensa de quienes menos importan, aunque estén en boca de todos; y clama por buscar soluciones a problemas que, adquiriendo magnitudes incontrolables y revistiéndose de una profunda y cruel inhumanidad, se dan de bruces con la indiferencia generalizada de una sociedad enferma de parálisis espiritual y humana.

Antaño fueron Jeremías, el salmista, Jesús, Pablo; ahora, hombres y mujeres como Santiago Agrelo o Sor Lucía Caram denuncian sin ambages, con toda la pasión de sus corazones en un puño y todo el dolor infinito que atesoran, tantas injusticias y tantas muertes, hijas de las pateras naufragadas en nuestras costas y en la guerra de Ucrania, por ejemplo.

Seguir a Jesús siempre ha sido y siempre será de valientes. Los demás, pueden abstenerse.

Paco Pérez at: 23 junio, 2023 15:24 dijo...

EL MIEDO, NUNCA. LA VERDAD, SIEMPRE.
Anunciar el Reino nunca fue tarea fácil y hoy, en algunos lugares, el riesgo de ser perseguidos por hacerlo sigue siendo grande. Esa realidad les causaba miedo y, para ayudarles, Jesús les proponía actuar con prudencia y cautela para evitar el rechazo pero, si lo eran, deberían levantarse con ilusión y esperanza.
Jeremías se enfrentó al pueblo y a los dirigentes de Judea al comunicarles lo qué debían hacer ante el peligro de ser invadidos por el imperio babilónico, no lo aceptaron y lo persiguieron. Él se quejó al Señor por sufrir las consecuencias de haberlo enviado a realizar esa ingrata labor pero la fe le hizo recapacitar y se sintió protegido por Él.
Jesús les aconsejaba que predicaran con crudeza, sin buscar las disputas y sin tener miedo porque el Padre lo conoce todo y lo que hacemos por Él siempre lo recompensa.
No debe sorprendernos que tener miedo a sentirnos rechazados siga presente en quienes colaboran con el Reino pues Jesús también padeció ese comportamiento injusto y por eso les pidió que no lo tuvieran.
Hablar de Dios con medias verdades sí debe causarnos miedo porque nos hace esclavos de la mentira. También lo tienen quienes lo niegan o se hacen a un lado para no perder la vida o recibir represalias. Ocurren estas situaciones personales cuando la fe está debilitada y el temor se impone.
Quienes confían en Dios nunca pierden la esperanza porque tienen fe y saben que nadie puede destruirles el alma. Si Él cuida de los animales… ¿Cómo no va a cuidar de las personas?
Opino que la religiosidad está en horas bajas y que manifestarlo es rechazado con argumentos que son impropios de nuestros tiempos… ¿Cómo hemos llegado a esta realidad?
Se nos sigue anestesiando con los números, los cristianos somos muchos, pero la realidad de nuestra praxis demuestra que somos pobres en ejemplos de vida; con las tradiciones, cumplimientos que sólo nos mueven durante unos días o unas horas al año; con la eucaristía diaria o semanal y, al concluir, regresamos satisfechos a casa porque los deberes cristianos ya están hechos… Así nos sentimos complacidos y no nos preocupamos de hacer algo diferente para cambiar lo que no marcha pero si nos viene algún contratiempo entonces tenemos miedo porque no encontramos una solución a nuestros problemas y creemos que Dios nos ha dado la espalda.
Quienes no dan entrada a estas posturas incorrectas no tienen miedo, salen adelante empujados por la fe y permanecen fieles al Padre porque saben que Él siempre está a su lado para ayudarles.
No olvidemos que Dios se preocupa de las personas desde siempre pues estableció un proyecto de convivencia que fue roto por Adán y Eva cuando pecaron al dejar de obedecer las normas que recibieron de Él.